Solo la pelota puede salvar al Barça. El club está inmerso en un pitote de mil demonios tras estallar el escándalo de las redes sociales y la presentación de un futbolista que ni en el mejor de sus sueños podía imaginarse que un día jugaría en el Camp Nou: el impronunciable Braithwaite. Delantero, por cierto, descubierto por muchos hace una semana.

El asunto, la verdad, tiene mala pinta. Josep Maria Bartomeu deberá tomar decisiones impopulares y cortar por lo sano si quiere agotar su mandato. Ya es de dominio público que no hay buena sintonía entre la junta directiva y la plantilla en una época de muchas intoxicaciones y movimientos en clave electoralista.

Quique Setién, la apuesta de emergencia para reactivar al equipo, deberá tirar de ingenio y motivación. Ganas no le faltan. Capacidad, tampoco. Está en manos de unos futbolistas que han ganado mucho y que cobran muy por encima de su rendimiento. La edad no perdona a la columna vertebral de un Barça que no supo renovarse, eternamente entregado a la magia de Messi.

Messi, quien habitualmente se expresaba a través de la pelota, está más parlanchín que nunca. Ve muchas cosas que no le gustan y no es bueno enfadar al crack, aunque resulten cansinas sus declaraciones a favor de un posible regreso de Neymar. Peor, mucho peor, es el papel que interpreta Gerard Piqué, quien un día piensa en la Davis, otro en sus negocios, otro en la presidencia del Barça y otro en atizar a un periodista en Twitter. A Piqué le va la marcha, pero el horno no está para bollos.

La próxima semana, el Barça se juega mucho: la temporada y, tal vez, algo más. En Nápoles tendrá una buena oportunidad para redimirse temporalmente de los fiascos de Roma y Liverpool. En el Bernabéu podría dar un golpe de efecto o hundirse miserablemente. No habrá término medio para un club muy convulso en el que personajes siniestros como Jaume Roures maquinan en la sombra. Roures, cuentan, podría ser uno de los protagonistas del libro que ha prometido escribir Sandro Rosell. El expresidente del Barça no olvida su paso por la cárcel y tiene ganas de contar algunas cosas. Si se atreve, arderá Troya.