Ha tenido que venir un señor de Alemania, aquel país cuya federación de fútbol se pasó más de una década estudiando la forma de jugar de la selección española, para que el Barça recupere sus hechuras más letales. Sus 12 puntos de 12 posibles en el arranque liguero recitan con una voz nueva, fresca y sugerente, el vilipendiado mantra del 'modelo', y resucitan una forma de competir que solía ser consustancial al Barcelona: el qué, las victorias, se edifican sobre el cómo, un juego que convierte las debilidades en fortalezas a través de la astucia y la armonía colectiva.

Sin necesidad de comparar con etapas anteriores, donde también se hablaba mucho del cómo, pero este se presentaba esquivo, a menudo un enigma casi indescifrable, es obvio que Hansi Flick ha conseguido dotar en muy poco tiempo de una notable inteligencia táctica a un equipo plagado de bajas y canteranos. El Barça ataca bien el bloque bajo, buscando los intervalos y las entradas en segunda línea a través de Olmo, Lamine y Balde. Pero es que también castiga las defensas adelantadas, con Cubarsí, el propio Lamine y Pedri sacando el máximo partido a su visión panorámica del juego. Curiosamente, ambas virtudes parten de un evidente abandono de la improvisación que era impensable sin la concurrencia de dos factores: una preparación física con objetivos estratégicos y un plan congruente desde el banquillo.

Los partidos del Barça hasta ahora, independientemente del resultado final, están siendo un auténtico clinic de juego de posición, con un mediocampo que domina desde la resistencia y la exactitud. El nuevo cuerpo técnico dispone de un grupo de jugadores limitado pero cada vez más educado en ciertas recetas que reducen el colesterol en la circulación de la pelota, las cuales ya prescribía el mismísimo Johan Cruyff. Por ejemplo, que quien la recibe en sus pies mire siempre primero al compañero más abierto y alejado de su posición. O que el ataque comience no solo en el mismo momento de la recuperación del esférico sino varios segundos antes.

El efecto positivo que más llama la atención es, sin duda, que los jugadores del Barça confían mucho más los unos en los otros. No es extraño que los grandes beneficiados del clima general, que anima a subir la banda, acompañar en la presión, filtrar pases y mirar a los delanteros sean Raphinha, el futbolista azulgrana que más desmarques de ruptura realiza, y Lewandowski, un '9' cuyos registros goleadores no tienen su principal multiplicador en el uno contra uno sino en la colocación. Tras el parón de selecciones, al líder destacado de La Liga lo aguardan varias visitas complicadas que pondrán a prueba su solidez, pero hasta entonces también puede descansar sobre una certeza: por primera vez en mucho tiempo su afición aguarda su retorno henchida de ilusión y orgullo. Porque le gusta lo que ve sobre el campo, y con razón.

P. D.: Nos vemos en Twitter: @juanblaugrana

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