Imagínense un equipo de fútbol donde hay cuatro guardametas en la plantilla. Los cuatro con posibilidades reales de ser titulares. Dos de ellos no están inscritos aún porque hay que liberar masa salarial, otro está pendiente de pasar por el quirófano por unos problemas en la espalda, de los que ya se operó hace dos años, y el cuarto, hace tiempo que el entrenador lo descabalgó por llegar tarde a un entrenamiento. Para rizar el rizo, hay un quinto portero, que viene del fútbol base, que ahora mismo es la segunda opción, porque los otros, o no están disponibles, o directamente no se cuenta con ellos.
Y para hacer el culebrón aún más atractivo e interesante, el portero que se va a operar lleva tiempo con la mosca tras la oreja, consciente que el club lo quiere vender, y no está dispuesto a dar su brazo a torcer tan fácilmente, y aún menos siendo el primer capitán y cobrando lo que cobra, mientras que uno de los que se va a quedar, hace menos de un año estaba recién jubilado, tomando el sol y dándole al cigarrillo en Marbella, tras colgar los guantes en la Eurocopa. Y como se trata de un guion estrafalario donde los haya, el portero que cuentas con que sea el titular, se lo acabas de arrebatar al máximo rival de la ciudad para soliviantar aún más la enemistad entre ambos. Una historia que te firmaría sin duda el cineasta Wes Anderson, tanto por sus numerosos personajes, como por las posibilidades de seguir retorciendo la historia ad infinitum.
No hay duda de que Anderson se volvería loco ante un guion tan original, brillante, lleno de tramas secundarias, donde el odio y los deseos se mezclan con ferocidad, donde el poder se alía con el dinero, donde la avaricia encuentra su mejor caldo de cultivo, donde se cruzan las miradas y los gestos, donde todos callan y muchos hablan...
Lo mejor de todo es que a veces la realidad supera la ficción. Porque esta historia que hace dos años no tendría ningún sentido para un culé, ahora se asume con una naturalidad casi insultante. Todo el mundo conoce cómo se las gasta Ter Stegen, aplaude a rabiar la llegada de Joan García, tras arrebatárselo al Espanyol por unos módicos 25 millones de euros, se reconforta con que Wojciech Szczensy haya decidido prorrogar unos años más su jubilación en Marbella, y espera que Iñaki Peña encuentre un lugar donde se sienta feliz. Y siempre con Diego Kochen mirando la escena desde el tendido, esperando una oportunidad.
Como hemos explicado, ahora mismo, de todos estos personajes, sólo uno podría jugar el próximo 16 de agosto en el estreno de LaLiga ante el Mallorca. Su nombre: Iñaki Peña. Es el único que está inscrito y no está lesionado. Los otros, por una u otra razón, no podrían ponerse bajo los palos. Dos, por no estar aún inscritos --García y Szczesny--, y otro por estar lesionado, Ter Stegen. Kochen sería quien se sentaría en el banquillo visitante.
Una situación tan insólita como demencial, que dice poco de la forma de gestionar de Joan Laporta, acostumbrado a llevarlo todo al límite, hasta el punto que a veces el abismo acaba por devolverle la mirada, como ha pasado con la fecha aplazada del regreso al Camp Nou.
Eso sí, para completar un guion a la altura de los personajes estrafalarios que nos tiene acostumbrado Anderson faltaría el portero más famoso en la historia del club, en este caso, y para ser más exactos, una portera: la portera de Núñez.