Pepe Rodríguez: "Hay cocineros que viven por y para las estrellas Michelin"
El cocinero y jurado de 'Masterchef' participa en las 'Cenas clandestinas' organizadas por Emiliano Suárez en Garaje Lola
18 septiembre, 2022 00:00Pepe Rodríguez (1968) es uno de los chefs más conocidos de este país. Desde hace 10 años se cuela en la casa de muchos españoles como jurado de Masterchef, pero lleva muchos más en El Bohío, su restaurante familiar en el que empezó casi obligado y que regenta desde hace casi tres décadas. Desde 1999, con él en las cocinas, el local recibió su primera estrella Michelin y no la ha perdido.
El cocinero no hace ostentación de ella. Agradece que la firma haya puesto en un lugar destacado el mundo de la cocina, claro que también tiene sus riesgos. "Se ha perdido ciertos aspectos del restaurante por esa competición extrema que ha generado Michelin", reconoce y hay muy buenos espacios gastronómicos sin estrella alguna donde también se come bien.
Amistades y apuestas
No se le han subido los humos, se le nota en el trato. Es amigo de sus amigos y por eso no duda nunca en echarles una mano y estar a su lado en sus proyectos. Un claro ejemplo es su participación el pasado 6 de septiembre en las Cenas clandestinas que propone el Garaje Lola, un espacio artístico liderado por Emiliano Suárez.
Crónica Directo charla con el chef con motivo de esta experiencia para 30 comensales y aprovecha para preguntarle por su visión del mundo gastro. Y sí, también por el papel de Masterchef en este mundo.
--Preguntya: Se ha metido de lleno en estas 'Cenas clandestinas' de Emiliano Suarez. De hecho usted arrancó la temporada en Garaje Lola. ¿Cómo llegó hasta aquí?
--Respuesta: Yo conozco a Emiliano desde hace muchos años y no me extraña que se haya embarcado en uno de estos proyectos extraños. Visto desde Illescas me parece surrealista, pero entiendo que debe haber gente atrevida, adelantada, diferente con proyectos interesantísimos como este. Al final, interactúa con gente de diversas disciplinas que de otra manera no podrías tratar o ver, quizás. Allí en Garaje Lola ves pintura, escultura, música, gastronomía. Emiliano es un poco un Medici, un mecenas de todo esto y hace falta gente diferente. Y al final, me lió, con la amistad que nos une y el 6 de septiembre hicimos la cena y encantado de participar. Es superbonito juntarse para ver y hablar con gente con visiones tan diferentes a la mía y pienso: debería copiarles algunas cosas, otras no (bromea).
--¿Cómo le contarías a la gente que debe ir a estas 'Cenas clandestinas'?
--Primero, porque es un espacio completamente distinto, más canalla, en un garaje que parece que está por terminar y que han puesto cuatro mesas para unas 30 personas, y por conocer a un cocinero importante, no como yo, que te sirve una cena después de ver una exposición o asistir a un concierto o mientras te dan una charla. Para ir a un restaurante de moda de Madrid seguramente tienes tiempo, pero para juntarte allí una noche y conocer todo esto es más seductor. Mola mucho. Hay que ir, porque la gente va con otra disposición que cuando va a un restaurante, mucho más desinhibida y disfruta.
--Teniendo en cuenta que las cenas suceden en un espacio dedicado al arte ¿diría que la cocina también lo es?
--Yo nunca me he atrevido a asegurarlo y aseverarlo (sonríe). La cocina tiene mucho de artesanía. Si entendemos por arte algo que te puede conmover, suscitar, pensar o hacer ver la vida de otra manera no sé, a veces con la cocina también ocurre. Dependiendo qué cocineros, qué restaurantes y qué sitios sí piensas que esto trasciende más allá del comer. Pero no te voy a asegurar que la cocina sea un arte, no valgo para eso. Ni siquiera me lo planteo. Sí puede convivir con otras disciplinas, quizás, como pasó con los fotógrafos, en unos años a una persona que se dedica a la cocina se le puede acabar llamando artista de una forma natural.
--Lo que sí sucede es que forma parte de la cultura, en todo caso. Tal vez, es una manera de recordarlo el hecho de ponerlo en este espacio.
--Emiliano ha sabido ver que la gastronomía podría formar parte de este cajón de ideas que se encuentran en Garaje Lola. Podría haber puesto otra cosa y, en cambio, ha creído que la gastronomía puede ser un atractivo para ello. Eso es inteligencia y sensibilidad para poner en valor a quien cree en la gastronomía, en la música o cualquier disciplina artística.
--¿A la cocina a veces le falta esa radicalidad incluso en los espacios?
--En la cocina actual española y de buena parte del mundo ya hay mucha radicalidad. Hay cocinas artísticas y de una vanguardia maravillosa. Sí es verdad que está por encima de la sociedad, como pasa con otras artes. Yo por eso siempre soy cauto con esto. Que exista esa radicalidad, que se lleve a garajes o a otros sitios se ha hecho, que se quede te lo va a dar el tiempo. Que haya una apuesta por ello, por ahora, me parece interesantísimo. Mientras se hacen otras cosas y poco a poco eso cala en la sociedad, pero la cocina todavía es un espacio nuevo. Primero, muchos aún tienen dificultades en el mundo para poder comer como para hablar de arte. Luego, en los países más desarrollados se va introduciendo la cocina como algo más hedonista. El tiempo situará si tiene sentido vivirlo de esta manera y de ir mandando mensajes y haciendo cosas para que la sociedad entienda que la gastronomía, el comer es parte de nuestra cultura.
--¿Usted cuando empezó esperaba que la cultura española pudiera tener un lugar tan destacado en el mundo y que usted iba a ser un nombre importante en ella?
--¡No, por supuesto que no! Yo entré a la cocina por casualidad, para salvar un mesón de la carretera Madrid-Toledo sin ninguna pretensión de ser nada, sigo sin tenerla. Es verdad que, tras muchos años de trabajar y hacerlo con gente importante y aprender de muchos problemas, dificultades y alegrías tengo el restaurante que tengo, que está muy bien considerado y que, por suerte, a mi también me consideran. Tengo la suerte enorme de que eso sucede en esa cocina en la que mi madre cocinaba cuando a ella nadie le vino a decir que era una artista. Ahora, cuando me lo dicen a mí, pienso: qué pena, si hago pocas cosas mejor que mi madre y trabajo las mismas horas e incluso menos que ella. Pero bueno, la sociedad cambia, como las perspectivas. Hoy viajamos mucho más, nos interesa dónde vamos a ir, a dormir, que vamos a hacer y ¡qué vamos a comer! Todo eso hace que las sociedades avanzadas lo pongamos en valor. Es una suerte que hayamos nacido en una generación en la que lo premian. Pero no podía soñar ni que me consideraran el mejor de Castilla-La Mancha ni de aquí de mi pueblo. Me parece un logro.
--Dice que empezó por casualidad. A veces había cierto estigma de que bueno, uno se metía a cocinero porque no tenía otra salida laboral. ¿Eso se ha conseguido borrar también o no?
--Eso por suerte se ha quitado. ¡Por suerte! El cocinero hoy es una persona reconocida, se ha dignificado muchísimo el oficio de cocinero. Antes eras una parte de al fondo de la sociedad, y en un restaurante igual, la cocina era lo menos visto, querido y admirado. ¡Fíjate cómo cambia y ha dado la vuelta! Ahora la cocina es el eje de la sala y al cocinero lo veneran, lo siguen e interactúa con un montón de disciplinas, puede escribir, da entrevistas para medios. Ya no estás sólo para dar de comer sino que te llaman para que des tu opinión en otras materias. Eso quiere decir que el cocinero tiene un valor como hace años un arquitecto. Es una suerte que este país y otros hayan entendido la importancia de este oficio y de comer, algo tan importante porque eso lo digerimos y lo llevamos por el interior de nuestro cuerpos. Es un logro de la sociedad.
--¿Qué papel juegan, en este sentido, las estrellas Michelin y ‘Masterchef’?
--Todas ellas ayudan a la divulgación. Son dos cosas completamente diferentes. La guía Michelin tiene 150 y pico años de historia, hace que se reconozcan muchos restaurantes y su manera de trabajar. Tiene sus cosas buenas y malas. Hay restaurantes que no tienen ni tres, ni dos, ni una estrella y son fantásticos y geniales. No hay por qué seguir los dictados de Michelin, que tiene su política, a mí me parece bien. Yo voy a los restaurantes independientemente de las estrellas que tenga. Por su parte, Masterchef es una parte casual ahora mismo. Ha servido para poner en valor a Michelin, porque en la sociedad española, quitando cuatro, nadie sabía qué era eso. Después de 10 años machacando e insistiendo y dándole valor le hemos puesto. Así que Michelin debería darnos las gracias por la publicidad.
--¿Ha cambiado mucho por eso?
--Ahora tenemos también la Guía Sol de Repsol en español... Al final son eso, guías que sirven de ayuda al usuario para ver por qué se tiene que desviar de una carretera e ir a un local, qué va a ver en él. Michelin ahora se ha dado cuenta que hay muchas más cocinas que la alta y que hay cocinas populares en España que no accederán nunca a esas estrellas pero que hay que contar con ellas porque son parte de nuestra esencia y que estuvieron siempre discriminadas por Michelin. hay que decirlo. Antes sólo se premiaba a un estilo y ahora ha cambiado y se acerca a los Bib Gourmand, por suerte. Todos esos restaurantes deberían aparecer. Yo no soy capaz de decir cuántas estrellas merecen porque no soy inspector de Michelin, pero está bien que rectifique aunque sea tarde.
--¿Pero no ha hecho que también haya mucho afán de estrellas y cocinar para tener el reconocimiento de Michelin?
--¡Sí, por supuesto! ¡Hay obsesión! Hay cocineros que viven por y para las estrellas Michelin, ese es su leitmotiv y su manera de entender la restauración. A veces pierden un poco la perspectiva de negocio e incluso qué es un restaurante, que es dar de comer a la gente, para hablar de cuántas estrellas se tiene. Se han perdido ciertos aspectos del restaurante por esa competición extrema que ha generado Michelin. A ellos les gusta promoverlo porque les da puntos, pero hay vida con y sin Michelin.
--Por suerte hay otros que no lo ven así.
--Claro, quién dice que este fotógrafo, pintor o cantante de ópera es mejor que este o el de al lado. Sin embargo, con los restaurantes, Michelin se ha beneficiado de ese baremo demasiado chovinista y francés, a veces, para hacer a su libre albedrío los rankings que ha querido. Pero es normal. Ahora ha aparecido el de los 50 mejores restaurantes del mundo y otros que, sin duda, son un negocio, un entramado donde aparece gente con un negocio, en el que hay comunicación detrás. Estamos en esta sociedad y cómo tal hay que entenderlo y no darle tanta importancia a cuántas estrellas se tiene o estar entre los 50 o 25 mejores. Lo importante es que el cliente se vaya satisfecho y que te vayas con la sensación de haber hecho bien tu trabajo y que mañana lo puedes hacer mejor.
--De hecho, uno debería dejarse llevar por su estómago o paladar, ¿no?
--Exacto. Pensar qué sensaciones ha tenido. La gran pregunta que debe hacerse es: "¿Volvería de nuevo?". Si no se tiene esta sensación es terrible, pero mucha gente va para consumirlo, para decir "he estado allí". Hay gente que va a restaurantes porque quiere consumir y ha de pensar si volvería a ir.