Vicent Sanchis
Cuerpo a tierra, que atacan los nuestros
El lazismo se divide, básicamente, en dos grandes sectores: los tratables y los intratables. Están los que apartan la mirada cuando te los cruzas y que incluso parecen a punto de escupir al suelo tras atisbar tu careto entre los paseantes (no diré nombres, pero haberlos, haylos) y están los que, aunque abominan de tus ideas tanto como tú de las suyas, son de natural amable y simpático y hasta se paran un momento por la calle para saludarte y hacer como que se interesan por tu existencia (ejemplo: Vicenç Villatoro). El actual director de TV3, Vicent Sanchis (Valencia, 1961), forma parte de este segundo contingente. Viendo cómo lleva la nostra, si no lo conociera, clamaría por su inmediato destierro a La Gomera, pero como le conozco y le tengo un aprecio –basado, entre otras cosas, en un compartido amor por los tebeos-, si me lo cruzo, ya sea por la calle o en el Salón del Comic de Barcelona, me detengo a intercambiar algunos comentarios que no aborden asuntos vidriosos.
El amigo Sanchis se ha visto involucrado recientemente en una polémica (de chichinabo, como casi todas las que se producen en Cataluña) con dos humoristas siniestros del régimen que atienden por Jair Domínguez y Peyu, dos sujetos que han conseguido la cuadratura del círculo al ir por la vida de anti sistema mientras llegan a fin de mes gracias, precisamente, al sistema. El régimen nacionalista, para entendernos, es al rupestre Peyu lo que el PNV a ETA (pero sin muertos por en medio, como no sea de asco ante el humor pre paleolítico que distingue a ese garrulo alopécico).
Peyu y Jair son unos chicos un poco descarriados, pero son de los nuestros y hay que aguantarlos porque, aunque cueste creerlo, tienen cierta audiencia con sus grimosos programas de radio y televisión. Como ustedes ya sabrán, estas dos lumbreras bromearon hace unos días, desde su show Bricohéroes, sobre el gustirrinín que les daría recibir una felación por parte de la reina Letizia o su hija (que es menor de edad, por cierto: estos dos majaderos, además de corruptos, pues ya los pillaron colando de matute en el programa publicidad encubierta de otros héroes de la república, parecen tener ciertas tendencias pedófilas).
Tras su salida de pata de banco, ambos recibieron la solidaridad de los hermanos Tururull, que denunciaron la supuesta censura de TV3 al no emitir el supuesto gag, que, sin duda alguna, habrían encontrado igualmente gracioso si las destinatarias del mismo llegan a ser sus parientas o sus hijas menores de edad, ya que a demócratas y a defensores de la libertad de expresión no hay quien los gane. Fue un momento en el que Sanchis tuvo que plantarse y decirles a los dos merluzos que se habían pasado tres pueblos y que sus comentarios eran machistas, casposos y tan impresentables como ellos mismos (según Sanchis, y le doy la razón, aquí daba lo mismo hablar de la reina de España que de una churrera de la plaza Cataluña). Por unos instantes, acaricié la posibilidad de que Domínguez y Peyu fueran expulsados de los medios de agitación y propaganda del régimen, pero la sangre no llegó al río, como era de prever. El régimen cuida de los suyos y la cosa se ha solucionado con una regañina.
¿Esperaba más del amigo Sanchis? Pues algo más de firmeza moral, sí, ¿para qué les voy a engañar? Pero el hombre es como es, ocupa el cargo que ocupa y se comporta como se debe comportar si no quiere arruinar toda una carrera de creyente independentista que le ha permitido medrar convenientemente en el eco sistema político nacionalista y ganar ese dinerito con el que, entre otras cosas, ha podido adquirir esos originales de Alex Raymond o Harold Foster que tanta envidia generan en cualquier devoto de los comics norteamericanos de la edad de oro.
Pelillos a la mar y aquí no ha pasado nada. Sanchis sigue en su puesto (aunque asegure estar de él “hasta el pirri”), los dos gamberretes han recibido un aviso y la vida sigue igual. De hecho, el único damnificado por esta pampringada ha sido el periodista Xavier Rius, a quien el régimen le ha quitado la acreditación con la que accedía a las ruedas de prensa del gobiernillo por preguntarle a su portavoz, Patricia Plaja, si a ella le parecería bien que él le pidiera que se la chupara. Y es que hay felaciones de primera y de segunda. Fantasear con una a cargo de la heredera al trono de España no sobrepasa, de hecho, los límites de la libertad de expresión, pero usar a la portavoz del gobiernillo para denunciar los excesos verbales de unos genuinos patriotas es, sencillamente, inadmisible.