Raphinha dejó buena cuenta, una vez más, de que no acaba de tener la cabeza del todo bien amueblada. Durante el Barça-Almería, al futbolista brasileño no se le ocurrió otra cosa que hacer un Coutinho. Tras marcar un gol tontorrón, aprovechando un rechace del portero Maximiano tras un buen remate de Araujo, se fue a la grada y se puso los dedos en los oídos. Nadie entendió nada. 

La verdad que el brasileño está siendo una gran decepción desde que llegó al Barça. Costó 65 millones de euros entre fijos y variables pero no atesora ni una pizca de la magia que tenían Romario, Ronaldo, Rivaldo, Ronaldinho o Neymar. No se va de nadie y apenas logra marcar goles. Es muy flojo y no tiene sentido que se ponga chulito por marcar un gol cuando solo suma tres en 18 jornadas de Liga y seis de Champions

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