Nicolas Sarkozy, en una imagen de archivo
¡Al trullo, señor presidente!
Nicolas Sarkozy (París, 1955) ya atesoraba dos condenas por corrupción y había sido sometido, por trapisondas previas, a la colocación de un brazalete automático para tenerlo localizado. Pero ahora sí que se acaba de caer con todo el equipo: cinco años de cárcel por haber recibido dinero del difunto coronel Gadafi para su campaña presidencial del 2007. Dudo que los cumpla todos, pero la entrada en prisión no se la quita nadie.
Sarko lleva años enfrentado a la justicia, y hasta ahora se iba saliendo prácticamente de rositas de casi todo, pero se le ha acabado la potra y se dispone gallardamente (porque no pierde la autoestima ni en las peores circunstancias) a pasar una temporadita entre rejas.
Curioso personaje el expresidente de la República Francesa, que siempre ha sido eso que los anglos conocen como overachiever, es decir, un tipo empeñado en abarcar más de lo que puede atrapar. Su actitud siempre ha sido la de un chulángano de barrio, aunque un tanto acomplejado por ser bajito (recordemos sus zapatos con alzas, que propulsaba hacia delante y a los lados, lo cual le otorgaba unos andares como los del Pato Donald).
Durante años tuvo que aguantar a una némesis particular que lo sacaba de quicio, Dominique de Villepin, sujeto altísimo, aristocrático y que hablaba varios idiomas (entre ellos, un español impecable), con el que estableció una relación basada en el asco y el rencor: el marquesón republicano, siempre tan culto y elegante, sacaba de sus casillas al descendiente de inmigrantes húngaros que, a base de chanchullos y de repartir estopa, había ido medrando en la política francesa.
Por si no tenía bastante con el pollo pera de Villepin, su mujer tuvo el descaro de plantarlo. Su reacción tuvo dos fases. En la primera, se tiraba de los pelos y se arrastraba por los suelos mientras le suplicaba a la parienta que volviera. Cuando se dio cuenta de que ella no quería saber nada más de él, se puso arrogante y se lanzó a buscarle sustituta. La encontró en una cantante cursi y de buena familia llamada Carla Bruni, mujer ecléctica donde las haya en cuestiones amorosas (no todo el mundo puede pasar de Eric Clapton a Nicolas Sarkozy sin despeinarse).
Algunos cenizos vaticinamos que Carla le abandonaría en cuanto lo desalojaran del poder, pero hay que decir en su descargo que siguen aparentemente juntos a día de hoy.
Como político, Sarkozy fue tan echao p'alante como turbio, maleducado y grosero (recordemos a aquel ciudadano al que envió al carajo con la implacable y despectiva frase Casse toi, pauvre con).
Hombre dado a los chanchullos y las corruptelas, ha sido hábil a la hora de evitar males mayores. Pero eso ya se ha acabado. El ingreso en prisión se prevé inmediato y un par de añitos de trena no se los quita nadie. Pero eso no va a significar que Francia se vaya a librar de él. Yo creo que volverá a la carga en cuanto lo suelten. Y que es capaz de fundar un partido político si no lo admiten en los ya existentes. O eso, o montar una pelea en el barro con Dominique de Villepin. O las dos cosas.