Candela Peña (Gavà, 1973) y Pilar Castro (Madrid, 1970) son amigas desde hace tiempo. Muy amigas. De hecho, llevan años intentando mover una serie que han hecho juntas. A la espera de poderlo levantar han decidido seguir con sus carreras y buscarse la vida y otros proyectos juntas. Así ha surgido Contracciones, la obra que se puede ver en el Pavón este febrero y que llega a Barcelona a finales de abril para pasarse todo un mes.

Peña no puede estar más contenta al respecto. “Estoy feliz de entrar en el Borràs, feliz de entrar de la mano de Israel (Solà). Me hace mucha ilusión estar un mes en mi ciudad, a la que amo. Me hace mucha ilusión que en Cataluña digan que "Candela es catalana", pero luego no me llamen para currar, los maricas. Me encanta estar en Barcelona un mes, lo voy a disfrutar muchísimo, admiro muchísimo a los actores de mi tierra, al teatro que se hace en Barcelona. Me encanta, me encanta poder estar un mes”, comenta eufórica a Crónica Global.

Palabras y precisión

La obra le ha hecho recuperar la sonrisa después de pasarse más de dos años sin trabajar. Un periodo que no ha sido nada fácil para ella. Se ha llevado muchas “decepciones” este tiempo y algunos encontronazos, aunque ella niega esta última palabra. “Encontronazos no he dicho en ningún momento, decepciones. No tiene nada que ver”, corrige durante la entrevista.

“Es que la prensa tenéis que tener cuidado porque usáis unos términos a veces para las personas, como “una persona con carácter” o “problemática”, por ser una actriz que dice lo que piensa y aunque me llamen problemática seguiré dando mi opinión”, sentencia. ¿Pero de donde vienen esas decepciones?

Cartel de 'Contracciones'

--Candela Peña: Justamente las decepciones que me he llevado son por eso, porque uno ya no puede decir ni lo que piensa porque rápidamente te tachan de lo que no eres. Yo simplemente quiero decir lo que pienso y quiero saber lo que se me ofrece. Yo he pedido guiones y por pedir guiones he saltado de dos proyectos y se me han dicho cosas terribles. De parte de directores modernos, jóvenes, libres y tal. Directores que no me conocen de nada me han dicho en un despacho, “júrame que te portarás bien”. Eso me parece absolutamente terrible. Gente que no te conoce de nada, de nada. Es gente que a lo mejor se ha hecho una imagen de lo que ha leído, de lo que les han dicho. Y no, la gente tiene que hablar, tiene que ser consecuente en la vida. No se pueden imaginar la herida que eso provoca en el otro, porque soy mucho más frágil y más sensible de lo que parece. Si la gente se quiere hacer una visión de mi… Es que al sistema le interesa poner etiquetas, pero yo no tengo por qué llevarlas. yo no tengo por qué llevar en un dedo un cartel que ponga una cosa u otra que no soy. La gente me conoce, sabe lo que soy.

--Entonces esos han sido los encontronazos, de algún modo…

--Me he encontrado a gente que va de libre, que va de moderna y que va de tal, y me han dicho unas cosas atroces, y aparte me dijeron, “júrame que te portarás bien” y luego me dijeron “que hay niños”. Me hicieron sentir que yo era poco menos que Belcebú y soy la madre soltera de un niño de diez años. Esa persona no puede imaginar la herida tan grande que me ha hecho. Pero herida emocional. porque yo en el trabajo seguiré para adelante. Yo soy una busca vidas, pero las heridas emocionales que te hacen. Todos queremos que nos quieran, imagino que la fea o el feo que toman esas decisiones también quieren ser queridos. Yo quiero que se me respete y que se me trate, porque detrás de cada persona tú no sabes la batalla que se está lidiando, entonces detrás de todos tú qué sabes la herida, el grado de fragilidad… Es muy duro oír cosas que son muy duras de oír.

Decepciones

A la catalana se la escucha dolida, pero no está dispuesta a quedarse parada y vivir en el lamento. La prueba es que se ha lanzado al teatro., terreno que no tiene muy explorado. Pero poco le ha importado, “porque, gordo, yo no puedo esperar”, confiesa a este periodista.

“Todas esas decepciones y todas esas cosas terribles que te he contado han sido en el audiovisual. Pero yo no puedo dejar de vivir a la espera de que alguien me llame y no me llame. Es frustrante. Y yo no quiero educar a las personas que tengo en casa y que vean que soy una capaz de tirarme a la calle. Entonces, he intentado levantar un proyecto teatral, que también es costoso de levantar. Y tuvimos la suerte de que el Teatro Pavón nos permitiera entrar en enero y hemos empezado a ensayar a finales de noviembre. Todo por tener un plato de cocido, es metafórico --matiza--, pero soy madre de un niño, tengo que tirar, no me puedo quedar lamiéndome heridas. Mi personalidad es muy de eso, incluso cuando nadie dependía de mí. Pero es que yo ahora soy la leona que tiene que salir a cazar otra vez”.

--Lo cierto es que poca gente piensa que has estado tanto tiempo parada.

--Ya, Joan, pero quiero que la gente piense que eso es agotador, que yo también quiero que me quieran, quiero gustar, y yo he hecho trabajos en que demuestro que me lo curro como actriz. Viendo proyectos pienso, me gustaría que no fuera tan complicado, y entonces hacen que dude de mí. Es que dar tu opinión es sinónimo de mal. ¿Por qué? Si la gente no puede decir quién es, me da miedo el mundo, porque nadie cuenta quién es realmente. Desde tu careto con un filtro que no es tu cara a amigos que te dicen, “Candela, no digas que debes pasta, que eso a nadie le importa”. Pues es que a mí me da igual, yo soy igual con Joan, que con el rey, que con un director o con mi hijo y mi madre, no sé cómo decirte. No quiero contar la milonga que soy algo que no soy. ¿Que es contraproducente? es probable. Yo he cometido sinsericidios y he sido el peor atentado contra mí misma, pero ya tengo una edad. E intento mejorar, ser mejor persona y mejor actriz, pero creo que por dar mi opinión no tengo por qué hacerle daño a nadie, porque son opiniones de mierda. Yo no hago juicios a personas porque no quiero que los hagan conmigo, simplemente doy mi opinión de cosas absurdas que son casi siempre de mi profesión, pero sí, yo quiero dar el sí a una serie si sé lo que cuento yo y no que me den solo una separata para hacer una prueba. Yo quiero leerme lo que usted me ofrece. A lo mejor estoy mal educada porque he hecho solo cine y muy poca televisión, pero en el cine te dan el guión te gusta, sí, no te gusta, hasta luego Mari Carmen. Pero claro, ahora esta cosa de firmar cheques en blanco sin saber hacia dónde voy, es como subirme en una barca y no saber a dónde me llevan, y es que yo quiero saber qué travesía voy a hacer, es lo único que pido y me parece justo. Y el sistema es clasista, porque aquí contratan a Cate Blanchett, pide todos los guiones y a ella sí que se los dan. No lo digo desde la queja, quejarte no vale para nada, pero bueno, si es que es todo perfecto y todo que sea lo que tenga que ser, pero contar mentiras ya a estas edades, es que alucino. No por mí, por las que vengan detrás, si a mí no me va a avalar mi carrera, qué no le va a pasar a una chavala de 28 que viene detrás.

Elecciones

La alerta no es menor y tiene mucho que ver con estas Contracciones que presentan ella y Pilar Castro en el teatro. “Por eso estoy haciendo este texto, ¿sabes? Porque esta obra ha movido algo en mí de cómo he estado yo y cómo me ha hecho sentir un sistema cuando yo creo que me he portado bien como trabajadora. Tú haces algo lo mejor que lo puedes, lo vendes lo mejor que puedes, pero hay un día que tú dices, “me gustaría leer esto”, y es, “no, hasta luego, Mari Carmen”, y esto ya no”.

Peña tiene claro que este montaje ha llegado por alguna cosa. “Tengo la impresión de que los personajes y las historias me acaban escogiendo a mí. Sentí que estaba en ese momento para contar esto”, señala.

Pilar Castro y Candela Peña / CEDIDA

No ha sido fácil tampoco, porque además de esas “decepciones laborales muy fuertes” que vivió en los dos últimos años que la “habían dejado así como medio paralizadilla”, su experiencia en el teatro es escasa y no le molesta admitirlo: “Yo he hecho mucho más audiovisual, soy bastante nobel en el teatro, es mi cuarta función, me daba mucho susto”. Aun así, “está siendo una experiencia muy enriquecedora, muy gratificante para mí. Está salvando parte de mi corazón que lo tenía yo como medio herido”, revela.

“El hecho de ser actriz en teatro hace que tú ejerzas tu oficio diariamente, cada día empiezas de cero y por bien que hayas hecho la función ayer, hoy la tienes que volver a hacer y demostrar que hoy la podemos volver a hacer, entonces, pues todo son cosas absolutamente positivas y tener a Pilar es como parte fundamental, es como mi kilómetro cero, mi amiga, mi compañera, una actriz a la que respeto, a la que admiro y que tengo la suerte de poder estar con ella en este proyecto”, señala Candela.

El poder del teatro

Castro es del mismo parecer a la hora de hablar del ejercicio teatral. “Yo necesito el teatro como actriz, porque es donde me renuevo, trabajo. Cada día ejerzo mi profesión. Me saca de cosas que tengo que resolver como actriz. Yo afronto esto con muchas ganas y creo que Candela es carne del escenario”, asevera.

Y compartir escenario con su amiga Candela ha sido algo único, placentero, pero también costoso. “No ha sido fácil, porque los personajes estaban muy alejados de nosotras y con ideologías opuestas a las nuestras”, pero de eso se trata también meterse el trabajo de la interpretación reconoce.

La obra, sin ser la que estaba escribiendo la propia Candela Peña para salir de este largo periodo de tiempo sin trabajo, tiene mucho que ver con estas presiones de las que hablaba. “Contracciones no tiene nada que ver con parto, porque viene del título original inglés que es contraer, constreñir, reducirla, que pase por el aro”, matiza Castro. Y es que en realidad “trata del sometimiento. Son dos mujeres sometidas en el sistema, una en un lugar y otra en otro. Y ver a qué está dispuesto a tragar el trabajador para conservar su lugar de trabajo”, prosigue. “Es la idea de que el embudo cada vez se hace más estrecho”, añade Peña.

“La función arranca normal y corriente, una trabajadora a la que su jefa llama al despacho y le plantea unas cuestiones que a la empleada le hacen hasta gracia. Pero si tú cedes un día, mínimamente, mañana ya es como la marea de una playa llegará un día que tú no podrás ni poner la toalla, ya no habrá arena. Por eso esto habla de las concesiones y del ir cediendo. Si tú entregas hoy, mañana un poco más, o sea, el otro ya lo instaura como algo que funciona así, esto es así, y tú tienes que aceptarlo y vas diciendo, pues, fuera hace frío. Me quedo”, subraya la catalana.

Función

Claro que aunque Castro hace de la jefa de Candela, nadie se queda a salvo. “Aquí no hay buenos ni malos”, advierte la madrileña, porque “encima de ella siempre hay alguien”. “La obra se podría llamar los de arriba. Hay una voz que hace quien te hable se irresponsabilice de lo que se tiene que responsabilizar y te trate como un objeto, te deshumanice”, critica.

La historia tiene muchos toques de realidad, aunque Candela se muestra prudente: “el autor hasta como una distopía laboral. Pilar da voz a un sistema, pero a un sistema concreto, a un sistema enfermo, y yo doy voz a un tipo de empleado concreto, que es el empleado que le da miedo no acatar todas las órdenes del sistema. En ningún momento decimos que ninguna de las dos opciones sea ni buena, ni la mala, ni ninguna es la víctima, porque para mí puede ser igual de víctima la jefa, porque puede tener a alguien más arriba. El vértice del sistema siempre está muy alto, la culpa siempre es del de arriba y la responsabilidad nadie la asume, siempre hay uno más para arriba para tú poder decidir, entonces víctimas me parecen las dos”.

Pilar Castro y Candela Peña / CEDIDA

Castro está más convencida de que la distopía tiene mucho que ver con el presente. “Cada vez tenemos menos derechos a todos los niveles”, asevera sin titubear. “No hay espacio para denunciar ahora. Nos han quitado las libertades. El único lugar donde hay un poco de espacio es en el mundo de la cultura, que parece que puede ser más liberador y más reflexivo. Pero en el día a día… pones las noticias y te quieres morir”.

Pero que nadie se espere un sermón, la obra está cargada de humor. Muy negro, pero humor al fin. “Nosotros no hacemos nada para denunciar, queremos que sea un acto reflexivo como nos ha hecho a nosotras reflexionar. No queremos dar una lección de nada, para mí eso es mal teatro”, remata Castro.

Amigas y compañeras

Un teatro que ha vuelto a unir a dos amigas que se quieren con locura, que se animan, que se ayudan la una a la otra y que aleja ese topicazo de que entre bambalinas todas las actrices y actores se llevan mal. Pilar Castro y Candela Peña son el claro ejemplo de que no es así. Se profesan un amor mutuo increíble y lo transmiten. “Hemos trabajado con el respeto absoluto y ha sido un proceso de despojarnos de todo, mostrar nuestras miserias y empezar a construir las dos con la ayuda del director", señala la madrileña. Y para la catalana, “Pilar es casa”.

Ahora, Candela Peña también espera sentirse en casa y a salvo sobre el escenario y mejorar su relación con el teatro. “No diría mejorar, porque nunca la he tenido, cari, me gustaría tener más”, vuelve a corregir a este periodista.

Pilar Castro y Candela Peña / EFE

Lo que tiene claro es que le “encantaría participar de otras cosas yo aquí estoy. Lo que quiero es trabajar y contar historias. Yo no quiero cambiar el mundo, pero si podemos sacudirlo, que algo nos mueva, nos cambie… Para mí, el arte ha sido muy importante”, reconoce. “Lo he dicho muchas veces, soy la hija de los dueños del bar del único cine que hay al lado de mi pueblo y a mí ese cine y las historias que he visto en ese cine me han cambiado la vida y me han hecho ser la persona que soy, que sueño con llegar a ser. Creo que el arte como sitio y como lugar sanador es fundamental”, concluye Candela.

En su caso es obvio. Cuando Peña habla de su trabajo, cuando sabe que tiene, lo promociona, lo disfruta y da todo de sí. Por eso, estas Contracciones le han sentado tan bien y lo explica sin tapujos, “disfrutona”, como ella misma dice. Por unos meses, al menos, los años de parón profesional quedan atrás.