María de Medeiros: "De Barcelona me llevo muchas cosas, pero sobre todo mis dos hijas catalanas"
La realizadora portuguesa presenta 'Nuestros hijos', una historia íntima cargada de política y silencios
23 mayo, 2023 09:34María de Mederios pasó 20 años de su vida viviendo en Barcelona. En este tiempo, como bien señala en conversación con Crónica Directo, estuvo viviendo en un hermoso ático en el barrio de Sarrià que ya no tiene. De aquella época se queda “con muchas cosas”, pero cuando se le pregunta con qué se queda, no duda en responder: “Dos hijas catalanas”. “No es poco”, añade entre risas.
Este 11 de mayo, la portuguesa regresó a la ciudad condal para presentar su última cinta, Nuestros hijos, una historia basada en una obra de teatro que retrata la tensa relación de una madre con su hija, cargada de silencios, incomunicación e Historia. Una cinta cuya trama, está convencida de que puede interpelar a la población española, porque también tiene un pasado dictatorial del que muchas veces no se habla, considera.
Guion
La cinta, además, tiene otro nexo con nuestro país. Su escritura acabó de cerrarse en ese recordado penthouse de Barcelona, donde acudió su coguionista y autora de la obra de teatro en la que se basa Nuestros hijos, Laura Castro. Luego, llegó el rodaje en Río de Janeiro, que no fue para nada fácil. A modo de apunta confiesa que, un día sus walkies sufrieron una interferencia con la de unos narcos y acabó yendo la policía.
Al margen de esto, la realizadora, actriz y cantante portuguesa está más que encantada de poder compartir esta película cargada de política e historias íntimas personales, como a ella tanto le gusta. Así nos lo comenta.
--Pregunta: El arranque de esta película nace en Brasil y cuando estaba ya en Barcelona trabajaba en ello, ¿es así? ¿Cómo fue esa escritura?
--Respuesta: Bueno, mi vida está llena de viajes y los viajes son bagajes. Y aquí hay un bagaje de un feeling de Barcelona que seguramente se imprima en la película. De hecho, Laura vino aquí para la finalización del guión, así la última versión la hicimos aquí.
--¿Cómo fueron esos años en que vivió aquí?
--Son muchas cosas las que me han quedado de 20 años de relación.
--¿Mantiene el piso?
--No ya no tengo ese piso hermoso del barrio de Sarrià.
--¿Y con qué se queda de esa época?
--Dos hijas catalanas. No es poco (ríe).
--Bueno, vamos a la película que se acabó de escribir aquí. ¿Cómo define a ‘nuestros hijos’, que a veces son problemáticos?
--Todos somos responsables de lo que transmitimos a la nueva generación y a la vez somos herederos. Nos llegan cosas de nuestros padres y transmitimos cosas a nuestros hijos. Entonces, cuando hablamos de este tipo de transmisión es algo muy universal. Por eso esta es una historia con la que todos nos podemos identificar, en especial en España, porque aquí se tiene muy presente la cuestión de la memoria histórica y las cicatrices, los traumas de esa memoria histórica y a la vez es una sociedad muy moderna que afronta de forma abierta los cambios de sociedad y las nuevas aspiraciones de las personas. Por eso, creo que los espectadores aquí pueden aprovechar especialmente los debates que están en la película.
--¿Cómo afecta esa huella, esa herida que tiene la madre y su relación con su hija?
--Mucho. Hay una zona de silencio que, por un lado, tiene que ver con el sufrimiento recalcado de la madre que pasó por las cárceles de la dictadura militar en Brasil, todo el trauma de las torturas, del exilio, etcétera. Es algo de lo que naturalmente quieres proteger a tus hijos de y no lo quieres transmitir. Luego hay también un rechazo de la nueva generación que, en este caso en Brasil, disfrutó absolutamente de todos los privilegios y ventajas de la democracia, pero no necesariamente quiere saber cómo les llegó. Esta es una ruptura muy peligrosa, porque en esa brecha entra la posibilidad terrible de un Bolsonaro, de un retroceso social muy grande.
--De hecho, en la película hay mucho reproche de los hijos a la madre. La hija incluso le reprocha a su progenitora que se dedique a cuidar de otros.
--Eso es algo muy interesante entre las generaciones. La generación de la madre se preocupó más del colectivo que de lo privado, mientras la generación de la hija es se preocupa mucho más de lo privado, de lo individual que del colectivo. Ahí está ese gran choque y conflicto que es el corazón de la peli.
--¿Hemos ido a peor, entonces?
--Individualistas en todo caso. Nos cuesta mucho pensar el colectivo. Aunque claro, la historia está llena de vaivenes y hoy hay una jovencísima generación que se esfuerzan de pensar el colectivo de nuevo.
--Pero en su película, también muestra que la generación anterior no es tan perfecta. Su protagonista no acepta que su hija sea lesbiana y vaya a tener una hija con su pareja.
--Cada generación tiene sus resistencias, sus límites. Pero, desde mi punto de vista, la madre es más suegra que homófoba. Ella lo que no quiere es compartir su hija. A ella, que está protegiendo a los niños seropositivos, no le gusta que su hija pertenezca de alguna forma a otra mujer. Es un rechazo mucho más ideológico, tiene que ver político. Le cuesta mucho aceptar una sociedad donde todo se pueda comprar inclusive la procreación.
--Este es un debate candente en España. ¿Es necesario abrirlo a reflexión?
--Hay que abrirlo, porque no sirve de nada hacer la política del avestruz. Las cosas son un hecho, existen las aspiraciones de las personas, hay que tenerlas en cuenta y pensarlas. El propósito de abordar estos temas es para que los pensemos. No se trata para nada de dar una respuesta.
--¿Es así como concibe el cine?
--Yo creo que todo el arte es finalmente una reflexión, una percepción más o menos explícita. Digamos que es reflexión y reflejo de la sociedad. A mí gusta mucho cuando lo íntimo se cruza con la historia, porque de alguna forma nuestra historia privada siempre está en relación con la historia colectiva.
--Eso va muy en línea de las palabras de Godard que afirma que todo cine es político. ¿Es de esa teoría?
--¡Claro! Somos animales políticos y todo lo que hacemos, hasta cuando es cine de puro entretenimiento es altamente político. Lo que pasa es que nadie lo dice y ni se enseña a leer los mensajes ultra políticos que están en el gran cine de entretenimiento. No se puede perder la capacidad de leer, de interpretar, porque todo se ofrece como lectura. Ahora hay una tendencia muy grande al literalismo que me molesta bastante. Las cosas se reciben de forma literal como mensajes ya codificados sin posibilidad de descodificar. Eso es una forma de analfabetismo instalado, porque todo es materia para lectura. Además, es un goce. Lo bonito, lo excitante de la vida, es descifrar, leer lo que nos rodea.
--Hablando de desconocimiento, hay una escena tremenda cuando la hija teme que su madre se va a contagiar de sida ¿Sigue habiendo ese temor?
--Sí, hay un desconocimiento, total. Dentro del analfabetismo general hay cosas que sabíamos muy bien y que ahora se dejaron de saber. Hay algo que es muy molesto, que es un desaprender de las cosas. Parece que lo que parecía adquirido, por ejemplo, el derecho de las mujeres a disponer de ellas mismas, el derecho al aborto, tantas cosas por las que nuestras madres y nuestras abuelas lucharon y que ahora, día a día, están puestas en cuestión.
--La película, en su título original se llama ‘A nuestros hijos’. ¿Es un mensaje para que ellos no olviden lo logrado o una manera de decirles, perdón por lo que os dejamos?
--No. Somos una cadena de transmisión y es un mensaje a que no hay que romperla, porque es en la incomunicación que llegan cosas como Bolsonaro.
--La veo Te veo preocupada por la extrema derecha y la analfabetización. ¿Cree que una es fruto de la otra?
--Sí, porque yo diría que está la derecha y luego está la civilización. Tal vez la civilización no supo usar tan bien la máquina de comunicación para informar de verdad y justamente decir que todo es sujeto a reflexión y a lectura, como la derecha la ha usada para la desinformación.