La historia del Barça da para muchos libros, y no todos dedicados a los éxitos del equipo ni de sus jugadores. Ni mucho menos. También hay espacio para escenas más delicadas, pues la exposición mediática de estos deportistas los hace a la vez blanco de los delincuentes, vulnerables por muchas medidas que tomen. Es el momento de repasar el secuestro que sufrió Quini, así como los intentos de rapto de Cruyff y De la Peña.
Casi un mes encerrado en un zulo
El caso más sonado, pues fue el único que se consumó, fue el secuestro de Enrique Castro Quini. El 1 de marzo de 1981, tras participar en la goleada al Hércules (6-0) con un doblete, el fenómeno asturiano salió del Camp Nou para marcharse a su casa y esperar a su mujer y a sus hijos, que regresaban de Gijón, pero, al llegar a Barcelona, su familia no lo encontró en el hogar. Había desaparecido. Se había esfumado. El silencio con el paso de las horas solo aumentó la incertidumbre, acrecentada todavía más al día siguiente, cuando apareció su Ford Granada color whisky cerca de su domicilio.
A Quini se lo habían llevado tres secuestradores (Fernando, Víctor y Eduardo) de poca monta y pocos recursos, ni trabajo tenían, que vieron en el futbolista una manera rápida de hacer dinero. Se lo llevaron a un zulo de Zaragoza, sin servicio, y lo alimentaban a base de bocadillos. No lo trataban mal, pero las condiciones que le ofrecían eran deplorables. Por él pidieron un rescate que querían cobrar en Suiza, lo que acabó por descubrirlos. Pero hasta llegar a ese punto, al 25 de marzo, día de la liberación, pasó cerca de un mes de angustias, comunicados e investigaciones. El bueno de Quini los terminó perdonando, y ellos, que fueron condenados a 10 años de prisión cada uno, mostraron su arrepentimiento siempre.
Una furgoneta con un colchón
Cuatro años antes, quien fue víctima de un rapto frustrado en su propia casa fue Johan Cruyff. Ocurrió el 17 de septiembre de 1977, y aquel episodio le llevó a renunciar al Mundial de 1978 en Argentina. No quería alejarse de su familia tanto tiempo en aquel contexto. Sea como sea, la amarga anécdota comenzó con una llamada al timbre, mientras el 14 estaba viendo un partido de baloncesto en la televisión. Creía que era un mensajero. Lo contó en su autobiografía: “Cuando abrí la puerta me encontré con una pistola apretada contra mi cabeza y me obligaron a tumbarme bocabajo. Todos estábamos en casa. Los niños estaban en su cuarto y aquel hombre le dijo a Danny [su mujer] que se tumbara también. Yo intenté razonar con él. ‘¿Quieres dinero? ¿Qué quieres?’. Me ató y me amarró a un mueble”.
Para atarlo, “tuvo que dejar la pistola un momento, y entonces Danny se levantó y salió de la habitación y del edificio. El cabrón la persiguió”. En ese instante, Cruyff pudo liberarse y coger la pistola para asegurarse de que no lo hacía el malhechor. “Hubo tantos gritos que se abrieron las puertas de todo el edificio. Enseguida le redujeron. Más tarde se supo que delante de nuestro apartamento había una furgoneta aparcada, con un colchón dentro, de modo que todo apuntaba a un secuestro como los que se producían en España en aquella época”, escribió.
Un delincuente fugado
Más reciente es el susto que se llevó Iván de la Peña, el 29 de enero del 2001, tras salir del Camp Nou, adonde había acudido, lesionado, a una sesión de recuperación. Eran alrededor de las 19.30 de aquel lunes cuando se subió en su Porsche y puso rumbo a la casa de sus suegros, en la avenida de Pedralbes, a 300 metros del estadio. En tan poco recorrido, pronto se dio cuenta de que un Ford Escort negro le seguía de cerca, pero las alarmas se encendieron cuando ese vehículo entró en el párking tras él. Llegó a bajarse del coche, pero al ver que los dos sospechosos que le acechaban trataban de impedirle el paso, volvió a subirse a su deportivo y salió corriendo del aparcamiento. Pudo esconderse y anotar la matrícula de los maleantes. Era falsa; pertenecía a un Mazda robado en Badalona.
La policía dio con el cabecilla a medianoche en Castelldefels (Barcelona) acompañado de su hija. Tras un tiroteo y un intento de fuga, terminó detenido. Su nombre: Santiago M. C. (de 35 años), delincuente común en busca y captura por incumplimiento del tercer grado penitenciario y que cumplía una condena de 17 años en régimen abierto en la Cárcel Modelo, informó Mundo Deportivo. Días antes, este sujeto había encerrado a un hombre en el maletero para robarle las tarjetas. Se desconoce, pues, si él y su cómplice solo querían atracar a De la Peña o secuestrarlo, aunque esta última opción fue la que se dio por válida en los medios.