Cuatro semanas. Como máximo. El Barça se juega la Liga y la Champions en menos de un mes. Joan Laporta, el presidente, es quien más se juega. Está en manos de Hansi Flick y los futbolistas. En un curso muy movido, con muchas tensiones en los despachos, el equipo puede ganarlo todo: la Supercopa de España, la Copa del Rey, la Liga y la Champions.

Los problemas en las oficinas del Camp Nou contrastan con la ilusión del vestuario. El Barça ha vuelto. En España y en Europa. La Champions exige, como mínimo, una gesta más. El equipo ha de ganar en Milán para acceder a la final de Múnich. El desenlace es incierto, pero el Barcelona de Fllick es un equipo muy competitivo.

El Barça va al límite. Le queda poca gasolina en el depósito, pero es muy competitivo. Flick es un gran gestor de grupos. Técnico exigente, busca la perfección o, en su defecto, la excelencia

Flick es dialogante, pero es valiente en la toma de decisiones. Lo fue cuando optó por Szczesny en detrimento de Iñaki Peña y ahora tiene un marrón con el regreso de Ter Stegen, agravado por el mal partido del portero polaco contra el Inter de Milán.

Hace un año, el Barça era una ruina. Con Flick ha recuperado el orgullo y el buen fútbol. El técnico alemán ha sabido evolucionar el método y su apuesta fue un gran acierto de Laporta, quien también encontró la tecla perfecta en 2008, tras superar por los pelos una moción de censura, con Pep Guardiola.

El Barça llega con buenas sensaciones a los exámenes finales. El curso está sobradamente aprobado, pero en un mes de locos se juega la nota final. Puede ser un notable, un excelente o Matrícula de Honor. La Champions es el gran sueño, pero el equipo merece la Liga. Perderla sería un golpe muy duro para el vestuario. También para Laporta, que se juega la reelección dentro de un año. Pero esa es otra historia.