Alberto Palatchi
El dueño de Pronovias ha dado muestra de que todavía es posible edificar un proyecto, hacerlo rentable y traspasarlo con garantías de continuidad y desarrollo. Para él, que ya era una de las principales fortunas de Cataluña y de España, el pelotazo de 550 millones sólo vendrá a sumar más capital para una fortuna que ya era inmensa. Pero lo singular es que su figura es la de un denodado trabajador, un hombre entregado a la iniciativa que ha pilotado y, lo más importante, que ha preferido garantizar la salud futura de su iniciativa antes que dejarla en manos de otra generación de su familia.
Con la venta de Pronovias se pueden extraer muchas enseñanzas sobre sucesión en el seno de la empresa familiar, pero también que incluso el decadente sector textil catalán había logrado gracias a iniciativas como la de Palatchi hacerse un lugar en los mercados internacionales de la confección nupcial. Cómo trabajaba y se ocupaba de su empresa es uno de los secretos que sólo los que le han conocido de cerca podrán explicar sin temor a equivocarse ante el relumbrón que supone la riqueza atesorada.