Decía el intérprete y director italiano Vitorio Gassman que "un buen actor es un hombre capaz de ofrecer una mentira tan real que todos participan de ella". No es ni mucho menos el caso de Joan Laporta y Xavi Hernández, quienes la semana pasada escenificaron juntos ante la prensa una personalísima versión de Este muerto está muy vivo, con lagrimitas y todo, durante la cual la implicación del público fue, admitámoslo, tirando a escasa. Al menos, quedó claro para todos que este Barça se cimenta en el amateurismo. Una aproximación que suele estar bien considerada en el ámbito del deporte, por cuanto supone de revisitar sus esencias, pero que inevitablemente resulta en un déficit competitivo cuando los rivales, siempre egoístas, se abstienen de practicarlo.
Que Xavi siga siendo el entrenador del Barça en la 2024-25 no tiene nada de malo en lo deportivo. El éxito o el fracaso dependerán de su capacidad para evolucionar como técnico y de un grupo de futbolistas talentosos pero intermitentes. Pero sí acarrea una importante carga de toxicidad. La leyenda egarense ha desplegado durante su segunda temporada completa al frente del equipo un argumentario falaz y desprovisto de coherencia. Peor aún, es difícil saber si sus constantes señalamientos y artificios han sido fruto del cálculo o de una inconsciencia pueril. Sus raptos de violencia verbal y física en la banda sugieren más bien lo segundo. Y la abrupta cancelación de su dimisión en diferido, tras meses de razonamientos plañideros e impostada dignidad, apunta a una inestabilidad emocional incompatible con el liderazgo.
Así, lo más preocupante es cómo gestionará el vestuario del primer equipo del Barça su relación con un entrenador tan displicente. El mismo Xavi y su entorno (porque él también tiene entorno, no crea usted) han reiterado tanto on como off the record que los jugadores lo respaldan y creen en la existencia de esa famosa 'flama' a la que se refería el presidente Laporta en su Auto de Resurrección del pasado Jueves. Pero quizá eso solo sea lo que Xavi y su staff creen, mientras algunos de sus futbolistas andan planeando con sus agentes una escapatoria este verano. También quisieron convertir en piedra de su iglesia futbolística al pirado de Dembélé, y ya sabemos como acabó eso.
Pero, eh, si la Junta Directiva quiere imponer este sainete como normalidad, poco se puede hacer. A menos que algún soci bienintencionado y, ya saben, dispuesto a fiscalizar al poder, recurra a financiar bajo cuerda la publicación de noticias falsas en un pseudo medio de comunicación para que un sindicato trucha pueda llevarlas a un juez amigo que prevarique (presuntamente), no se atisba manera clara de cambiar esta deriva. Quede aquí un aviso: si ya ni palmando todos los títulos y todos los partidos contra el Madrid en una temporada se destituye al entrenador del Barça, nadie podrá culpar a la afición culé si, de no mejorar mucho su equipo, en el primer partido de vuelta en el Camp Nou asoman una pañolada y un gigantesco tifo con el famoso grafiti aquel de 'Emosido engañado'. Lo que falta saber es si a esas alturas del año la protesta no se la comerá el pobre Márquez, claro.
P. D.: Nos vemos en Twitter: @juanblaugrana