Sergei Lavrov
Vaya jeta, camarada
Ha sido muy celebrada en la prensa digital lazi la bronca que Sergei Lavrov, ministros de Asuntos Exteriores de Rusia, le ha soltado a Josep Borrell cuando éste, en representación de la Unión Europea, le ha afeado la conducta por la manera en que la administración Putin está gestionando el caso Navalny. Para alegría de Pepe Antich, director de El Nacional, y Vicent Partal, mandamás de Vilaweb (dos de los principales beneficiarios del fondo de reptiles seudo periodístico del régimen), Lavrov se ha quitado de encima a Borrell diciéndole que en España tenemos presos políticos y que en Europa estamos reaccionando de manera histérica ante lo de Alexéi Navalny y lo de los miles de detenidos por participar en manifestaciones a favor del célebre opositor. Que Rusia sea una dictadura asquerosa controlada por un ex agente del KGB en la que se premia a los amigos del jefe y se castiga a los desafectos al régimen no parece quitarles el sueño ni a Antich ni a Partal, quienes, en sendos artículos, alaban la gallarda actitud del señor Lavrov (a Puchi también le ha gustado mucho, evidentemente, pues cada vez que alguien le da la razón, se apodera de él una euforia notable), básicamente, para poder echar pestes de Borrell, de España y de esa Unión Europea que se resiste a tomarse en serio la causa independentista catalana.
Los que no estamos a sueldo del régimen lazi --este diario no recibe ni un euro en subvenciones de ningún tipo procedentes de la Generalitat-- no vemos la cosa de la misma manera. Personalmente, me parece que el señor Lavrov tiene un morro que se lo pisa y un cuajo y una desfachatez lamentables. Comparar a los presos del 1 de octubre con el señor Navalny sería, caso de que Lavrov se creyera sus propias palabras, cosa que dudo, un error de apreciación considerable. Vamos a ver, los presos del 1 de octubre tuvieron un juicio justo, les cayeron unas penas razonables y disfrutan de todo tipo de chollos (el más reciente, poder salir del trullo para dar la chapa en los mítines de sus respectivos partidos previos a las elecciones del 14 de febrero); por el contrario, Alexéi Navalny sufrió un intento de asesinato por envenenamiento, está vivo de milagro y nada más volver a Rusia ha sido detenido mientras sus partidarios son molidos a palos en las manifestaciones de solidaridad hacia su persona. Nadie en su sano juicio puede comparar al beato Junqueras con el señor Navalny…A no ser que le convenga, claro está.
A Sergei Lavrov le conviene la comparación. A los señores Antich y Partal, también, pues nunca se es demasiado servil con el que reparte el dinerito entre los buenos catalanes. Y al señor Puigdemont…¡Pues a bodas le convidan! Aunque Puchi sea, en todo caso, el anti Navalny. Mientras éste volvió a su país consciente de lo que le esperaba, el otro se dio el piro metido en el maletero de un coche tras dejar a todos sus secuaces en la estacada.
Cuidado con las comparaciones, señor Lavrov, que las carga el diablo. O el capitalismo. O la Unión Europea. O Josep Borrell. O lo que le convenga al buen tío Vladimir para poder seguir haciendo el cafre sin que nadie lo moleste.