Durante muchos años la maldición más famosa y temida del mundo fue la del faraón Tutankamón. Desde que el egiptólogo inglés Howard Carter descubriera la tumba en 1922, una serie de vicisitudes y hechos trágicos se han ido produciendo alrededor de los que acompañaron al célebre arqueólogo. Para empezar, uno de los mecenas de Carter, Lord Carnarvon caía fulminado cuatro meses después por la picadura de un mosquito que le causó una septicemia, agravada por una neumonía que ya arrastraba. Su perra, Susie, murió también al acto, el mismo día de la muerte de Carnarvon. Su hermano, Arthur Mace, presente en la abertura la tumba, murió cuando volvía a Londres en extrañas circunstancias, la secretaria de Carter murió de un ataque de corazón y su padre se suicidó al enterarse de la noticia, el hombre que radiografió la momia, Douglas Reid, murió en Suiza dos meses después. Y así una larga lista de hasta treinta terribles muertes atribuidas a la maldición de Tutankamón.
Hasta ahora, el joven faraón de la dinastía XVIII había logrado mantenerse en lo más alto en lo que a maldiciones se refiere, pero desde hace unos meses hay un hombre que también cuenta con sus fieles seguidores. Su nombre es Joan Laporta. Su maldición no tiene consecuencias trágicas hacia las víctimas, pero sí consigue incapacitarlos en su objetivo, que no es poco.
Los primeros en sufrir el azote del presidente blaugrana fueron los míticos Rolling Stones. El famoso grupo británico, encabezado por el incombustible Mick Jagger, tenía previsto iniciar su gira mundial en Barcelona con tres conciertos casi consecutivos. El escenario elegido era el estadio de Montjuïc. Las fechas escogidas, la semana del 5 al 11 de mayo, impedían la disputa del Clásico en el estadio Lluís Companys. La situación parecía un auténtico callejón sin salida para el club, ya que las propuestas planteadas -Montilivi e incluso Cornellà El Prat- no eran del agrado de la afición y presuponía un enorme varapalo logístico. Sin embargo, a última hora, los Rolling acabaron cancelando la gira, sin dar muchas explicaciones. La maldición de Laporta había consumado el objetivo.
Ahora, un rapero estadounidense, Post Malone, viene a Barcelona el 12 de septiembre para actuar en el Estadi Olímpic. En principio, el club tenía muy claro que no iba a volver a Montjuïc, ya que confiaba que iba a recibir los permisos del Ajuntament para abrir parcialmente el nuevo Camp Nou a principios agosto, con el torneo Joan Gamper como prueba piloto. Sin embargo, el consistorio ha exigido una serie de requisitos a la constructora que aún no se han hecho realidad, por lo que la licencia de primera ocupación sigue en el aire. Se habla incluso de un primer informe de los técnicos del Ajuntament con 200 incidencias a resolver.
 Ante esta tesitura, nadie en el club pone la mano en el fuego sobre si el fin de semana del 13 y 14 de septiembre se jugará en el Spotify Camp Nou: el club consiguió que LaLiga permitiera jugar las tres primeras jornadas fuera para dar más tiempo a concluir las obras. Si finalmente los permisos no llegan a tiempo, el FC Barcelona se vería abocado a volver a Montjuïc. Y aquí es donde Malone pasaría a ser la nueva víctima de la maldición de Laporta. Que nadie dude de que si el partido del Valencia no se juega en el Camp Nou, el rapero americano sufrirá una extraña indisposición dos o tres días antes de viajar a Barcelona, lo que permitirá al equipo jugar este partido en el Olímpic. 
En todo caso, y si yo fuera Post Malone, empezaría a evitar las salidas innecesarias y convertiría mi casa en un búnker, porque con Laporta nadie está a salvo...