Clara Segura (Sant Just Desvern, 1974) es ya una gran mujer de teatro. A ella no le gusta pensar mucho en ello, pero es consciente de que con la experiencia entiende ya los mecanismos de esta profesión.
Con este saber debuta en solitario en la dirección con La trena, la adaptación de la novela de Laetitia Colombani que han llevado a cabo Cristina Genebat y Marta Marco. Las tres se enfrentan al público junto a Carlota Olcina para poner en pie una historia de tres mujeres con problemas que puede sufrir cualquier mortal, pero que "por el hecho de ser mujeres" lo hacen con más obstáculos.
Sororidad
A la actriz y directora no le importa decirlo, porque no está dispuesta a aceptar que se diga que hay muchas historias de mujeres, porque siempre las ha habido, "pero antes no tenían voz". Ella y sus compañeras de reparto le dan este altavoz para lanzar un mensaje que poco trasciende los géneros y lo binario. En el fondo, lo que importa es esa sororidad, esa empatía que generan sus relatos.
No se crean que quienes, a partir del 13 de septiembre, acudan al Teatre Goya de Barcelona a ver esta historia van a encontrarse sólo un drama. "Es una obra luminosa, esperanzadora. Hay un drama latente, pero lo jugamos de un modo que puede agradar a todos y hacerles salir de la sala emocionadamente felices", apunta a Crónica Directo. "Un mundo mejor es posible", asevera.
--Pregunta: Debuta en solitario en la dirección. ¿Cómo lo vive?
--Respuesta: Yo dirigí junto a Bruno Oro y es cierto que funcionamos como tándem, en el que él se ocupaba más del texto y yo de la dirección. Esta vez sí es más en solitario, se puede decir, pero no es tan así. Tanto Cristina como Marta, que son las otras dos actrices que están en la obra, son las autoras de la adaptación de la novela y con ellas también hemos discutido aspectos del texto y las propuestas de manera conjunta. En general, me siento acompañada, aunque lo cierto es que ahora empiezan los nervios de si tenía que haber hecho esto o aquello para que funcionara mejor y la responsabilidad empieza a caer sobre la directora clarísimamente (sonríe nerviosa).
--¿De dónde nace el proyecto?
--Como con Cristina Genebat y Marta Marco estuvimos tan bien trabajando juntas en Les Noies de Mossbank Road, fue tan terapéutico y catártico y tuvo tan buena acogida que, en el fondo, buscábamos proyectos para volver a trabajar juntas. Con la pandemia, tras las restricciones, nos encontramos y coincidió que las tres habíamos leído en este tiempo La trena. Marta se animó a llevarlo al teatro. Yo no caí en ello, sí que pensaba que podía ser una película, como la que hace ya su autora, Laetitia Colombani. Nos pusimos en contacto con ella y empezamos la aventura. Lo que sabíamos es que queríamos que tenían que ser tres actrices que contaran estas tres historias, por mucho que cada una interprete distintos personajes en cada una de ellas. Así convertimos la obra en un juego muy teatral en el que narramos este cuento.
--Un cuento atravesado por el dolor y el drama que viven estas tres personas. ¿Es la voluntad hablar de esta situación universal que viven las mujeres?
--Evidentemente, el punto de partida de todas ellas es diferente, pero el punto común es que tienen un grado de dificultad más por el hecho de ser mujeres a la hora de afrontar sus casos. Smita tiene más difícil marchar de un pueblo de la India con su hija de la que tendría siendo hombre. Giulia, que vive en una familia muy patriarcal, se erige en la directora de la empresa familiar y no lo ven claro. Y Sarah es una superwoman que ha renunciado a muchas cosas en el ámbito familiar para llegar a un puesto directivo en el que está rodeada de hombres que seguramente no hayan vivido la conciliación. Todos ellos son casos que pueden pasar en la India o donde sea. Todas las historias se tocan. No hace tanto que nosotros en este país vivíamos situaciones parecidas.
--Muchos consideran que si ya son situaciones lejanas para gente de aquí, no lo ven necesario, y creen que es incluso pesado.
--Yo creo que, desafortunadamente, todavía necesitamos que se expliquen muchas historias de mujeres. Es ahora que tenemos una directora del Teatre Nacional de Catalunya (TNC), que vemos a mujeres en cargos directivos, pero todavía se ha de picar mucha piedra, la desigualdad salarial todavía existe y en todos los ámbitos. Se ve en cómo se gestionan los embarazos respecto a la situación laboral, en las mayores agresiones y abusos sexuales contra las mujeres. Necesitamos todavía hablar de todo ello para tomar conciencia. Esta obra es necesaria porque explica aquello que nos une a todas, nos entrelaza. De eso se trata esa sororidad que nos ha llevado a decir "¡hasta aquí!", porque si hacen daño a una mujer de la India también me lo hacen a mí, en cierta manera.
--¿Son las mismas luchas independientemente del lugar?
--Totalmente. Como si agreden a un niño, también lo hacen a nuestros hijos. Hablamos de una globalización solidaria bien entendida. Por eso es chulo que sean tres historias en tres lugares del mundo distintos que conectan esta lucha que debe llevar a cabo cada una de ellas para sobrevivir en su propio mundo. Esa es la importancia de esta trenza.
--En todo caso, si ahora hay más obras protagonizadas y dirigidas por mujeres, ¿es porque hay muchas, como dicen algunos, o porque simplemente ahora se ven?
--Básicamente es esto, ahora se ven. Hemos estado tanto en la sombra o en silencio que ahora que tenemos altavoz parece que es que haya muchas. No, las mujeres estaban, lo que no tenían voz para decirlo. Aun así sigue habiendo muchos espectáculos dirigidos, actuados y protagonizados por hombres. La gracia es que todos podamos convivir.
--¿Qué cometido tiene la cultura en esta lucha?
--La cultura es un altavoz, tenemos muchas herramientas para poder difundir cualquier cambio que se quiera producir en la sociedad. A veces se carga el peso en nosotros para ser los líderes, pero también deben cambiar las cosas en las estructuras empresariales, en las conciliaciones familiares, los horarios. Nosotros tenemos esa sensación de altavoz para que apretemos las tintas y nos avancemos a los tiempos que vienen para poder ser un referente. Y a la vez nos pone encima cierta presión y exigencia de que nuestro mundo sea perfecto, cuando se tiene que hacer mucho trabajo en todos sitios. La cultura es un espejo de nuestra sociedad y hemos de poder explicar un mundo mejor para poder cambiar.
--Y con esta presión que hay sobre la cultura, ¿cómo la vive usted, que ya es considerada una gran mujer del teatro catalán?
--Nunca me he fijado en lo que representa que es uno dentro de la vida pública y cultural. Yo no le doy peso a todo esto.
--Bueno, pero ha sucedido y, además, ¡haciendo comedias! También ha hecho grandes roles dramáticos, pero nunca da la espalda al humor. ¿Se ha roto el estigma?
--Para mí está cambiando. Es como algo de antaño eso del prestigio mayor de la actriz dramática sobre la cómica porque pensaban que hacer llorar costaba más. Es al revés para mí. Cuesta bastante, requiere un plus de distancia, de reírse de sí mismo. Se está igualando, pero las payasas deberían tener todos los premios del mundo. Para un payaso, la vida es un drama, somos los otros los que reímos, ellos son unos grandes actores o actrices dramáticos.
--¿Y fue fácil llegar? ¿Cómo se metió en esto y de ahí en la dirección?
--Llegué porque desde pequeña ya me gustaba interpretar, siempre hacía ver que era otra. El camino me ha sido muy natural. Ahora que empiezo a entender de qué va mi trabajo puedo situarme fuera para ver cómo funciona y qué se puede hacer. También tengo una edad que me permite entender el mecanismo y la estrategia que se da sobre un escenario, qué se ve, cómo, cómo se explica... Eso te hace descubrir muchas cosas que intuías. También es cierto que ahora que lo veo desde fuera soy supermala actriz cuando estoy allí arriba. Además, como directora no me he dado tiempo para dirigirme. Son dos puntos de vista muy enriquecedores y difíciles.
--¿Eso significa que va a ir a por más en la dirección?
--Psí. No te puedo decir que no. Tampoco me veo dedicándome sólo a ello porque echaría mucho de menos la parte de subir al escenario, pero si lo pudiera compaginar con cosas que me gustan, como es el caso, estaría encantada.
--Y ahora que lo observa desde fuera, ¿cómo ve la situación actual en la que venimos de una crisis de espectadores? ¿Cómo prevé que sea esta nueva temporada?
--Creo que hubo una caída natural sin querer, por esa necesidad de estar en la calle y salir de fiesta, al aire libre, a los festivales y regresar a esos veranos que nos había robado la pandemia. De manera más orgánica te apetecía menos estar encerrado en un lugar. Para mí fue fruto de eso más que plantearse si lo estamos haciendo bien en el teatro. La prueba es que ahora se estrenan 30.000 cosas distintas: teatro documental, comedia, musical... Las anticipadas empiezan a responder con valentía, las cifras son esperanzadoras.