Marcel Mauri
El vicepresidente de Òmnium Culural organizó ayer la instalación de una pantalla gigante en la calle de la Diputación de Barcelona, así como centenares de sillas, para que quien quisiera pudiera asistir a la retransmisión televisiva del interrogatorio de Jordi Cuixart, presidente de la entidad, en el Tribunal Supremo.
Era un mensaje público de solidaridad y de reafirmación de los ideales que el propio acusado iba a reiterar ante los magistrados. Y los responsables de Òmnium son muy libres de hacerlo, pero lo que ya resulta más dudoso es que lo hagan cortando una de las vías de comunicación del centro de la ciudad. Las calles serán siempre nuestras, dicen los CDR, la CUP, Arran y ahora también Òmnium Cultural. Pues no, no es verdad. Las calles son de los ciudadanos, y solo las organizaciones autoritarias se permiten --con la complicidad del poder institucional-- el lujo de coartar la libertad de los demás.