El Barça es un club especialista en vivir al filo de la navaja, pendiente día tras día de fechas límite y decisiones forzosas. Es una entidad con un modus operandi que consiste en apurar los plazos y llegar a la meta derrapando, convirtiendo cualquier actividad rutinaria —como inscribir jugadores o conseguir una licencia de obra— en un gran logro digno de ser celebrado.

La obra del Camp Nou es actualmente la obra civil en marcha más grande de Europa y requiere paciencia, comprensión y filosofía. No existen manifestaciones por las calles de la ciudad que exijan una vuelta inminente al estadio. Hay 25.000 socios que se han acostumbrado a subir a Montjuïc, y el resto son turistas que, con tal de ver al Barça, están dispuestos a pagar unos precios que echan para atrás al aficionado autóctono. Tanto es así que los ingresos por venta de entradas de la última temporada en Montjuïc subieron 44 millones de euros.

Las prisas por volver al Camp Nou han sido instigadas, desde el principio, por el propio club, ante la necesidad de presentar unos presupuestos hinchados con los ingresos extra del nuevo estadio. También para activar ya los Personal Seat License (PSL), una operación clave para regresar a la norma 1:1 de la Liga.

El Barcelona, hasta el momento, ha incumplido cuatro fechas de regreso a su casa, lanzó una campaña promocional anunciando que el Trofeo Joan Gamper se jugaría en el Camp Nou el pasado 10 de agosto, y tiene fijada la vuelta al estadio para el 14 de septiembre, dentro de 18 días, cuando aún no ha firmado ni el certificado final de obra.

Si la estrategia era apretarle las tuercas a los responsables de la obra, como dijo Laporta recientemente, está claro que no ha funcionado. Si el objetivo era engañar al auditor, tampoco. Pero, en descargo de los responsables, hay que decir que no es justo criticar al club por poner fechas de regreso y, al mismo tiempo, preguntar por ellas cada dos por tres.

Lo que sí es difícilmente defendible es que, a 18 días de volver a jugar en casa, el socio del Barça no sepa ni dónde ni cómo podrá ver ese partido. Es inaudito no haber comercializado los abonos ni haber puesto a la venta entradas para el Barça-Valencia de la jornada 4.

Por supuesto, también es censurable que el Barça, sin la certeza de poder volver al estadio, no tenga un plan B disponible. Ya fue un milagro que los Rolling Stones anularan su gira por Europa, pero no todos los días suena la flauta. La falta de previsión ha provocado que el club no tenga disponible su estadio para el primer partido como local esta temporada.

En esas está el Barcelona: inmerso en reuniones e intercambios constantes de papeleo, pero con una obra incompleta y sin el sello requerido para que entren el Ayuntamiento, los bomberos, la Guardia Urbana y Protección Civil a revisarla. Y con los adláteres oficiosos de las redes sociales acusando al Ayuntamiento de ser pericos y de querer hacer negocio a costa del Barcelona con el alquiler de Montjuïc, cuando los propios responsables del club admiten que el consistorio está poniendo todo de su parte. Ya se sabe: la culpa siempre es de los demás.

Para más inri, la vuelta al estadio también tiene su afectación deportiva: mientras el Barça siga en Montjuïc, el auditor, Crowe, no valorará la operación de los asientos Vip, y, por tanto, el club no volverá a la regla del 1:1. Por eso, desde los despachos del Barça llevan desde junio poniendo precio a suplentes de nivel como Fermín o Casadó. Si uno de ellos pide salir ante la falta de minutos, en el club se vería como maná caído del cielo: los problemas con las inscripciones se solucionarían de un plumazo. Cada oferta o aproximación se hace pública al instante, mientras los acólitos acusan a la prensa de tener un complot judeo-masónico para inventar y desestabilizar al club. Qué atrevida es la ignorancia.

El Barça sigue como en junio: sin lograr el 1:1, con Joan García inscrito por la baja de larga duración de Ter Stegen, y Rashford gracias a un aval de la directiva. Con tres futbolistas aún pendientes de ser registrados y sin saber cuándo volverá al Camp Nou ni dónde se jugará el Barça-Valencia de mediados de septiembre.

En el ecuador de la última semana de fichajes, a 18 días del regreso de la competición a Barcelona, los ordenadores de Sant Joan Despí y Arístides Maillol echan humo. Cada día es un deadline y cada novedad parece un avance hacia la tierra prometida. Por ello, hay quien bromea con un cambio de nombre para el club: F5 Barcelona.