Huele a mercado, el frío nos avisa que en enero hay algunas piezas del tablero azulgrana que deben moverse para no quedarse congeladas en el club y vivir del gran frigorífico de momias que, a veces, parece este club. Uno de ellos, que pocas cartas de presentación necesita, es Ivan Rakitic. El croata ya ha hecho la tradicional declaración de aquél que quiere marchar porque sabe que no cuentan con él: “No me siento feliz”. Y con esto y los buenos recuerdos que tenemos, ya son una carta de presentación suficiente para marcharse a otro club. Por cierto, ¿cómo va su francés? Me consta que hace más de medio año que lo está practicando y ya ha mirado escuelas parisinas… Veremos si no debe practicar otra lengua.
Pero hay una cara y otra. La de aquellos jugadores que cuesta un poco más darle las alas para que vuelen y el coste de la operación no acabe siendo ruinoso para las arcas azulgranas. Y en este saco hay que meter a Samuel Umtiti. El defensa francés arrastra desde hace más de un año una lesión crónica que no se centra solo en su rodilla izquierda. Es un problema de cartílagos con el que puede hacer vida normal pero no ser un número 1 del fútbol para el resto de su vida. Todavía me acuerdo de cuando marchó a Qatar con el deseo de que los doctores de allí fueran mejores que los de aquí. Se equivocó y desconfío del excelente personal médico del club, aunque se le perdona porque recibir una noticia como esta con 24 años, en el auge de tu carrera deportiva, debe ser difícil asumir. Y así llegamos a noviembre del 2019. Con el primer partido después de más de un año que disputó por el cuadro de defensas que tiene Valverde. Pero no solo eso, porque este no es el drama. Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, se lo promociona, incluso concede entrevistas y se vende como el gran retorno defensivo. Nada de esto, Umtiti no volverá a ser el de antes, aunque tenga algunos minutos de gloria.
Ahora, el objetivo del club es colarlo al que mejor pague o más gastos soporte del traspaso. Y en estas estamos con las fechas que son. ¿Coincidencias? Ya os digo que en el fútbol, como en la vida, nada es casual.