Carolina África: "Este mundo virtual ha anestesiado todavía más nuestros impulsos"
La directora y dramaturga pone en escena 'Equus', una obra de plena contemporaneidad que habla a la sociedad de ahora
1 noviembre, 2022 00:00Carolina África (Madrid, 1980) ha puesto en escena una de las obras de teatro contemporáneo más míticas, Equus, de Peter Shaffer. Lo hace sin complejos y manteniendo la esencia. El coro de caballos, la austeridad de la escenificación sin renunciar al audiovisual y el desnudo que tanto escándalo causó en su estreno en los años 70.
La directora tiene claro que la palabra y la psicología de los personajes tienen el peso suficiente como para no tener que poner adornos. El texto no solo es crucial, sino que sigue de actualidad. Solo hace falta echar un vistazo a las redes.
--Pregunta: ¿Cómo ha vivido enfrentarse a este texto y ponerlo en escena?
--Respuesta: Lo recibo con el corazón gozoso, pero con todo mi miedo porque es un listón muy alto. La verdad es que ha sido un proceso maravilloso. La apuesta con Natalio Grueso me ha dejado hacer la función con alguna adaptación de actualidad; por ejemplo, la televisión y el cine X de los 70 los hemos trasladado a las redes sociales o un local de swingers para que el espectador se implique más. Un reto precioso, en todo caso, donde jugar con creatividad.
--Se nota con el trabajo con los actores y la actualización. ¿Cómo ha trabajado con los protagonistas?
--Son cinco actores excelentes, con ellos también hicimos el coro de caballos de la obra original al que no quise renunciar. Entonces es un elenco muy versátil, de pronto son camareros en un bar, una enfermera con un papel pequeñito, la misma actriz es Hesther y Dora... Todo ello cobra una simbología importante. Ha sido gratificante y hemos dejado que cada uno aporte con su versatilidad.
--¿Y ese camino al siglo XXI?
--Las palabras de Shaffer tienen la potencia de los grandes clásicos, da igual cuándo hayan sido escritos, en cada época se redescubren con una fuerza nueva. Él habla de la domesticación social, soterrar nuestros impulsos, la normalización frente a lo genuino. Hoy este mundo virtual ha anestesiado todavía más nuestros impulsos, hay gente incapaz de mantener relaciones sexuales y ver pornografía muy bestia a través de una pantalla, y luego hay una incapacitación de muchos adolescentes que no han estado con nadie realmente. Por internet conocemos el mundo y nos ofrece una sobreinformación, pero ¿dónde queda lo natural, lo pasional, el contacto? La excitación de Alan por su caballo es una pulsión física y real que tenemos muy anestesiada. Si en los 70 se decía que el oficio de impresor estaba casi obsoleto porque no se leerían libros, eso ha llegado: se han reducido las tiradas de diarios de papel. Hay palabras que parecen escritas esta mañana.
--Y las redes, vendidas como un lugar de libertad, resulta que no lo son tanto.
--Sí, que esclavizan. Igual que el peso de la religión en los 70 en España ese desnudo era escandaloso, ahora va a asistir a un desnudo del alma que es mucho más difícil de ver que uno físico. El espectador va a vivir una experiencia muy bonita. Además, la factura del espectáculo es a lo grande, con una apuesta por la potencia del audiovisual sin que reste teatralidad. Vemos proyectado un caballo de siete metros con elementos muy sencillos de teatro como una grada que nos traslada a un coro clásico, un sofá tántrico que juega como diván, como altar y encierra un lugar donde dar rienda suelta a los deseos. Asimismo, la religión, que en los 70 estaba muy presente, ahora también está. Nos preguntamos quiénes son los nuevos dioses a los que adoramos hoy. Ese mundo perfecto que vendemos en redes sociales, esa necesidad de ser exitosos, esa rueda del hámster en la que uno se encierra y expone un mundo de felicidad y sonrisas, pero que cuando acabas de colgar esa foto que subes a Instagram hay mierdas más tristes y más vacías. Solo hay tiempo para colgar lo feliz que eres mientras no lo eres. Esa hipocresía de la que también habla la obra está.
--¿Hemos pasado de creer en Dios a creer en los 'influencers'?
--Está esa pugna por lo nuevo y lo viejo, dónde está ese equilibrio de cualquier tiempo pasado fue mejor y la apuesta por no quedarse fuera del mundo. Habla también de la herida implícita en la educación, por mucho que los padres vayan desde el amor, los hijos siempre van a recibir una herida y nunca sabes de qué manera va a funcionar en ellos. Uno intenta cubrir las necesidades que no se le cubrieron e igual se deja otras. Educamos desde la herida y provocamos otras sin querer. La educación, la sociedad, la psiquiatría, el abismo de la propia mente sigue a la orden del día, por eso el espectador saldrá lleno de dudas y preguntas sobre las que reflexionar sobre la propia vida.
--Habla del regreso también a la teatralidad, a la esencia del teatro, ¿hemos de volver a la sencillez?
--Algunos espectadores, conocedores del texto en profundidad, nos dicen que no echan en falta nada. Hemos hecho recortes para ir como un dardo, pero los discursos que no aparecen están asimilados en muchos personajes. Dysart tiene una explicación del mundo clásico que se ha visto condensado, pero manteniendo la esencia. Eso le da un ritmo muy ágil con el uso de elementos polivalentes con un juego actoral muy sencillo, un espacio sonoro muy sugestivo... Porque la función también tiene algo de thriller, hay una labor detectivesca para saber qué le ha pasado a este muchacho para cometer un acto tan atroz. Este es uno de los puntos fuertes de la obra. Uno tiene ese sentimiento de búsqueda y hace un ejercicio de comprensión profunda, de padecer con él, en el mejor sentido de la compasión, que no es lástima, es hacer el mismo viaje y entenderlo. Entendiendo se disuelve la rabia y el juicio social con el que puede arrancar la obra y llegamos a profundizar en el abismo de Alan, que nos pone frente al propio.
--Ese juicio de la redes reflejado allí de nuevo.
--Exactamente, Twitter es una plaza pública para dilapidar. Cualquier palabra ofende en este momento. Tergiversado, todo puede ser terrible. Nosotros mismos nos ponemos riendas y cadenas.
--¿El teatro también?
--Sí. En esa cosa de no ofender a nadie, hay un momento que si identificas el discurso de los personajes con una postura ideológica y los dejas que hablen se mira con lupa. ¡Incluso los desnudos! Hay una especie de vuelta al puritanismo. Mira Italia. Hay que tener mucho cuidado porque estamos menos libres a pesar de que enarbolemos la palabra libertad. Creo que hemos hecho algo muy bonito, donde se genera una catarsis después de estar pegado a la butaca.