Mont Plans, sobre el teatro: "Estamos rebajando nivel y calidad"
La actriz aterriza en Barcelona con 'Cadires' una espectáculo cargado de verdades sobre las artes escénicas, la vejez y la interpretación
19 septiembre, 2022 00:00Mont Plans (Artés, 1948) asegura que si uno la nombra no todo el mundo sabe quién es, pero "si dices las Teresines, igual sí". Puede ser, pero es mucho más que ese personaje mítico de la serie de La Cubana. Ha trabajado en producciones de todo tipo tanto cómicas como dramáticas a las órdenes de directores como Xavier Albertí, Calixto Bieito, Paco Mir y Lluïsa Cunillé, y ha hecho obras Eduardo de Filippo, Sergi Belbel o Segarra, entre otros.
Sus espectáculos en solitario, como Chaise Longue o Sembla que rigui, han sido una muestra clara de los registros que maneja, donde la comedia, el drama intimista y la reflexión. Su nuevo montaje, Cadires, es una nueva muestra de ello.
Etiquetas
No le ha sido fácil sacarlo adelante. Reconoce que "la etiqueta, el estigma" de actriz cómica con la que la relaciona el público general es un handicap. Eso y que hablar de la muerte, el cuerpo y la vejez de forma sincera, sin hablar de esos mayores extraordinarios en plena forma no vende. Le importa relativamente. "Hago lo que me gusta, lo que sé y lo que puedo hacer", señala. Y no es poco.
Plans ama el teatro e incapaz de hacer pronósticos sobre cómo se presenta la temporada tiene claro que atraer al público no puede significar reducir la calidad de los espectáculos. No quiere y no lo hace.
En buena compañía
El 27 de septiembre arranca una minitemporada de cuatro martes en el Teatre Goya de Barcelona --más allá de los bolos-- con estas Cadires para las que cuenta con un actor de la talla de Oriol Genís, a quien no puede evitar dedicarle sus más sentidas palabras de afecto.
"Yo no me veía haciendo esto con nadie más. Hay química, amistad y mucha vida común vivida. Es fantástico. Podemos jugar a esa cosa de no soportarnos cuando hay esta confianza y cariño", señala la actriz. Se nota. Como el cariño que le tiene a este mundo.
--Pregunta: ¿Qué es 'Cadires'?
--Respuesta: Es una obra de teatro que no es teatro. Hablamos de cosas teatrales pero que es la vida, de lo que es tener un proyecto, las dificultades que se tienen para tirarlo adelante, sobre todo cuando no es lo que la gente espera. De mí se espera una cosa, de Oriol, otras. Todos tenemos unas etiquetas y vemos cómo luchar contra ellas. También se reflexiona sobre el amor al oficio y, pese a que sufrimos para seguir, esto es lo queremos y sabemos hacer y hacemos.
--¿Y por qué ese nombre?
--Se llama Cadires porque es un espejo de Las sillas de Ionesco. Son dos personas mayores que tienen un mensaje a dar sin saber cuál es. (ríe). ¿Cómo te quedas?
--Con curiosidad. La primera de todas esa lucha suya contra las etiquetas. ¿Pesa mucho? ¿Cuesta de sacar?
--Como a mi me gusta hacer Teatro, en mayúsculas, y entra todo. Lo que me sabe mal a veces es que me llamen actriz cómica porque no hay una definición de cómica o dramática, existe la actriz. En teatro te puede tocar hacer todo tipo de textos. Para la gente que va al teatro, sobre todo en los últimos años, ya saben y he demostrado que puedo hacer otras cosas. Pero para el gran público que mira televisión yo soy una actriz cómica, la etiqueta. Yo a Xavier Albertí le dije que sentía que era un estigma y él me dijo: "no te equivoques, lo que tienes es un patrimonio". Y es cierto, todo lo que he hecho me ha llevado hasta donde estoy. Pero en esta obra explico cosas que igual no son reales pero lo han estado.
--¿Diría que es autoficción?
--No acaba de ser. Muchas de las cosas que explicamos son verdad. Hay una dramaturgia, un guión y dejamos un porcentaje para la improvisación. No es una obra de teatro al uso, pero sí es única. La gente se ha quedado sorprendida y se ha ido emocionada. Es iuna historia nteresante, entrañable, de dos abuelos que se han dedicado al teatro. Al principio, éramos sólo nosotros dos trabajando el guión, sin producción. Fue en una lectura donde Albert Arribas lo vio y quiso dirigirlo y lo ha hecho crecer. Hemos intentado que fuese muy simple, en todo caso, algo crudo y descarnado. No llevamos nada, cogemos dos sillas del propio teatro e intentamos que sea muy verdad.
--Dice que son dos abuelos. La edad o la vejez parece otro estigma, otra etiqueta. ¿También pesa o, tras lo sucedido en pandemia, es el momento de reivindicarla y ver cómo (re)tratarla en escena?
--Es que no se trata. Los actores viejos no se tratan. Sí hay algún papel aunque sin mucha importancia. Es como si el mundo ya fuera nuestro. En todos los sitios donde voy soy la mayor. Yo no me siento y es verdad que lo soy. Yo hice papeles de mayor cuando era muy joven y me preguntaba por qué no cogían a una actriz mayor y la respuesta era que la necesitaban marchosa. ¿Por qué? Cuando se hace un papel de persona mayor es poco real, de esos que hay pocos, de los que hacen escalada, bailan y salen en los vídeos. Claro que los hay y si has de representarlo has de ser joven, pero porque esa persona es extraordinaria. Pero de la gente mayor real, que viven solos, que están mayores, que los hijos los ponen en una residencia porque no se pueden ocupar de ellos no se habla. De todos ellos no se habla más allá de la noticia de la pandemia. La gente mayor está muy fuera del mapa y hablar de ellos está bien. Yo siempre digo que nos avanzamos, porque yo hice una obra que hablaba de la muerte y nadie me la quiso programar. Al poco, hay teatros que han dedicado temporadas enteras a ello. Hay momentos en que ciertos temas parece que han de salir a la luz y, en estos casos, ser el primero no va bien.
--Hablaba de la autogestión, el teatro de verdad. A pesar de que tiene un nombre ¿cuesta poner en marcha una obra teatral y más para contar estas verdades?
--¡Sí, claro! Igual si eres alguien que ya te has creado una imagen de intelectual en la que la gente cree, entonces sí, presentas un guión y te lo compraran. Pero si eres Mont Plans, a la que la gente tiene como la chica que trabajaba en La Cubana y cantaba en Dagoll Dagom, es más difícil, sí.
--¿Por qué? Si en definitiva es un nombre labrado. ¿Es por el hecho de ser conocida por la comedia, cómo decíamos?
--No lo sé. Yo no me creo nada del otro mundo. Hay gente que si le dices Mont Plans no sabes de quién hablas, si dices Teresines seguramente, sí. No sólo has de vender sino también saber venderte e igual yo no sé. No te lo podría decir. Yo hice Chaise Longue. Tuve suerte, me lo hice yo y conseguí Tàrrega y alguien lo distribuyó, pero nadie apostó a priori para producirlo. Tuve que pedir una línea de crédito para ello. Cuesta tirar hacia delante un proyecto, cuesta.
--¿Y desnudarse de esta manera frente al público al hablar de sus vidas, la vejez o la muerte, es también difícil?
--Sobre todo porque no vamos a sal gorda. No pretendemos que el público ría con todas las anécdotas que explicamos ni pretendemos que haya una risa por minuto. Nosotros sólo explicamos cosas, unas hacen reír o no, en función también de las experiencias de los espectadores. Tampoco pretendemos que sea una obra donde la gente ríe mucho. A la gente que le gusta el teatro y ha ido, le gustará, porque reconocerá de lo que hablamos. Quienes esperan que sea un anecdotario se desconectarán. No sé como expresarlo, pero es un espejo de los abuelos, de la vejez, de dos actores mayores, de obras ya escritas, de la memoria, del sexo, del cuerpo... Cosas que cambian a lo largo de la vida. Y los decimos de manera que no parece gran cosa y poco a poco ves que a la gente todo le encaja.
--Se trata de una propuesta teatral diferente, en todo caso. ¿Está el panorama teatral preparado para ello?
--Yo me niego a instalarme en la queja porque no lleva a nada y te amarga. Me cuesta suficiente tirar con mi carcasa como para preocuparme de todo. Me preocupa hacer las cosas bien hechas, igual que a Oriol. ¿Cómo está el panorama? Se hacen muchas cosas. Es como lo que pasa con TV3 ahora que dice que no quiere ser tan política ahora. A ver, ¿una tele pública debe intentar no serlo? ¿Hemos de convertirla en Telecinco? El error es bajar la calidad para atrapar a más público, en vez de intentar que éste continúe teniendo esta misma cualidad. No podemos rebajar la calidad ni las expectativas. Incluso a los niños, que dicen que se les ha de adaptar los espectáculos, se les debe dar calidad, hemos de hacer que se le adapte el oído, no darle mierda. A la gente igual. Decimos, vamos a hacer reír. Entiendo que si eres empresario y ves que un monologuista con el jijí-jajá, caca-culo-pedo-pis llena a diario, buscas eso. ¿Y vas a poner una obra para que vengan 50 personas y no 500? Lo entiendo, pero es muy duro. Estamos rebajando nivel y calidad. La gente dice que es mejor que la gente vaya al teatro a pasarlo bien, por eso. No sé, no tengo idea. No hacemos operación a corazón abierto y no sabes que puede gustar, hacemos teatro, que es una cosa de sentimientos y cada uno tiene los suyos, es muy intangible. Yo quiero hacer lo que quiero, lo que me gusta y sé. Puede que gustes a 25 y no a 250, pero es lo que hay. Puedes ser honesto contigo mismo o no.