El Nápoles y el 'Plan B'
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Por si hay algún lector joven que lo duda, en aquellos días de Messi y rosas también encontraba el barcelonismo razones para revolcarse de cuando en cuando en la amargura. Incluso antes de las aciagas noches europeas contra Roma, Liverpool o Bayern, una veta sorprendentemente prolífica de preocupación alrededor del Barça fue lo que se dio en llamar 'el Plan B'. En resumen, se refería a las dificultades que en ocasiones encontraba el equipo azulgrana, a menudo excelso y dominador, cuando algún contrario de los tantísimos que se sabían inferiores en el golpe por golpe plantaba no ya un autobús, sino un Airbus 380 delante de la portería.
Es cierto que se hizo evidente en muchas ocasiones y con diversos entrenadores la falta de una alternativa de juego que generara, además del habitual merodeo por las inmediaciones del área rival, tres o cuatro disparos peligrosos a puerta cuando asomaba el minuto 80 y el gol no llegaba. Se apuntó directamente a la escasez de centros laterales y disparos lejanos, pero en general la falta de estatura y potencia de la inmensa mayoría de atacantes del Barça desaconsejaba dichas opciones. Incluso cuando Piqué se colocaba como '9' de emergencia y sobre el campo estaban Rakitic, Keita, Villa o Suárez, los técnicos culés insistían de forma contumaz en la circulación de lado a lado, la búsqueda de la diagonal y la aparición del hombre libre como caminos ofensivos de preferencia.
A falta de humildad para aceptar que si unos profesionales del fútbol con tantos títulos en su palmarés desechaban el desarrollo de este 'Plan B', por algo sería, la esencia de un concepto manoseado por las opiniones pública y periodística osciló entre lo táctico y lo personal. Casi siempre, entre el anhelo por regalarse a los ojos una batería de centros laterales y la conveniencia de fichar a un delantero grande o un centrocampista que diera buenos zurriagazos al balón, por torpes que fueran. Especialmente cuando al gran rival, el Real Madrid, a menudo parecían funcionarle ambos sortilegios en momentos de especial dificultad.
Es curioso que Xavi Hernández, quien ahora va predicando sobre la variedad de perfiles en plantilla y la igualdad en el fútbol moderno, aceptara hace dos veranos la venta de Aubameyang y la marcha de Luuk de Jong, cuando ambos habían demostrado ser una encarnación casi milagrosa de ese espectral 'Plan B' azulgrana. En aquel periodo de entreguerras llegó Lewandowski, sí. Pero también Raphinha, Kessié o Marcos Alonso. Y el resto es historia del Barça, para bien y para mal.
Como el fútbol es bien cabrón, que diría El Vasco Aguirre, a Xavi le toca ahora una vuelta de octavos de Champions contra el Nápoles donde está obligado a cumplir el presupuesto del club, y también a dar al aficionado culé un motivo tangible para exhibir un mínimo de orgullo. Todo sin poder alinear ni un minuto a tres cuartas partes de su centro del campo titular. Luego no es que necesite un 'Plan B', es que le hace falta el mejor de cuantos en el Barça han existido e incluso soñado. Se enfrenta, en fin, a uno de esos desafíos que, hasta en el caso de los entrenadores interinos e independientemente del resultado de la eliminatoria, revelan sin lugar a dudas el talento de un preparador... o su manifiesta impericia. Visto lo visto, se hace difícil apostar por una demostración de maña del egarense, pero no hay más remedio. Este martes y hasta junio, si todo va medianamente bien.
P. D.: Hasta siempre, Vanguar, Zorro de Sants, Marqués. Que Johan Cruyff te tenga en su gloria.
P. D. 2: Nos vemos en Twitter: @juanblaugrana