Mario Gas es infatigable y su público lo aprecia. Lo acreditan los cuatro espectáculos que tiene ahora mismo en los teatros de toda España, en tres hace de director (Miércoles que parecen jueves, La isla del aire y Casares-Camus: una història d'amor) y en un cuarto de actor (La rosa de azafrán). Todos ellos, con éxito de crítica y público.
Él está encantado. “Me gusta mucho pisar en un escenario, me gusta mucho hacer de actor”, subraya el catalán en conversación telefónica con Crónica Directo. Eso no quita que se lo crea, “intento luchar contra cualquier tipo de envanecimiento personal”, asevera. En cualquier caso, parece difícil ante la carrera de logros y reconocimientos que lleva.
Con las correspondencias entre Casares y Camus arrancó su temporada en el Teatre Lliure este 2024 con todo vendido, lleno que también tuvo en Barcelona y Madrid con La isla del aire y, con la obra basada en el libro de Juan José Millás, entra por tercera vez a la capital de España. Todas ellas, además, tienen gira.
El actor y director de escena catalán hace un hueco en su apretada agenda para hablar con este diario con motivo del fin de la obra del Lliure y el regreso de Miércoles que parecen jueves al Teatro Quique San Francisco de Madrid. No está de cuerpo presente, pero su palabra, como en sus obras, se hace oír.
- ¿Qué tiene esta obra que la hace tan especial?
- Que está escrita por Juanjo Millás. Juanjo hizo una obra muy inteligente que toca una serie de temas que interpelan directamente al público y, a partir de la ficción, nos habla de realidades y de cuestiones no resueltas. Son esos temas paradójicos, pero que afectan muy directamente al individuo y a la colectividad. Eso y que está magníficamente interpretada por Clara Sanchis, con un nervio indescriptible a lo largo de toda la función. Estos dos ingredientes, fundamentalmente, hacen que la obra tenga un impacto muy directo sobre el espectador y que haya sido un gran éxito no solo en Madrid, donde es la tercera vez que vuelve, sino también por todos los lugares en que la hemos paseado, por España.
- El mundo de Millás es muy particular ¿Cómo ha sido trasladarlo a escena? ¿Cuál ha sido el principal reto?
- Es un texto tan directo que consideramos que, cuanta menos trampa escénica ejerzamos, mejor. No hay lugar a las trampas o a la edulcoración un poco escénica. La puesta en escena es muy directa, basada en la interlocución directa entre el personaje de ficción y el público. Es un diálogo directo con el espectador. Y ahí no dejamos nada que sea consuetudinario. Eso hace que el espectáculo también sea muy percutante.
- Lo que más percuta es la palabra.
- La palabra es uno de los mejores y peores instrumentos que tenemos para entendernos. Hay muchas malabaristas de la confusión que juegan a ocultar el discurso con sus palabras. Juan José Millás pertenece a la primera clase. Es un hombre que tiene un discurso clarificador, potente, que nos implica, que juega con las paradojas, pero acaba metiendo el dardo perfectamente en el lugar que quiere. Y eso es fantástico. Usa la palabra como arma, como arma arrojadiza y como arma suprema de comunicación. Esto es lo que ese texto intenta rescatar cuando estamos en un mundo en el que las palabras ocultan intenciones vitales en el mundo de la política. Cada día en política vemos gente que no deja que las cosas sean como son, sino que está constantemente contaminando y ocultando el discurso. Por eso la palabra es un elemento muy poderoso. Puede ser un arma arrojadiza para la verdad, o para discernir lo que somos, cómo somos y cómo nos comportamos individualmente y en sociedad, y al mismo tiempo puede ser un poder de ocultación.
- ¿Y el teatro sirve para desenmascarar esos juegos de palabras o puede servir también para taparlos?
- El mejor teatro sirve, evidentemente, para desenmascarar. Para el teatro la palabra puede ser fundamental. Es un utensilio importantísimo y casi definitivo para organizar dialécticamente todos aquellos problemas que tenemos como seres humanos individuales y como colectivo. Entonces, el buen teatro está basado siempre en un lenguaje que ayude a eso. O también en teatro están aquellos autores que decididamente descomponen el lenguaje para agrandarlo y que veamos cómo en la vida normal se desbarata todo tipo de pensamientos. Estoy pensando en Beckett, en Pinter y gente así.
- ¿Está olvidada esta palabra en favor de la puesta en escena espectacular?
- En el arte todo está permitido, todo es bueno si llega a buen fin. La puesta en escena es algo importantísimo. Los elementos visuales y no verbales, cuando la propuesta se hace con talento y llega con la fuerza que tiene que llegar, son válidos. Pero la palabra es fundamental en el teatro, desde los griegos hasta ahora, para crear situaciones y esa dialéctica donde prácticamente todo lo demás sobra.
- Pero usted, con este juego que plantea de palabras, pone a su actriz sobre un escenario apuntando al público con un arma. ¿Puede ser amenazante?
- Hay una metáfora. La palabra nunca es amenazante si no se usa como elemento coercitivo, como los que no creen en ella y usa el discurso para enmascarar y enmarañar sus intenciones. Pero la palabra nunca es una amenaza. Sí, es un arma arrojadiza, puede apuntar a un objetivo y martillear con ella para que entendamos conjuntamente cosas.
- Una palabra que también juega con el humor, en esta obra.
- Bueno, el humor es algo muy filosófico, que está dentro del ser humano. Es fundamental ese humor paradójico. Porque no es la comicidad de la risa fácil. Es esa sonrisa, a veces triste, que viene de reconocernos cómo somos, aunque creamos que somos de otra manera. Sirve para analizar, quitando de hierro a situaciones muy delicadas, dejando ahí las premisas que la conforman. Todo gran autor tiene grandes dosis humor. Siempre tiene que estar presente porque es un elemento humano que ayuda a dilucidar y suaviza las sensaciones. Porque ayuda a tomar distancia, que es fundamental para poder especular mejor sobre nuestras circunstancias.
- Otro factor importante en estas últimas obras que ha puesto en escena estos años son las actrices. ¿Qué importancia tienen en su teatro?
- Ellas, como los actores, son el vehículo humano, sensible, pensante y decisorio que establece el contacto con el público. Por lo tanto, son los oficiantes, la gente que me merece el máximo amo y respeto. Es el vehículo perfecto para transmitir los razonamientos, las sensaciones, las emociones, todo lo que queremos conectar con el público.
- Pero ahora está dirigiendo a una gran actriz como es Núria Espert que dice que La isla del aire será su última obra. ¿Impone eso?
- ¡Ni siquiera sé si es la última obra de Nuria Espert! Por ahora, seguimos de gira, y es un placer dirigirla a ella y al resto. Como director, humildemente, siempre intento potenciarlos, porque me parecen el vehículo más primordial para establecer el contacto con el público. Eso no implica que olvide todos otros elementos como pueden ser la escenografía, el vestuario, la luz, la música, la ambientación. Y a Nuria la conozco desde hace muchos años. He trabajado con ella como actor en su compañía, la he dirigido varias veces y la admiro profundamente. Es una excelente, extraordinaria, actriz, diría yo. Pero para mí no significa ninguna problemática dirigirla, cuanto más grande es la gente, mejor será. Y más soluciones te aportan. Te facilitan también tu trabajo. Y, sinceramente, no creo que esta sea la última obra que hace Nuria.
- En cualquier caso, vuelve con ella a Cataluña en abril, mientras sigue de gira por España, también rueda por Cataluña la obra de Casares-Camus y actúa en una Zarzuela. Todo eso, con lleno absoluto, ¿está el teatro en un buen momento, al menos en Cataluña, donde hemos visto unos datos de récord?
- El teatro en España tiene una buena salud, porque hay gente con muchísimo talento. Pero cuando damos los datos no tenemos que ser triunfalistas, porque hay espectáculos muy multitudinarios y esta subida de este coeficiente no se puede aplicar al teatro general. El teatro siempre se tambalea, siempre hay que reflexionar muy seriamente sobre en qué situación está. Pero digamos que en este momento estamos en una época de mucho talento y muy diferente.