Johnny Depp
Una victoria pírrica
Aunque desde ciertos sectores del feminismo se asegure que Johnny Depp se ha salido con la suya en su litigio contra su ex mujer, Amber Heard, dando así armas al machismo y provocando el retroceso del movimiento Me too, yo no estoy tan seguro de que la victoria pírrica del señor Depp pueda calificarse de triunfo absoluto. Ganador o no, sigue siendo considerado un tarambana con mal carácter, dado al alcohol y a las drogas, que lo va a tener muy difícil para remontar su carrera y que lo readmitan en las rentables franquicias con las que se ganaba la vida y se sufragaba el vinazo. En cuanto a la señora Heard, lo único que ha logrado es ser incluida en la lista de cancelados en la que ya ocupaba un lugar privilegiado su marido, a base de mostrarse como una pesada, una histérica y una mujer complicada, tirando a tóxica (aunque es cierto que algunas redes sociales han sido de una extrema crueldad con ella, mientras se mostraban muy comprensivas con Johnny).
Tengo la impresión de que aquí no ha ganado nadie, por mucho que Amber llore como una magdalena y el otro celebre su supuesta victoria incrustándose en un concierto de Jeff Beck. Lo único que me queda claro es que esta pareja de ensueño ha protagonizado un espectáculo lamentable al que no les obligaba nadie. Supongo que su permiso ha sido necesario para que el juicio se retransmitiera urbi et orbi por Internet, permiso que, en mi modesta opinión, deberían haberse ahorrado, aunque solo sea por aquello de que la ropa sucia se lava en casa. Ninguno de los dos puede presumir de una conducta conyugal ejemplar. El uno pimplaba más de la cuenta y sufría arrebatos de cólera. La otra parece tener cierta habilidad para sacar de quicio hasta al santo Job. No ha sido fácil tomar partido por uno o por otra. O, por lo menos, yo no lo he logrado. No he seguido el juicio en directo, pero me he ido enterando de cosas, aunque no quisiera (¿realmente necesitaba saber que Amber se ciscó en el lecho conyugal y luego trató de hacer pasar su deposición por un zurullo del perro?). Ha sido un encuentro a cara de perro (aunque no el de la familia, supongo) que sus protagonistas nos podrían haber ahorrado si no fueran como aquellos concursantes de los programas televisivos de la transición que, tras informar a Jesús Puente de alguna cerdada de su cónyuge, concluían: "¡Que se entere toda España!".
En este caso, el lema era “¡Que se entere todo el mundo!”. Y vaya si nos hemos enterado. No nos han ahorrado ni un solo momento sórdido de su turbia relación, excitando a las turbas de desocupados, propiciando el linchamiento mutuo, montando un cirio de tres pares de narices. Ya sé que pertenecen a la farándula, pero en este caso podrían haber adoptado un perfil bajo que muchos les hubiéramos agradecido. A fin de cuentas, un divorcio ya es lo bastante triste como para empeorarlo convirtiéndolo en un circo de tres pistas. Dejemos eso, en todo caso, a influencers, tiktokers y demás parásitos contemporáneos. Buenos o malos, Depp y Heard forman parte de un gremio muy respetable, el de los actores, sin los que no hay película ni función teatral que pueda tirar adelante.
Este par de mentecatos se han faltado al respeto a sí mismos, a su oficio, a los aficionados al cine y a cualquier persona mínimamente decente. La cosa va más allá de los posibles inconvenientes que pueda sufrir el feminismo a partir de ahora. La cosa va, simplemente, de mala educación, de creerse el centro del mundo, de confundir la realidad con una farsa chunga. Personalmente, me importa un rábano si no puede volver a pisar un set ninguno de los dos.