El Barça vive días convulsos. De mucha incertidumbre y agobios por la delicada situación económica, las dudas que suscita el Espai Barça por su elevado coste (1.500 millones de euros) y las consecuencias del caso Negreira. Posiblemente, la actual crisis reputacional sea la más grave de la historia y de dimensiones parecidas, aunque por motivos muy distintos, a la gran crisis de 1988, el año del Motín del Hesperia.
Hace 35 años, el Barça estaba al borde de un ataque de nervios. La temporada 1987-88 comenzó con Terry Venables de entrenador y terminó con Luis Aragonés en el banquillo. Tras una victoria en la primera jornada de Liga en Las Palmas, el equipo azulgrana encadenó tres derrotas ante Sevilla, Espanyol y Valencia que sentenciaron al técnico inglés. La Liga fue una pesadilla para el equipo azulgrana y la afición desconectó. En la mayoría de los partidos, el Camp Nou registró entradas paupérrimas.
Los contratos de Núñez
El Barça deambulaba como un animal herido por los campos de España. En Europa fue eliminado por el Bayer Leverkusen en cuartos de final de la UEFA. La afición cargaba contra Núñez, con pancartas en el Camp Nou que pedían su dimisión. La relación entre la plantilla y la junta directiva era tensa, muy tensa, por el pago de los impuestos. El Barça, entonces, pagaba los salarios de la siguiente manera: un 60% como contrato federativo (los jugadores tributaban el 53% a Hacienda) y el 40% restante como derechos de imagen (tributaban el 35%).
La presión de Hacienda, que reclamaba más dinero a los futbolistas, indignó a la plantilla. El expresidente Núñez no quiso asumir las cantidades pendientes con la Agencia Tributaria y las tensiones reventaron el 28 de abril en el famoso Motín del Hesperia. Ese día, los jugadores del Barça llamaron personalmente a los medios de comunicación para convocar una rueda de prensa en el hotel que el vicepresidente Joan Gaspart tenía en Tres Torres.
La petición de Alexanko
José Ramón Alexanko, acompañado por toda la plantilla del Barça con tres excepciones --Gary Lineker estaba con la selección inglesa en Hungría, López López se recuperaba de una lesión y Bernd Schuster se mantuvo al margen--, pidió la dimisión de Núñez en nombre de los futbolistas. "Aunque la petición de dimisión es un derecho de los socios del club, en la plantilla sugerimos dicha dimisión”, dijo Alexanko.
El entonces capitán del Barça lanzó la bomba. Le secundaron sus compañeros. "El presidente del Real Madrid sí que está con sus jugadores", comentó Carrasco, mientras que Urruti, el héroe de la Liga de 1985, añadió: "Que me hagan esto a mí, que he callado después de todo lo que ha pasado y he sangrado y he muerto en el campo por el Barça".
La Copa del Rey
Cuatro semanas antes, el Barça dio la única alegría de la temporada a la afición al ganar la Copa del Rey. En la final, el equipo de Luis Aragonés se impuso a la Real Sociedad con un gol milagroso de Alexanko. Ese día, 30.000 aficionados donostiarras apoyaron a su equipo y solo 5.000 hinchas del Barça acudieron al Bernabéu.
La Copa del Rey fue un oasis en una temporada muy tensa que acabó con la salida de Luis Aragonés y el fichaje de Johan Cruyff. Fue la solución de emergencia de Núñez para frenar el descontento de la afición y, sobre todo, para desmontar la estrategia de la Generalitat, entonces presidida por Jordi Pujol, para controlar el Barça. En 1989, Sixte Cambra, empresario convergente, fue el rival de Núñez en las elecciones. Núñez ganó en las urnas y construyó un nuevo equipo, dirigido por Cruyff pero edificado por Javier Clemente, a quien el entonces presidente del Barça quería que fuera el entrenador del primer equipo. Y fue Clemente quien recomendó los fichajes de López Rekarte, Begiristan, Bakero, Eusebio y Julio Salinas, entre otros. Ese verano, el Barça dio de baja a 14 futbolistas.
La deuda del club
Treinta y cinco años después, el Barça vive otra crisis de dimensiones siderales. El presidente no está en el punto de mira de la plantilla ni el equipo palidece en los campos de fútbol. La actual es una crisis reputacional y económica. Hoy, el club está en manos del equipo, con una deuda de 1.200 millones de euros y buscando, desesperadamente, financiación para pagar los 1.500 millones de euros que costará el Espai Barça.
Laporta ha convocado este jueves a su junta directiva para hablar de los temas más calientes de la actualidad. Entre ellos, la financiación del Camp Nou. Muchos directivos han presionado en los últimos días al presidente para que aplace el inicio de las obras de reforma del campo, preocupados por las deudas del club y la actual coyuntura económica mundial.
Limak y Negreira
La elección de la empresa turca Limak Construction para reformar el Camp Nou ha sido muy cuestionada por el sector de la construcción y otros ámbitos. Tampoco gustó a Goldman Sachs y JP Morgan, que piden las máximas garantías al Barça para financiar su proyecto más ambicioso del siglo XXI.
Laporta, por otra parte, sigue sin pronunciarse públicamente sobre los pagos del Barça a José María Enríquez Negreira, exvicepresidente del Comité Técnico de Árbitros, que entre 2001 y 2018 cobró 7,3 millones de euros del club.
La UEFA abre una investigación
La UEFA ha abierto una investigación y podría sancionar con un año de suspensión de las competiciones europeas al Barça antes de que se conozca la resolución judicial de un caso que dañe la imagen del club y la búsqueda de nuevos patrocinadores.
El Barça, por otra parte, tiene que rebajar su masa salarial en 200 millones de euros. De los 648 millones actuales tiene que pasar a 450 millones en la próxima temporada. A Laporta y la dirección deportiva no les queda más remedio que intentar vender a algunos jugadores con fichas elevadas y, por ejemplo, ofrecer un contrato a la baja a Sergio Busquets para prorrogar su contrato. Antes de fichar, el Barça deberá vender en el mercado de verano, síntoma de la actual crisis de un club que vivió convulsiones importantes hace 35 años. El Motín del Hesperia abrió un nuevo ciclo en el Barcelona. Núñez resistió como presidente y Laporta tampoco parece estar por la labor de tirar la toalla.