Luis Bárcenas
Lárgalo todo e igual te salvas
El ex tesorero del PP Luis Bárcenas (Huelva, 1956) lleva amenazando con tirar de la manta desde antes de que lo entrullaran por el espinoso asunto de la doble contabilidad de su partido y chanchullos subsiguientes. Aún no lo ha hecho y no quiero ni pensar a qué tratos habrá llegado con ese partido que, durante una época, fue toda una cueva de Alí Babá en el panorama moral ya deprimente de la política española. Como si fuera un mafioso de esos que no cantan porque la famiglia les ha prometido cuidar de la familia, Bárcenas ha encajado virilmente la vida entre rejas mientras su hijo Willy, al frente del grupo pop Taburete, divierte en el exterior a los Pocholos y los Borja Maris. Eso sí, no encajó nada bien que encarcelaran también a su esposa, y ahora amaga con tirar definitivamente de la manta y dejar al descubierto los supuestos tejemanejes de Esperanza Aguirre cuando ésta presidía la comunidad de Madrid. Detalle novedoso e interesante, pues hasta ahora, la señora Aguirre había conseguido salirse de rositas de todos los fregados en que se metía o la metían.
La gran baza de Aguirre siempre fue su simpatía, rayana en la desfachatez. Era imposible que te cayera mal (aprenda usted, señora Díaz Ayuso), y un amigo mío que coincidió con ella en un condumio oficial en la capital me aseguró que era una señora encantadora y divertidísima. Gracias a eso, supongo, podía enfrentarse a cada nuevo chanchullo de su partido con una alegría y una cara de yo-no-fui (que diría Rubén Blades) que daba gozo verla y oírla. Cada vez que caía, por mangante, alguno de los secuaces que ella misma había situado en el cargo, ponía su mejor sonrisa --en la línea de las de aquella gran secundaria del cine español que fue Gracita Morales-- y decía cosas como: “¡Vaya por Dios, otro que me sale de rana!” o “Si es que no puede una fiarse de nadie”. La última vez que la oí decir cosas así fue cuando trincaron a Paco Granados, único ciudadano español que ha inaugurado el presidio en el que ha acabado pernoctando de forma continuada.
Últimamente, la señora Aguirre está muy callada y hace gala de una discreción notable. La verdad es que nunca nos acabamos de creer lo de que todos los secuaces le salían rana, pero tampoco ha dado muchos motivos para que sospechemos de una posible tendencia al latrocinio: Esperanza es rica y de familia aristocrática, si robara sería por vicio. En cualquier caso, bienvenidas sean las declaraciones de Luis Bárcenas a su respecto, si es que llegan a producirse, pues ese hombre lleva a vueltas con esa manta de la que tiene que tirar desde que entraron los nacionales. Junto con el inverosímil excomisario Villarejo (el perejil de todas las salsas turbias), el amigo Bárcenas compone el dúo de presidiarios más pintoresco de la España contemporánea. A ver qué cuenta. Si es que acaba contando algo. Wait and see, que dicen los gringos.