Carlos Torres, presidente de BBVA, en un acto corporativo
El fiasco de Carlos Torres en su intento de absorber al Banco Sabadell le perseguirá el resto de su carrera. Su rápida respuesta anunciando la aceleración del plan de retribución a los accionistas del BBVA queda completamente opacada por el fracaso de su ofensiva por hacerse con el control de la entidad catalana, donde ha arrancado un paupérrimo porcentaje de aceptación del 25,33% de las acciones y del 25,47% de los derechos de voto.
La CNMV ha certificado que la OPA hostil no cumple los mínimos exigidos por el propio banco. Una operación que el banquero lanzó hace año y medio, concretamente el 9 de mayo de 2024, y que no ha conseguido nunca el apoyo de las instituciones ni de las patronales; y a la vista queda que tampoco de los accionistas de Josep Oliu, claro ganador del pulso contra el símbolo del sistema financiero catalán, muy arraigado entre las pymes del territorio.
De momento, Torres ha descartado dimitir la noche de este jueves y prevé dar explicaciones a primera hora del viernes. Sea como fuere, el curso de los acontecimientos demuestra que ni ha sabido leer el momento ni la situación, que la banca no puede desoír los códigos territoriales y que el poder, en los despachos y en los mercados, se ejerce con inteligencia, no con impulso. No habrá duopolio BBVA-CaixaBank en España.