Hay múltiples argumentos para sostener y no enmendar que Koundé fue el gran fichaje del Barça en el verano de 2022, pero principalmente se resumen en dos: lo bien que defiende y lo bien que ataca. En ambas lides aguantó la comparación Jules la pasada temporada con cualquier otro debutante azulgrana, incluido un Robert Lewandowski que condujo casi tres docenas de balones a la jaula pero, si no me falla la memoria, no despejó ninguno bajo palos para evitar un tanto rival.

Ahora, en el arranque de su segundo curso, Koundé juega incluso mejor. Se desliza sobre el verde mezclando la maniobrabilidad de un ultraligero con la contundencia de la maquinaria pesada. La primera explicación a su notorio rendimiento, con gol incluido, en sus cuatro partidos de Liga y 360 minutos (unos 400 con los delirantes añadidos) es posicional, claro: Xavi lo alinea como central en ausencia del lesionado Ronald Araújo. De esta forma queda atrás su controvertida inmolación como falso lateral derecho, y parece que la restitución del exsevillista será permanente si a la llegada de Joao Cancelo le sumamos un cierto atolondramiento de Andreas Christensen. No dudo que la zapatiesta del bravo danés será transitoria, pero Araújo volverá más pronto que tarde para reanudar ese camino que el destino parece reservarle: de titán a capitán. Y a su lado solo podrá quedar uno. Al menos, saliendo de inicio.

Como escribió otro célebre Jules, de apellido Verne, "todo lo que una persona puede imaginar, otras podrán hacerlo realidad". De lo que no estoy tan seguro es de si el barcelonismo fantaseaba con el encaje en este equipo de un central tan original y a la vez tan efectivo como Koundé. Dónde acaba su fuerza es imposible saberlo, puesto que su físico y su tesón se retroalimentan el uno al otro en oleadas de energía cinética. Su despliegue a lo largo y ancho del verde es tan robusto como delicado, a veces incluso un poco dubitativo. Pero su aparente indecisión no tiene nada que ver con las vacilaciones de un timorato, se parecen más bien al terso titubeo de un saxofonista de jazz antes de adentrarse en una nueva improvisación.

A ras de suelo es un caimán. Por el aire, un halcón peregrino. Nunca descuida su posición ni se desentiende de las de sus compañeros. Y cuando comete un error, indefectiblemente lo sepulta bajo un largo listado de aciertos. Tampoco hace nada extraño, y paradójicamente eso es lo más raro, sobre todo en su relación con la pelota cuando sale de zona defensiva, preludio de grandes quebrantos para casi todos los centrales que en el Barça contemporáneo han sido. Koundé siempre juega envuelto en un atrevimiento elegante, acorde con su ya famoso vestuario de calle. Pero por mucho que hablemos de su ropa o de él, no lo vamos a poner nervioso. Porque gobierna en los partidos como lo hacían algunos de los mejores jugadores de la historia del Barcelona: desde la calma, pero con mucha chicha.

P. D.: Nos vemos en Twitter: @juanblaugrana

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