Gran parte del barcelonismo desayuna estos días sin saber qué senda le conviene más: la del zen o la del rencor. Los hay que recuerdan la naturaleza artera de un Real Madrid siempre peligroso a un solo gol de distancia tras entregar un Clásico al que los culés llegaban faltos de efectivos pero también de urgencias, y en el cual se vieron mandando en juego y marcador en una primera parte de azulgrana satén. Enfrente, asoman quienes no encuentran explicación a que ante un rival cuyos laterales izquierdos solo fueron Mendy y Camavinga, Lamine Yamal no jugara ni un solo minuto de extremo derecho, y Xavi permitiera sin intervención alguna la previsible caída de su agotado equipo en el 65'.
Lo cierto es que tanto quienes ven el vaso medio lleno como quienes lo presentan medio vacío poseen una profunda carga de razón. Y tampoco es extraño que los unos critiquen los argumentos de los otros, calificándolos de carga de profundidad contra los intereses del club. Hay quien advierte de que la permisividad con los errores del entrenador es un recipiente ya colmado. Que Xavi prefirió darse el lujazo de cambiar a Ferran por un Lewandowski renqueante mientras Ancelotti remozaba su centro del campo y proporcionaba a su equipo los mimbres lograr el empate. Y que en la rueda de prensa posterior, Hernández dio vueltas a los mismos tropos que lleva visitando desde hace más de dos años. El equipo mejora, pero... ¿Basta eso para asumir ya como dogma de fe que al técnico blaugrana siempre le van a faltar cuarenta céntimos para el euro?
Del otro bando, se pide sosiego y calma. Pero esta vez con mayor vehemencia, pues los culés complacidos con el ascenso en capacidad competitiva del Barcelona ven en la crítica excesiva el comienzo de una espiral de autodestrucción. ¿Cómo se puede dudar de un técnico que, con los mimbres justos, le pega un baile al Madrid hasta que a sus contados jugadores disponibles les aguantan las medias subidas? Si el VAR no se hubiera hecho el sueco con el penalti de Tchouameni a Araújo (se pitó uno muy similar ayer en la Premier, por cierto), o si hubiera entrado alguna de las ocasiones de Fermín o Cancelo... seguramente estaríamos hablando de golpe sobre la mesa, confirmación de la nueva era y la Biblia en pasta.
Yo ayer, desde luego, me abrí una cervecita en el descanso. Y prefiero quedarme con eso que con una derrota puntual en un partido de octubre. Pero me sigue preocupando que haya cada vez más jugadores en el Barça capaces de desprender baja entropía en lo individual pero no de trasladar esa cualidad al colectivo. Por eso temo el día en que Xavi no solo sustituya futbolistas en el campo un poco al tun-tun, sino que también cambie su habitual parsimonia por una serie de catastróficos ataques de entrenador. Lo de "este es el camino", en efecto, cansa un poco. Pero estoy bastante seguro de que podría ser peor. Sobre todo teniendo en cuenta que, como denunció amargamente Gündogan, en el vestuario del Barça ser un mingafría sigue estando de moda.
P. D.: Nos vemos en Twitter: @juanblaugrana