El pasado sábado 27 de mayo, la afición del Sevilla recibió al presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, con una pañolada en el Sánchez-Pizjuán. La grada sevillista clamó contra el poder que ejerce el máximo mandatario blanco sobre los órganos reguladores del fútbol. El motivo de la protesta fue la enésima decisión favorable del estamento arbitral sobre el club madridista: la revocación exprés de la tarjeta roja a Vinicius Jr contra el Valencia.
Un comunicado de la entidad madrileña bastó para el despido fulminante del colegiado Javier Iglesias Villanueva por parte del Comité de Competición. El árbitro de VAR en Mestalla omitió el agarrón de cuello previo al manotazo de Vini a Hugo Duro. Las imágenes, sesgadas, desencadenaron solamente la expulsión del extremo brasileño.
Los privilegios de Florentino
Este último precedente ha levantado ampollas y ha encendido al antimadridismo. Y es que, la reacción de otros clubes españoles contra decisiones controvertidas esta temporada han quedado en papel mojado. Excepto el caso Vinicius, que desató la reacción del mismísimo mandamás de la FIFA, Gianni Infantino: "Lo ocurrido durante el Valencia-Real Madrid demuestra lo crucial de esta lucha".
También dijo la suya el presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), Luis Rubiales: "Tenemos un problema en nuestro país de comportamiento, de educación y de racismo". Sin embargo, estas palabras no saciaron el ansia del Real Madrid por influir en la Federación y tomarse la justicia por su mano: "Nos sorprende que no se haya actuado de manera contundente. Con su pasividad se ha contribuido al desamparo y a la indefensión de nuestro jugador Vinicius".
Dicho y hecho, ni 24 horas se demoró el Comité de Competición en retirarle la tarjeta roja a Vinicius y depurar responsabilidades. Aun estando la agresión a la vista de todos. Finalmente, ni el manotazo del crack de la canarinha ni el agarrón de Hugo Duro recibieron sanción alguna.
Solo al alcance del Real Madrid
A Florentino le interesaba contentar al atacante brasileño, buque insignia del Madrid. No puede perder un activo tan importante para el club, y por extensión para la Liga. En aquel caso, los insultos a Vini merecían todo el peso de la ley para atajar de raíz el racismo en su máxima expresión. No obstante, no justifica que la actitud chulesca y provocativa del atacante de 22 años, combustible que aviva un odio igualmente reprobable, quede impune partido tras partido.
Tampoco justifica que la Federación tenga que impartir justicia únicamente para el club blanco. Porque ni Cádiz, ni Valladolid, ni otros tantos equipos han obtenido respuesta alguna a sus súplicas contra las imprecisiones arbitrales este curso. El equipo gaditano sufrió un error de las líneas del VAR que validaron un gol del Elche en fuera de juego. Por su parte, el club vallisoletano no pudo sacar petróleo tras reclamar un gol válido ante el Sevilla. El árbitro Miguel Ángel Ortiz Arias denegó el tanto que significaba el 1-0 a favor del conjunto franjivioleta al pitar el descanso durante el lanzamiento de Sergio Escudero. Y es que solo los tentáculos del Real Madrid - y de Florentino - alcanzan las instituciones reguladoras del fútbol español.