Britney Spears
De la misma manera que, como dice el sentir popular, poco dura la felicidad en casa del pobre, la tranquilidad en el mundo de la adorable Britney Spears es también de escasa duración. Hace semanas (puede que meses) que la pobre se había librado de la tutela paterna, que le impedía gastarse su propio dinerito y hasta volver a ser madre. Para acabar con un estado de las cosas tan injusto había surgido el movimiento Free Britney (hay que ver con qué cosas se entretienen los desocupados del mundo pop), que clamaba porque dejaran en paz a la intérprete de hits inolvidables como Baby one more time, Criminal o Oops, I did it again, su tema más explícitamente autobiográfico, y le permitieran hacer de su capa un sayo, gastar sin tasa y quedarse preñada si le apetecía. Por lo que a Britney respectaba, el mundo (pop) se dividía entre los que la consideraban responsable de sus asuntos y los que creían que estaba como una regadera y había que atarla en corto. Finalmente, se impuso algo parecido a la justicia y Britney, pese a su historial de desórdenes mentales (recordemos aquella época en la que se rapaba al cero, se la llevaban en ambulancia en mitad de la noche y no dejaba dormir a su vecino, que era George Clooney), fue liberada de la tutela de su señor padre (que no sabemos en qué se gastaba los monises de la niña, pues vivía en una auto caravana) y pudo disponer tranquilamente de su dinero y de su útero (ya está embarazada de su nuevo novio y parece que ha recuperado la confianza de los hijos que tuvo con Kevin Federline, que ya son mayorcitos).
Todo iba bien hasta que hace unos días Britney tuvo la brillante idea de colgar unas fotos en Instagram en las que aparece desnuda, tapándose los pechos con las manos, con un corazoncito generado por ordenador cubriéndole la entrepierna y mirando al espectador con una cara que permite albergar ciertas dudas sobre su salud mental. Lo más preocupante, aunque ha pasado inadvertido, es que las siete u ocho fotos de Instagram son prácticamente iguales y no se entiende el porqué de la repetición. Ante esas imágenes, ha vuelto a cundir la preocupación entre los fans de Britney y quienes desearían verla encerrada en un loquero. Los primeros manifiestan su desasosiego con comentarios perdonavidas; los segundos, directamente, insinúan que igual habría que volver a tutelarla porque es evidente que no está en sus cabales. Yo creo que unos y otros deberían dejar en paz a la pobre chica: si su novio no se alarma ante las excentricidades de la cantante, ¿por qué habría de hacerlo el resto de la humanidad? Es posible que Britney esté un poco loquita, pero para mí eso siempre ha formado parte de su encanto. Mucho hablar de que hay que aceptar a las personas como son y luego a la pobre Britney no le dejamos pasar ni una.