Donald Trump
Cómo irse dando un portazo
La Administración Trump será recordada durante mucho tiempo, aunque puede que no por los motivos que desearía The Donald. Su peculiar versión de lo que en ambientes taurinos se conoce como “salir por la puerta grande” se ha saldado con un ridículo y un bochorno insólitos y de dimensiones globales para ese país al que tanto dice amar. Se ha tirado cuatro años envenenando el ambiente y dividiendo a la población cual líder del prusés, ha mostrado una conducta errática y ha tomado unas decisiones desastrosas. Contando, eso sí, con el apoyo de millones de sus compatriotas, unos cuantos de los cuales participaron hace unos días en una grotesca toma del Capitolio que ha causado cinco muertos que el responsable ya se está quitando de encima, pues amenaza con otorgarse el perdón presidencial a escasos días de abandonar la Casa Blanca, pese a haber sido visto (y grabado) arengando a las masas para que hicieran lo que acabaron haciendo (luego salió a decir, poniendo cara de buen chico, que ésa no es manera de hacer las cosas, pero hasta el artículo de Arnold Schwarzenegger en The Economist tenía más visos de sinceridad).
Como el liante que es, Trump sabe que para lo que le queda en el convento se puede cagar dentro (o casi). La pobre Nancy Pelosi se muere por empapelarlo, pero lo más probable es que se salga de rositas (lo único que ha podido hacer hasta ahora es pedirles a los mandos del Pentágono que no le hagan ni caso si se les presenta con alguna idea de bombero). En Twitter le han chapado la cuenta, y eso sí que debe haber dolido, pues ese individuo se comunicaba cada mañana con la humanidad desde el retrete oval mientras evacuaba su desayuno de los campeones a base de cheeseburgers y refrescos gasificados. Como Commander in Chief era una catástrofe, pero como tweeter in chief no tenía precio. Y como maleducado y patán es insuperable, pues va a ser el primer presidente de los Estados Unidos que no se presenta en la proclamación de su sucesor (aunque éste ya haya dicho que se lo agradece).
La manera ideal de despedir al Donald sería remedando su célebre programa de televisión, The Apprentice, de una de cuyas temporadas tuve la dicha de ver la final durante una estancia en Nueva York. Como ustedes ya sabrán, el premio gordo del concurso era un empleo chachi en alguna de las empresas del magnate. Ganó un simpático afroamericano que, como todos los concursantes, admiraba profundamente al Donald. Su premio consistió en dirigir una empresa que se estaba hundiendo y que los sindicatos estaban poniendo patas arriba, por no hablar de que los trabajadores a punto estuvieron de linchar a aquel negro modelo Tío Tom que les había caído encima. Así se las gastaba Donald Trump. De ahí que la mejor manera de sacarlo de la Casa Blanca sería un grito colectivo que reprodujera su frase estelar del programa de televisión: You´re fired! (¡Estás despedido!).
La única ventaja del cristo del Capitolio es que incapacita a su responsable para volverse a presentar a las elecciones presidenciales en el 2024, como amenazó con hacer. Aunque con éste nunca se sabe. Falta mucho para el 2024 y cuenta con una nutrida base de fans. Lo más razonable sería desterrarlo a Bélgica y que lo acoja Puchi en la Casa de la República: tiene pasta y Matamala ya está harto de pagarles los papeos a los héroes del 1 de octubre.