El chapucero
Ante la reciente implosión del PP, está todo el mundo tan ocupado con los dimes y diretes de sus dos protagonistas, Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso, que nadie presta atención a los personajes secundarios del sainete. Entre éstos, solo se le hace un poco de caso a Teodoro García Egea, el carismático secretario general del partido, pero yo creo que eso se debe, en parte, a su condición de campeón mundial de lanzamiento de huesos de aceituna, que es algo que otorga carácter sin duda alguna.
Siendo como soy, yo me he ido a fijar en el inefable Ángel Carromero, un sujeto de lo más peculiar que lleva en el PP desde el parvulario (estuvo al frente de las juventudes del partido hasta pasados los treinta, aunque se supone que a esa edad ya no eres exactamente joven) y que es, hasta el momento, el único que ha dimitido por el escándalo del espionaje a Ayuso y sus consecuencias. Protegido por Casado, éste lo había colocado en el ayuntamiento de Madrid como asesor de no sabemos exactamente qué, pero da la impresión de que estaba a disposición de la cúpula del partido para lo que hiciera falta. Por ejemplo, contactar con la agencia de detectives que se encargó de buscar mierda, con perdón, en el historial de la señora Ayuso, que lleva tiempo muy flamenca y causándole a Casado más problemas de liderazgo de los que él ya acumula de natural (de esta manera, por el mismo precio, se hacía quedar como un pazguato al pobre Almeida, lo que igual tampoco estaba de más).
Cuando vi en la prensa el rostro pasmado de Carromero, me dije: “Yo a éste ya lo tengo visto, pero ahora no recuerdo donde”. No tardé en identificarlo: Carromero era aquel inepto al que el PP envió a Cuba no sé para qué y tuvo un accidente automovilístico en el que falleció el líder de la disidencia Oswaldo Payá. Lo que Fidel no había conseguido en años, Carromero lo bordó con un eficaz volantazo y un poco de conducción temeraria (luego se descubrió que coleccionaba multas en España y que casi había agotado sus puntos como conductor a causa de su peculiar manera de abordar el automovilismo). Por el mismo precio, Carromero consiguió crear un conflicto diplomático entre España y Cuba, donde pasó una temporadita a la sombra (una injusticia, pues lo suyo habría sido que Fidel lo condecorara). Luego, tras un poco de porfía política, nos lo devolvieron, aunque dudo mucho que en la cúpula del PP hubiera corrido el llanto si se queda para los restos en un penal cubano. De vuelta a España, otra estancia entre rejas y eso es, más o menos, lo último que supimos de él.
Tras dar abundantes muestras de su torpeza inverosímil, lo normal es que lo hubieran echado del partido con cajas destempladas para que se buscara otra organización, política o no, a la que amargarle la existencia. Pero eso no sucedió. Por el contrario, el hombre se reincorporó a la gran familia popular tras su paso por el talego y, lo que es más increíble, siguió contando con la confianza de algunos de sus dirigentes, como el señor Casado, que fue quien se lo endilgó al alcalde de Madrid. Yo ya entiendo que cuando le debes la vida a alguien, como es el caso de Carromero con Casado, haces todo lo que éste te pida. Eso sí, como no puedes evitar ser un chapucero, lo haces a tu manera, o sea, mal. Evidentemente, te pillan de inmediato en el renuncio y te obligan a dimitir porque saben que a ti no se te ocurriría hacerlo.
Intuyo que habrá más dimisiones en este turbio asunto. Y algo me dice que al campeón mundial de lanzamiento de huesos de aceituna con la boca le va a tocar en breve seguir el ejemplo de Carromero. Pero nadie le puede quitar a éste su condición de pionero a la hora de pringar. No sé qué será de él a partir de ahora –si también causa baja Casado, tengo mis dudas de que encuentre otro protector-, pero algo me dice que seguirá en el PP por los siglos de los siglos, que dejaremos de oír hablar de él durante una larga temporada y que algún día cuando menos lo esperemos, resultará que ocupa otro cargo en el partido y que ha vuelto a meter la pata y a caerse con todo el equipo. Y si no, al tiempo.