Thiago Messi y su recientemente confesado deseo de jugar algún día junto a Lamine Yamal son el ingenuo prólogo de una hercúlea epopeya para el Barça: la de conducir, por segunda vez en este siglo, a un talento singular desde su seminario futbolístico a los altares del juego. Si el Barça ha hecho una cosa bien en su historia reciente ha sido mantener la forja de La Masia a temperatura constante. La cantidad de sus canteranos que asoman al primer equipo y poco a poco pasan no solo a vertebrarlo sino a liderarlo sigue sin tener parangón en la élite del fútbol mundial. Y, como sucedió con Leo Messi en la primera década de los 2000, desde hace tiempo resuenan en sus yunques las alabanzas a un muchacho cuya concepción del fútbol es a menudo indistinguible de la magia.
Lamine Yamal, que debutó con España en la Eurocopa poniendo a bailar al bravo Josko Gvardiol tal y como hiciera un veterano Lionel en las semifinales del pasado Mundial, deberá recorrer su propio camino en un club que cuenta con una gran ventaja sobre los demás: ya tuvo éxito al catapultar a uno de sus niños para que asaltara los cielos. Un martillo envuelto en seda como zurda, un cambio de ritmo vertiginoso, una capacidad innata para limpiar rivales, ese regularidad que solo exhiben los más grandes y una madurez diabólica recordaban demasiado al genio de Rosario como para que la memoria formativa del Barça no se activara hace tiempo de forma casi automática.
'Leomine' quema etapas de manera todavía más precoz, pero lo importante es que aquello que el Barça empezó con Xavi y continuará con Hansi Flick, incluso estando aún a medio cocer, evoca no solo las pinceladas gruesas del equipo más glorisoso que han visto los tiempos sino muchos de sus claroscuros más sutiles. Sin duda, el estudiante de Secundaria que nos ocupa necesitará todo lo que tuvo el diez de dieces, y una cosa por encima de todas: un grupo de mentores, compañeros, amigos y aliados sobre el campo, todos contribuyendo al desarrollo de una inteligencia colectiva. Leo no era solo la estrella del Barça sino su hilo conductor. Su explosión goleadora no fue causa sino consecuencia, y por eso parece factible replicar al menos un porcentaje de aquel legendario desempeño.
Especialmente en el deporte, todo puede salir mal siempre. Pero cuando la bola rueda a los pies de Lamine es más fácil que coja velocidad y transite hacia los lugares adecuados. El Barça ya se construye a su alrededor, con el objetivo de equilibrar distintas zonas del campo y proporcionar a su nuevo niño prodigio un ecosistema donde adquiera la mayor cuota de protagonismo con el menor coste para su condición de jovencísimo futbolista. Ese cambio de paradigma ya ha tenido lugar en la entidad azulgrana, pese a lo turbulento y crítico de su presente, a una velocidad que otros clubes más timoratos no son capaces siquiera de concebir en tiempos de bonanza. Y una vez en marcha, progresa inmarcesible. Por esa rendija ahora convertida en ventanal es por donde el Barcelona se asoma de forma más decidida a recuperar su grandeza.
P. D.: Nos vemos en Twitter: @juanblaugrana
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