La guerra declarada que muchos seguían negando todavía hace dos escasas semanas ya es una evidencia. Los que hemos seguido el culebrón cuando estaban todavía jugando, lo avanzamos y reiteramos que la actitud de Ter Stegen era la de un alemán orgulloso, cuadrado, pesetero y sin asumir la edad ni sus limitaciones. Pero bien, en la vida es lícito tener esta personalidad y también reclamar lo que es tuyo.
La pata principal de esta confrontación entre club y guardameta es la negociación del contrato que le queda y la millonada a la que no piensa renunciar. Se ha dicho por activa y por pasiva: esto se debe basar en una negociación entre ambas partes y no sería la primera vez (ni la última) que un jugador se marcha del Barça y sigue cobrando en diferido.
Pero hay otra razón principal por la que Ter Stegen se empeña en no asumir la derrota. Y tiene nombre propio: Wojciech Szczęsny. El polaco tiene 35 años, el alemán, 33. Aunque parezca una cuestión de edad, dos años de diferencia de más para el primero no significan nada desde el punto de vista de Hansi Flick. Porque Szczesny ha demostrado una profesionalidad dentro y fuera del campo que ha enamorado al míster, aunque tenga su perdición por los cigarrillos. Y porque ha hecho de la discreción todo un símbolo de elegancia. Y porque ha dado la talla, al fin y al cabo, desde la portería.
Y todo ello, el mimado de Ter Stegen lo lleva fatal. Ahora mismo, el portero alemán no acepta la estrategia del Barça para inscribir a Joan García y Szczesny con el margen salarial que liberaría su baja. Se niega a firmar el consentimiento para que el club le envíe el informe de su lesión y de su operación a la Comisión Médica de la Liga que debe evaluar la gravedad de la misma. Pues bien, una de las razones principales que podría desencallar esta situación es si le aseguran la rotación en la portería con Joan Garcia y Flick deja a Szczesny como tercer portero. Una situación inimaginable porque, a día de hoy, ni Flick ni Deco quieren ver ni en pintura a Ter Stegen.
La envidia no es sana. El pulso que les está haciendo es complicado y difícil de resolver, pero la novia catalana que tiene ahora y no para de promocionar, Ona Sellarès, le podría dar un sabio consejo: nadie está por encima del club.