Xavi Hernández no fue diplomático. Ni tuvo en cuenta los galones de los futbolistas. Alineó al mejor equipo posible. Al menos, en teoría. Prescindió de Lamine Yamal y apostó por Ferran Torres, en un gran momento de forma. Tampoco se la jugó de entrada con Lewandowski, recuperado de su lesión. En cambio, fue valiente con Fermín, titular en el clásico, en detrimento de Oriol Romeu.
Lo avisó Xavi hace un año cuando anunció que al Barça le costaría encontrar un sustituto de Sergio Busquets. Tenía razón. Sus preferencias quedaron descartadas por el elevado coste de fichar a Martín Zubimendi o Kimmich. Tampoco pudo el club contratar a Brozovic, del Inter de Milán, que acabó en Arabia Saudí. La solución económica era Oriol Romeu, a quien le avalaba su buena temporada en el Girona. Y, sobre todo, su bajo precio: 3,4 millones de euros.
Romeu, formado en las categorías inferiores del Barça, nunca pudo competir con Busquets y se fue muy pronto. Pero nunca fue una estrella. Ni en el Chelsea, ni en el Valencia, ni en el Stuttugart ni en el Southampton. En Girona sí fue importante para Michel, pero el Barça es otra historia.
Los problemas de Romeu
Xavi intuyó muy pronto que tendría un problema en el mediocentro. El Barça, además, solo tiene un mediocentro posicional. Romeu comenzó bien el curso, pero se ha diluido poco a poco. Sus despistes defensivos penalizan mucho, sobre todo cuando el rival le busca la espalda. Y en la creación tampoco es fiable. Contra el Oporto perdió 11 balones.
Lesionado Frenkie de Jong, Xavi ha entregado el mando a Gundogan y Cancelo. El alemán es fiable, pero rinde mejor como interior que como mediocentro. Y el portugués puede ser un buen socio para Gundogan. De Vinicius se encargará Araujo.
Pérdidas importantes
Xavi ha sido fiel a sí mismo. Su gran temor son las pérdidas y el técnico ha apostado por el mejor mediocampo posible. En el mismo no tiene cabida Oriol Romeu, una mala fotocopia de Busquets. Pero es lo que hay.