Pese a echar los dientes futboleros en La Masia y haberse convertido en gloriosa leyenda del Barcelona contra el pronóstico de múltiples analistas dentro y fuera del club, Xavi está destapándose como un entrenador mucho menos docente que negociante. Resulta irónico que precisamente él, quien cimentó su carrera bajo el insistente vuelo de una bandada de pájaros de mal agüero y picos afilados tan críticos hacia sus cualidades, muestre tanta insistencia en sala de prensa pidiendo fichajes y se apresure a desterrar a un buen número de jóvenes canteranos en cada mercado.
La explicación más sencilla pasa por la coincidencia de dos urgencias ineludibles: el Barça, pese a campeonar en la última Liga, tiene prisa por recolocarse en la élite tras un par de años de penuria europea; y además afronta una deuda insólita, entrampado entre la herencia recibida y el Nou Camp Nou por recibir. Todos sabemos que esa perenne fila de Lemmings marchando hacia el precipicio que es, en su mayor parte, cada generación de jóvenes valores azulgranas no solo sirve para sacar rendimiento deportivo sino también rédito económico. Pero una cosa es el mercado, amigo, y otra muy distinta, convertir la cantera en un mercadillo.
Astillar en cuatro ventanas de fichajes más de 200 millones en delanteros entre pagos fijos y variables, amén de una buena morterada en salarios, se sostiene en la lógica desconfianza del técnico del Barça en las aptitudes de Jutglà, Alarcón, Estanis, Ilias, Abde e incluso Ansu Fati para desnivelar la balanza del marcador en escenarios potentes. También se entiende que una vez cargada la cañonería, con mejor o peor suerte, escaseen tanto los dorsales ofensivos como el pecunio disponible para darse alegrías en otras posiciones. Pero alistar a jugadores como Iñigo Martínez y Oriol Romeu o intentar, como se intentó, la contratación del ahora madridista Arda Güler deja varias lecturas y no todas son amables.
Si el cuarto central y el quinto centrocampista en la rotación de la primera plantilla no vienen del B ni del juvenil, parece lícito aseverar que el Barcelona tiene un problema estructural en lo deportivo que afecta directamente a lo económico. En especial cuando la principal traba para mejorar su competitividad no es tanto comprar, asunto que siempre puede acondicionarse con plazos y diferimientos, como inscribir lo comprado. Ya se intuye por su planificación hasta ahora que Xavi tiene ganas de virar definitivamente hacia el 3-4-3, pero eso no atenúa la sensación de que sobrarle Nico, Pablo Torre, Collado o Chadi quizá es mucho sobrarle.
Incluso defendiendo como defiendo que el Barcelona no es una ONG, y por tanto la meritocracia ha de ejercer un dominio implacable, no puedo dejar de preguntarme si al menos no debería ser requisito sine qua non para cualquier jugador de 32 años y 400 millones de cláusula enfundándose en este momento la azulgrana que lo haga con mínimo una Champions bajo el brazo... o no lo haga en absoluto y deje un poco de espacio en la mesa para los chavales. Ni que sea en la Copa del Rey.
P. D.: Nos vemos en Twitter: @juanblaugrana