Pim, pam, pum. El Real Madrid decidió la final de la Supercopa en 10 minutos, los que tardó Vinicius en marcarle sus primeros dos goles a un Barça errático e impotente. La final fue una pesadilla para el equipo de Xavi Hernández, un técnico bajo sospecha, por su impotencia ante un rival infinitamente mejor. El grupo de Ancelotti destrozó a un Barça en crisis al que le esperan días complicados. Su presidente, Joan Laporta, necesitará un milagro para combatir la frustración culé. Su Barça es un equipo tocado y casi hundido. En descomposición. Mal asunto en un club con muchas urgencias y una deuda que supera los 1.200 millones de euros.
Pelota y presión. Clarividencia en ataque e intensidad defensiva. Xavi había avisado del Barça que quería en la final y alineó a Iñaki Peña; Araujo, Koundé, Christensen, Balde; Frenkie de Jong, Gundogan, Sergi Roberto, Pedri; Lewandowski y Ferran. La única sorpresa fue la apuesta del técnico por el delantero valenciano, más sacrificado que Joao Félix.
Inicio horrible
El partido comenzó con un Madrid más entonado y clarividente, con Kroos silbado cada vez que tocaba la pelota, un Barça inoperante y un temprano gol de Vinicius que se aprovechó del primer error de Koundé. Un minuto después, Rodrygo hurgó en un fallo de Pedri y pudo marcar el segundo tanto madridista, evitado por Iñaki Peña, que nada pudo hacer para evitar el segundo gol de Vinicius antes del minuto 10.
La obsesión de Xavi de situar a Araujo en la banda derecha penalizó a un Barça incapaz de frenar a Vinicius. El Madrid golpeó primero y por partida doble al grupo azulgrana, que reaccionó con un remate al travesaño de Ferran Torres. El equipo de Ancelotti, sin embargo, estuvo muy cómodo, relativamente tranquilo por la mala puesta en escena de Pedri, quien hacía un año que no jugaba un clásico.
Lewandowski y el tercero de Vinicius
El Barça, como quería Xavi, tenía la pelota, pero al equipo le faltaba pegada. Necesitaba el técnico que aparecieran los cracks y Lewandowski marcó un golazo que parecía dar vida al grupo azulgrana, castigado poco después por un penalti de Araujo a Vinicius que transformó, de nuevo, el delantero brasileño.
El primer tiempo fue una pesadilla para el Barça, demasiado frágil en defensa ante un Real Madrid que se encontró con el mejor guion posible. Tras el descanso, el equipo de Ancelotti se mostró más pragmático y se encomendó a la velocidad de sus delanteros para hurgar en las dudas barcelonistas.
Sin convicción en el Barça
El Barça intentó meterse en el partido, pero no creyó en la remontada. Había más miedo a una humillación que a una gesta en Riad. Nadie se rebelaba en el equipo azulgrana y vivía plácidamente el Madrid, poco exigido en defensa.
En el banquillo, Xavi tampoco tenía muchas opciones para intentar agitar el partido, dando entrada a Fermín, Lamine Yamal y Joao Félix por Pedri, Sergi Roberto y Ferran. La respuesta madridista fue el cuarto gol, logrado por Rodrygo que liquidó una final que se había decidido en 10 minutos.
En plena agonía barcelonista, Araujo fue expulsado y la afición madridista hurgó en la herida con olés cuando equipo encadenaba dos pases. En el banquillo, Xavi era la imagen de la impotencia en una Supercopa que hace cuatro años sentenció a Ernesto Valverde y que ahora deja al técnico de Terrassa con la soga al cuello.