Joan Laporta
Por un Barça de traca
A mí el fútbol me aburre soberanamente y soy incapaz de tragarme un partido por televisión. El Barça me la suda y hasta prefiero que pierda para evitar que se echen a las calles de mi ciudad todos esos atorrantes que van tocando el claxon de su coche para mostrar al mundo su alegría y su felicidad. Las elecciones de hoy a la presidencia del club, lógicamente, deberían traerme sin cuidado. Y, sin embargo, no es así. No lo es porque el Barça forma parte de la vida de todos los barceloneses, incluidos aquellos a los que nos la sopla lo que haga o deje de hacer cada domingo ese club que es más que un club, pero que a veces no llega ni a club (cosa que sucede con frecuencia y que está empezando a pasar de nuevo: últimamente no dan pie con bola, pese a contar con el que se supone que es el mejor jugador del mundo, el argentino Leo Messi). De los asuntos del Barça, te enteras, aunque no quieras: si no te informa el cuñado pelmazo o el amigo atorrante, se encarga de ello el taxista que da por sentado que sientes los colores tanto como él.
Es por eso que uno, ya que no encuentra diversión alguna en el terreno de juego, aspire a atisbarla fuera de él. Para ello es fundamental la figura del presidente del club, como bien sabemos todos los que disfrutamos enormemente de los años de Josep Lluís Núñez al frente de la entidad (win win total, pues a Núñez se unía el filósofo holandés Johan Cruyff como entrenador, un tipo que cada vez que abría la boca, te tronchabas). Los que aspiramos a que el Barça sea una fuente de entretenimiento extradeportivo confiamos, inevitablemente, en la victoria de Joan Laporta en las elecciones de hoy. Toni Freixa es un señor muy gris y aburrido. Víctor Font, un lazi de manual que se sumará a cualquier chorrada del prusés para quedar bien con el gobiernillo de turno. Laporta también es indepe, de acuerdo, pero lo que le distingue de otros lazis es su pertenencia al show business y su tendencia a hacer el ganso sin tasa en cuanta oportunidad se le presenta.
Me gusta Laporta (Barcelona, 1962) porque es una versión (ligeramente) estilizada del llorado Jesús Gil y Gil. O sea, un bocazas, un grosero, un metepatas, un chulo y un matón. Si el equipo no rinde, sabes que Laporta hará lo que pueda para compensarte: estamos hablando del hombre que se bajó los pantalones en un aeropuerto, hastiado de los cacheos a los que se le sometía, del tipo que se tiraba botellas de champán por la cabeza en Luz de Gas, del juerguista veraniego en un yate rodeado de chatis en bikini y mascando un habano (mojado, ya que se ha vuelto a vaciar otra botella de champán en la cocorota).
Yo no puedo votar en las elecciones de hoy porque no soy socio del Barça, pero creo que se debería permitir participar en ellas a todos los que nos vemos obligados a soportar al club todos los días del año. Por eso voto simbólicamente desde aquí por el cantamañanas de Laporta, el único candidato del que puedo esperar algo de entretenimiento extrafutbolístico. ¡Aúpa, Jan!