En un mundo rodeado de plataformas, las series de televisión generalista son casi un oasis. Y si ya se habla de una telenovela diaria de sobremesa es casi una rara avis. Cierto es que las series turcas revitalizaron el culebrón, pero ¿dónde queda lo propio? En TV3, por ejemplo.
La cadena pública catalana lleva ya más de tres décadas apostando por este tipo de formato, desde Poblenou a Com si fos ahir. En todos los casos, el éxito ha sido enorme. El mismo Eduard Farelo que ha participado en varias de estas series recordaba a Crónica Directo que responsables de Telecinco y Antena 3 venían a ver cómo funcionaba esto. Era cuando hacía Nissaga de poder, ahora está en Com si fos ahir y el panorama es muy distinto.
Si el actor teme que se ha desperdiciado el potencial del audiovisual con un largo recorrido, la creadora y responsable de la actual novela de TV3, Sònia Sánchez, tiene claro que siguen siendo un referente. A pesar de los cambios.
Los datos de audiencia hablan. No son las cifras de entonces, obvio, y “el consumo televisivo ha cambiado mucho”, pero Com si fos ahir funciona. Si bien reconoce los cambios, “nosotros tenemos muchas visualizaciones a través de TV3 a la carta”. Un cambio sustancial con respecto a su antecesora, La Riera, por poner sólo un ejemplo más cercano. Todo está cambiando mucho, admite, pero sostiene en que “no cambiará tanto al final”. “El hecho de tener que elegir tanto lo que quieres ver no sé si es el futuro del consumo audiovisual televisivo. Habrá gente para todo”, sostiene.
La prueba es que Com si fos ahir va ya por su sexto año de emisión y no se detiene. Su misma responsable revela a este medio que no tienen pensado un final. Van sobre la marcha. Eso sí, con antelación, mucha antelación. “Ahora tenemos ya la biblia del próximo trimestre”, apunta. El final de temporada ya está escrito.
Crónica Directo ha podido meterse por unas horas en los platós donde se rueda la serie. Ubicados entre Esplugues de Llobregat y Sant Joan Despí, este edificio guarda los secretos de decenas de personajes y también sus casas. Uno de ellos las contiene casi todas. Incluso el famoso bar que muchos han estado años buscando por Barcelona y que es fruto de los responsables de la creación de escenarios. Todo un culebrón metido en dos espacios de poco más de 200 metros cuadrados.
El diario ha podido ver los entresijos de estos interiores de cartón-piedra, pero que gracias a la tecnología aparentan de lo más reales. También las historias de sus personajes. Ese siempre fue el objetivo. Lejos de las novelas efectistas y con gancho, Sánchez ha apostado por el costumbrismo del que hicieron gala Poblenou y Secrets de familia. Nada de crímenes como Nissaga y La Riera.
Fue un cambio, pero consiguieron atrapar a la audiencia y no lo tuvieron fácil. Hace seis años el procés arrancaba y con el referéndum hubo varios días que se dejó de emitir la serie. Pero remontaron. Luego vino la pandemia. Allí tuvieron incluso que detener el rodaje. Al empezarlo de nuevo, tuvieron que pasar todos por los controles y protocolos establecidos. Funcionó. “No tuvimos ningún contagio interno”, asevera la directora.
Lo del rodaje en esa época fue otro tema. Ya había un guion escrito y una pandemia que no estaba prevista. Decidieron que no iban a hablar de ello. Lo debatieron mucho, reconoce, pero no creyeron que fueran el medio en el que se debiera explicar o exponer.
La única parte positiva fueron los rodajes en exteriores, pero sólo fue un oasis. Si bien, al principio, parecían que las calles de Barcelona fueran suyas, luego tuvieron que intentar evitar que aparecieran viandantes con mascarilla por el fondo.
Ante estos cortes de emisión y de rodajes, han salido adelante y los espectadores no le han dado la espalda. “Siempre cuesta enganchar a la audiencia, pero si miras los datos, rápidamente la gente entró en la serie. Evidentemente, no la tienes afianzada siempre, porque implica un compromiso”, reconoce. La novedad es que cautivaron a “una audiencia diferente”. “Pareció que perdíamos una franja de edad, luego la recuperamos y ahora estamos en un momento muy dulce”, reconoce.
Un momento dulce que recuerda que es también fruto de lo sembrado anteriormente por la cadena con sus otros culebrones y de un trabajo constante también de su parte. El ritmo es de infarto. Cinco capítulos se ruedan en siete días. Diariamente suelen hacer unas 10 secuencias, y cada capítulo lo conforman entre 12 y 13 escenas y la celeridad depende de la complejidad de cada escena, porque algunas son corales y no siempre se cuenta con todos los actores.
“Se rueda de 7.30 a 14.30 horas de lunes a viernes. Eso sólo es de rodaje, antes está el proceso de producción, peluquería y maquillaje”. Eso permite a los intérpretes poder compaginar la televisión con el teatro, por ejemplo. Como hace Farelo o con la música, como hace Elena Gadel.
Pero si les han cansado estas cifras de trabajo, su directora advierte: “Eso es en interiores, en exteriores las jornadas son mañana y tarde”. Las intentan hacer de corrido, “se mezclan 10 capítulos y es una cosa muy fuerte”, afirma la directora de la serie. “Es un privilegio ser espectadora de eso”, señala.
¿Y actriz? Elena Gadel confiesa que está más que encantada de llevar seis años como protagonista. Ni ella se lo esperaba cuando hizo el casting. Estaba a mil cosas. Estaba en el teatro con Cabaret, criando a su primer hijo y embarazada de la segunda. Así que cuando le cayó el personaje de Noe, no dio crédito.
Ahora, lo ama. “Es un personaje que lo hemos construido nosotros. Estaba escrito, pero le hemos dado forma. El no filtro que tiene Noe no es lo que soy pero sí lo que anhelo ser. Es muy intensa y muy disfrutona. Comparto la parte de andaluza…”, todo va de maravilla.
No siempre fue así de fácil. Ella venía de la música y como mucho había hecho musicales y le extrañaba hacer solo texto, pero con la práctica es una más entre actores, aunque todavía le da vértigo decir que es actriz. Reconoce que el feedback recibido de lo hago guay, ella misma lo siente. “Son muchos años ya y tengo la sensación de que aprendo mucho y absorbo bastante rápido”, admite.
Disfruta de su vida haciendo esto y, con la práctica y tras pasar una temporada en la que sólo se dedicaba a estudiar los guiones, grabar y cuidar a sus hijos --que no es poco--, ahora lo compagina con la música, algo que “haría toda la vida”, mantiene. La vocación le llama. Y eso que supone mucho sacrificio.
“Al principio me exigía menos tiempo, ahora casi toda la semana. Hay semanas de cuatro, toda la semana, hay días que tres pero tengo seis secuencias… Me he acostumbrado a convivir con la opción de que posiblemente de lunes a viernes tengo que venir”, reconoce a este medio.
De allí que estuviera un tiempo dedicada a su faceta de actriz, pero “al cabo de un tiempo, quieres hacer bolos”, indica. “Y si encimas creas un espectáculo, como haré en marzo…”, prosigue. “Compaginarlo es durillo, pero gratificante”, concluye.
La dirección se lo pone fácil. Sánchez reconoce que son conscientes de que pueden salir otros proyectos, de ahí los horarios antes citados. ¿Y si alguien decide abandonar el barco? “Si alguien se va, se prepara antes para hacerle una despedida bonita”, explica sin resquemos. Les ha pasado antes con Enric Auquer y Ángela Cervantes, entre otros.
“Claro, tú coges gente muy potente y puede pasar”, constata. “Te alegras por ello. Y no se les mata, porque sino has de estar mucho tiempo llorando”, bromea. Y es que otra de las características de Com si fos ahir es que quieren romper con la idea de hacer una serie dramática. “Nos interesaba ir a buscar la parte más contradictoria que tenemos todos dentro. Un personaje puede llorar y después poner el foco en otra cosa, porque así es la vida”, recuerda Sánchez.
Una máquina engrasada, que cuenta con la complicidad de un equipo enorme. Hay hasta cuatro directores que trabajan de forma simultánea, guionistas que trabajan a tres y seis meses vista y siempre con capacidad de adaptación a la trama, pero no por lo que puedan decir las redes. En primer lugar, porque su directora principal no tiene. Y después porque “no puedes estar pendiente de lo que piensas de ti, porque lo mejor que tienes para ofrecer eres tú, pero no puedes pensar en trabajar pensando en lo que dirá no sé quién”.
Tampoco le preocupa mucho el tema idiomático. El culebrón integra personajes que hablan en castellano, aunque la amplia mayoría lo hace en catalán. La voluntad siempre fue retratar Barcelona y su gente y así es como habla. Eso no quita que no le importe la lengua, marca de la casa de TV3.
“En cuanto a lengua, hemos perdido mucho a nivel ficción”, lamenta. “Antes tenías una serie diaria al mediodía, una sitcom diaria y tv-movies”, rememora de forma crítica. Sostiene que “eso hace que seas un motor de la industria y el talento no te ha de emigrar a Madrid como pasa ahora. Tú has de ser el motor, porque este país no es como otros. Si quieres mantener la lengua has de estar cerca de lo que es una lengua”, concluye. En esto, recuerda de nuevo las palabras de Farelo, quien considera que hace falta creer más en el talento y el potencial del audiovisual catalán.
Lo cierto es que pasar un día en el rodaje de Com si fos ahir demuestra que, como mínimo, capacidad productiva tienen. También energía y equipo. Están todos cohesionados y listos para rodar. Lo demuestra Gadel y Silvia Bel, quien rodaba una escena ese día. Entró en la cocina del restaurante, dio instrucciones y esperó a que dijeran corte. Era sólo un ensayo. La escena se tuvo que repetir poco más. La maquinaria va sobre ruedas. Y muy rápida.