El humor es algo universal. Es algo que tenemos en nuestro día a día, algo a lo que recurrimos cuando estamos tristes o, simplemente, cuando queremos pasar un buen rato. Sin embargo, el humor también es algo complicado. Hay quienes consideran que no debe tener límites, mientras que otros distinguen lo que es un chiste de un ataque. Es entonces cuando se abre el melón y la línea empieza a estar borrosa.
El último caso polémico que ha sacudido a la televisión pública de Cataluña ha sido el del programa Zona Franca. Uno de sus colaboradores, Manel Vidal, hizo un comentario contra los votantes y dirigentes del PSC en la que los llamaba nazis por no compartir los postulados del secesionismo catalán. No obstante, el revuelo que ha causado este episodio ha hecho que el director de la cadena, Sigfrid Gras, decida eliminar la expresión "Puta nit i bona Espanya" ("Puta noche y buena España") con la que el late night empezaba cada una de sus emisiones, además de despedir al humorista de su plantilla.
Humor como mecanismo de terapia
Este caso no hace más que evidenciar la fina línea que separa el humor de la agitación, la provocación e incluso los insultos y la ofensa. A lo largo de los años, se ha utilizado el humor como un mecanismo de terapia para contar las desgracias y las alegrías de la gente, ¿pero se deben incluir a esas personas cuando se las ataca por su condición física, sexual o incluso política?
Muchos humoristas, directores de cine o de teatro, y actores y actrices entrevistados por Crónica Directo se debaten constantemente entre el bien y el mal que puede hacer la comedia. Muchos de ellos, como Joaquín Reyes, opinan que "el límite lo pone cada uno. Cada humorista tiene su línea editorial y su criterio". José Corbacho, por su parte, considera que es el propio público el que pone esa frontera: "Tú puedes pensar que algo es muy divertido aunque sea muy fuerte o delicado y a lo mejor a la gente no le hace gracia".
Los límites afectan a la creatividad
Otros, en cambio, son más liberales y no creen que sus bromas deban estar limitadas por a quién le vaya a ofender, como es el caso de la directora Carol López: "Hemos querido ser tan correctos en todo que al final somos puritanos. No puedes estar todo el rato apagando fuegos. No se puede hacer nada ya en el teatro: ni fumar, ni cocinar, ni tener animales sin permiso, ni decir no sé qué porque se ofende el colectivo tal...".
En la misma línea, la actriz Eva Ugarte pone sobre la mesa el factor de la creatividad: considera que si se ponen límites al humor, se los ponen también a su manera de crear y expresarse, algo sobre lo que está totalmente en contra: "Los creadores que admiro me gustan porque se han arriesgado. La ficción es un espejo de la sociedad y ahora es el momento de esto que nos está pasando y de lo que no podemos ni hablar. Es preocupante en cuanto limita o coarta la libertad".
Vuelta a lo "macarra"
La intérprete de Por los pelos, una historia de autoestima cree que establecer unas líneas rojas es "súper aburrido" y le encantaría volver "a esa actitud macarra de los 80". A pesar de que la comedia es un gran vehículo para hablar de cualquier cosa, todos tienen claro que "la base es el respeto. Aunque se ha de tener sentido del humor, que nos lo tomamos todo muy personal y no lo es tanto".
El actor Pepe Viyuela denuncia esta situación en la que cree que ahora estamos viviendo "un momento de acoso al humor tratando de ponerle límites por todas partes". El intérprete de Aída apuesta por seguir haciendo humor, ya que es "indestructible" para él, pero siempre mirando hacia arriba: "Es mucho más fácil reírse del poderoso que intenta reprimirte que de aquel que convive y dialoga contigo, porque a ese no quieres hacerlo objeto de tu burla".
Ni tanto ni tan calvo
Eso es algo que se refleja a la perfección en el ámbito político. De hecho, las viñetas, caricaturas o incluso canciones que se han hecho sobre la monarquía o algunos partidos políticos han resultado en grandes controversias, como la del rapero Hasél, que ingresó en prisión por "glorificar el terrorismo" e insultar a la monarquía.
No obstante, no todo vale. "El problema es cuando uno se piensa que tiene carta blanca desde su posición de humorista como para decir cualquier cosa bajo la bandera del humor. Cuanto más bestia sea el chiste, cuanto más te pases, cuanto más utilices para hacer tu broma a un colectivo que ha estado históricamente reprimido, mejor tiene que ser el chiste para compensar lo que estás diciendo. Si no, esto es una competición de burradas", apunta Marc Sarrats.
Hay tantos tipos de humor como personas
Eso lleva a las bromas de mal gusto en las que se pueden meter con colectivos vulnerables. El caso más claro es el de Will Smith, cuando se levantó de su sitio en la gala de los Oscar para propinar una bofetada a Chris Rock por hacer un chiste sobre la alopecia de su mujer. En casos como este, el humorista catalán considera que es necesario una "colleja pública. Tú trabajas para el público y si ellos consideran que lo que has hecho es una puta basura, que te lo digan. Es el riesgo al que te expones".
Una cosa tienen clara todos y es que "el humor es lo más subjetivo del mundo". Por mucho que se teorice y se reflexione sobre el asunto, nadie nunca encontrará un límite claro entre un chiste y un ataque, porque lo que para una persona es un comentario inofensivo, para otra puede ser la mayor barbaridad del mundo en función de su contexto social, cultural, económico y político. Al final, hay tantos tipos de humor como personas hay en el mundo.