Amiguinho, que deus te bendiga. Porque pocas cosas hay más satisfactorias en el deporte que clavársela a tus ex hasta donde pone Toledo justo la semana en que han aprovechado que les preguntaban para rajar de ti, pintarte como un cualquiera y avisar a tu nueva novia de que no se enamore, tonta del haba. Si además lo haces birlándole la bola a uno y picándosela suavecita al portero para que al final acabe la cosa 1-0, merecen la pena todas las patadas, codazos y rascadas de tobillo que te llevas, con toda lógica, durante el resto del partido.
Pero no solo por eso tiene Joao Félix motivo para celebrar la victoria azulgrana ante el Atlético, sino sobre todo porque su Barcelona (nuestro eres y tuyos somos, príncipe, mago, coloso, pirámide) concretó el primer partido disputado en Montjuïc que puede calificarse de olímpico, o casi. ¿Falló Lewandowski media docena de ocasiones claras? Sí, y alguna de ellas, de forma inexplicable. ¿Dominó el Atlético algunas fases del encuentro? En efecto. ¿Se desperdiciaron contraataques en superioridad numérica? No uno, sino varios. ¿Hubo paradas salvadoras de Iñaki Peña? Pues claro, para sorpresa de los culés de poca fe que hasta hace una semana aún creían que Pinto y Cillessen fueron alguna vez en su carrera mejores que este muchacho. Entonces, ¿por qué a lo de ayer le ponemos buena cara y camisa reventona en lugar de morro torcido y rebeca cruzada? Pues porque cuando en el Barça se dice que lo más importante es el juego no es como cuando el himno del Madrid afirma lo del caballero del honor y lo de dar la mano cuando pierde, esto va en serio.
Así que, por una vez, Xavi pudo salir tranquilo a decir que los muchachos merecieron más. Porque fue obvio para todos que practicaron lo que llevaban tiempo buscando: un fútbol digno de sentarse delante para verlo. Todo surgió, por supuesto, de un equipo y un plan de partido nacidos bajo el dulce arrullo de la congruencia. Con dos parejas de futbolistas en banda que ya habían jugado juntos antes y lo habían hecho bien, los tres mejores centrocampistas en la media, Araújo y Christensen de centrales y un señor fortachón de Polonia recibiendo cada cinco minutos algo que rematar a la portería.
El equipo anduvo lejos del sobresaliente, no digamos ya de tararear el esquivo canto de sirena aquel de la excelencia, pero demostró nervio, creatividad, carácter competitivo, muchas ideas asociativas y ese tipo de recursos que dan confianza a los futbolistas, incluso a los que leen la prensa. Es verdad que Simeone planteó un partido clásico, canchero, con pocos cambios y variantes limitadas. Pero lo del Barça ayer, se ponga como se ponga el xavinetismo militante, no era mucho pedir sino lo mínimo exigible. Y si el egarense y su staff logran dar continuidad a la canción, verá usted, astuto lector, cómo en esa partitura encaja todo, desde las atipladas excusas por que la hora del partido les viene mal hasta los pavarottianos recitales de Pedri. Porque el fútbol para el Barcelona no es el punto de inflexión, sino el punto de encuentro.
P. D.: Nos vemos en X: @juanblaugrana