La mezcla de cine y fútbol le fue muy bien al franquismo para difundir sus ideales, modelos y valores. Así, mientras las películas se convirtieron –especialmente en la década de 1950– en buen mecanismo de propaganda del régimen, el deporte se erigió como el principal espectáculo de masas y como elemento de desmovilización política. En esos años, España, poco a poco, comenzó a normalizar sus relaciones internacionales –entró en la ONU en 1955–, y futbolistas como Kubala se prestaron a colaborar.
En un artículo anterior, recordamos a los futbolistas del Barça que han actuado en la gran pantalla. Uno de ellos fue Kubala –el mejor jugador de la historia blaugrana hasta que llegó Messi– en la película biográfica Los ases buscan la paz (1954), de Arturo Ruiz Castillo. Al margen de la vida del crack, narrada con ligeras modificaciones y omisiones intencionadas, el filme desliza una crítica al sistema comunista frente a la España de las libertades y la paz. También da mucha importancia a la familia, y fija los ideales de mujer –con la madre y la esposa del jugador como ejemplos– y hombre –deportista, ídolo de masas, buen hijo, marido y padre–.
Sesenta años después, se mantiene el concepto, pero el mensaje es distinto. Álex de la Iglesia dirigió en 2014 el documental Messi, en el que el mejor futbolista azulgrana de todos los tiempos ni siquiera aparece. Pero tiene mucho tirón. En un restaurante, en distintas mesas, se encuentran excompañeros de escuela de Lionel, excompañeros y compañeros de equipo, exentrenadores, Valdano, Cruyff y hasta el endocrino que trató a la Pulga de su problema de crecimiento. Todo son bondades: del jugador, de la familia (muy presente en la obra) y del Barça. Propaganda, aunque de otro tipo. Y puro negocio.