El Barça es un club de contrastes. Un ejemplo de buen trabajo y sentido común en el vestuario y un auténtico caos en las oficinas. El buen rollo de técnicos y futbolistas contrasta con las tensiones que se viven en los despachos, ya sea por la financiación del Espai Barça o por los pagos del club al exvicepresidente del Comité Técnico de Árbitros.

Laporta improvisa día tras día. No tiene un plan o, al menos, un plan estable. Un día rompe con Nikken Sekkei, otro día rescata a la agencia de arquitectos japonesa y, ante la perplejidad del sector de la construcción, concede a una compañía turca desconocida la reforma del Camp Nou. Mientras, la coyuntura internacional tampoco favorece la puesta en marcha del Espai Barça, un proyecto que suscita muchas dudas y que pagará el club durante tres décadas.

El nuevo Barçagate de Enríquez Negreira también se complica día tras día. La Fiscalía ha denunciado al club por los pagos al exvicepresidente del Comité Técnico de Árbitros y el Real Madrid se suma ahora a la fiesta con una reunión de urgencia de su junta directiva.

La suerte de Laporta es que el Barça manda en la Liga. El equipo, como en muchas ocasiones, sostiene a una entidad que purga los pasados del pasado y una gestión poco profesionalizada. El Barça, un club que facturó 1.000 millones de euros anuales, funciona como una empresa familiar.

En el campo, el Barça es un equipo fiable, solvente gracias al compromiso de los futbolistas y a la inteligencia de su entrenador. Xavi es un enfermo del fútbol, pero también un técnico pragmático que conoce perfectamente la idiosincrasia del club. Fue cocinero antes que fraile y sabe motivar a los futbolistas.

El Barça ya no es una máquina de hacer goles como en sus mejores tiempos, con Johan Cruyff, Pep Guardiola o Luis Enrique. Sin embargo, es mucho más contundente y resolutivo en defensa. Solo ha encajado ocho goles en 24 partidos de Liga y en Bilbao pasará otra dura reválida antes de recibir al Real Madrid en un duelo que puede ser decisivo para el desenlace del campeonato. La cordura de Xavi es una bendición en el club de los líos.