Xavi Hernández es un técnico obsesivo en la búsqueda de la perfección. Nunca está contento. Siempre quiere más. Hace dos semanas, tras golear al Amberes (5-0), sorprendió al proclamar que el Barça había alcanzado su mejor nivel desde que él era su entrenador. Dos semanas después, tiene más dudas. El equipo es menos sólido que la pasada temporada y encaja muchos goles. Está preocupado porque quiere un Barça casi infalible, como lo fue el de Pep Guardiola. Y su reto actual para por emular a ese Barcelona casi invencible y silenciar muchas críticas.
Las comparaciones con Guardiola son habituales en la carrera deportiva de Xavi. Ya fue un tema recurrente a finales del siglo XX cuando debutó con el primer equipo. Con Van Gaal de entrenador. Entonces se decía que eran incompatibles en el campo, porque ambos jugaban de mediocentro.
Veinticinco años después, a Xavi se le sigue comparando con Guardiola. Con el Barça de Guardiola, que ganó 14 de 19 títulos posibles. Aquel equipo dominaba España y Europa con un fútbol de autor. Con una plantilla impresionante.
Plantilla de lujo
Víctor Valdés, Puyol, Piqué, Sergio Busquets, Iniesta, el mismo Xavi y Messi, entre otros, lideraban el considerado mejor Barça de la historia. El Barça actual no tiene tanta calidad, pero a Xavi le exigen el máximo.
Xavi ha bebido de la misma fuente que Guardiola: el cruyffismo. En el plano teórico, el actual entrenador del Barça siempre ha expresado su devoción por Johan Cruyff, pero sabe que tiene una plantilla con algunas limitaciones.
Cancelo y Koundé
La pasada temporada, el Barça ganó la Liga con gran autoridad gracias a su fortaleza defensiva. Muchos partidos se resolvieron por la mínima y a Xavi le molestó que le criticaran por su versión más pragmática. Y ahora busca un Barça con más gol, más pegada.
El fichaje que mejor retrata el cambio es Cancelo. Con él, el Barça tiene mucha más proyección ofensiva, pero concede muchos espacios. Con Koundé como lateral, el Barça era más previsible en ataque, pero en defensa era casi inexpugnable. Y Xavi sigue en la búsqueda de la perfección días después de que Laporta se abrazara efusivamente con él.