El Barça de basket comenzó el curso con buenas sensaciones, con un baloncesto vistoso que presagiaba grandes éxitos. Tres meses después, el equipo suscita más dudas que certezas. A Joan Peñarroya le fallan muchas piezas. Algunas importantes, otras no tanto.
El gran drama de Peñarroya, como también lo fue para Roger Grimau, es el rendimiento de Willy Hernangómez. Su talante altivo y su escasa predisposición para apretar los dientes en defensa le sacan de quicio. El pívot madrileño, que cobra más de cuatro millones anuales, es un actor muy secundario en un Barça con urgencias deportivas.
Problemas con Grimau
Peñarroya no confía en él. Willy desaparece en muchos partidos. Va a su aire. En ataque puede ser resolutivo, pero en defensa es demasiado blando. Con Grimau acabó mal, espetándole que no le gritara porque le quedaban “dos telediarios”. Con el técnico de Terrassa ya ha tenido más de una bronca.
Preocupante también es el rendimiento de Youssoupha Fall, pívot francés de 2.22 metros que susituye a James Nnaji. Fall es muy endeble en defensa y es uno de los jugadores sacrificados, habitualmente, por Peñarroya.
El anti-Tavares
Fall fue fichado como el anti-Tavares, pero Peñarroya no cuenta con él. Todo parece indicar que no renovará su contrato al acabar la actual temporada. Económicamente, el jugador francés tiene un salario bajo.
El tercer asunto pendiente para Peñarroya es Tomas Satoransky. Sustituto de Nick Calathes hace dos temporadas, el base checo juega con el freno de mano puesto. No es el líder que necesita el Barça. En ataque debería sumar más y en defensa tiene físico suficiente para ser más importante. Sato, no obstante, parece haber mejorado su rendimiento en las últimas semanas.
Peñarroya tiene detectados todos los problemas del Barça. A principios de 2025 espera poder contar con Metu y con Raúl Neto, el base brasileño que llegó al Palau para sustituir a Laprovittola. También necesitará mucho más compromiso de todos los jugadores.