A Javier Cámara le gustan los retos. Con una trayectoria de décadas que le avalan, este 2022 se estrena en un género que nunca había probado, el thriller. Lo hace con garantías, junto a Pepe Coira y Fran Araújo creadores de Hierro.
Esta pareja de guionistas ha vuelto a crear una serie llena de misterios donde los muertos y los sospechosos son gente de lo más común. Se trata de Rapa, el regreso de estos talentos de la ficción española a su Galicia natal.
Debut
Con estos ingredientes y con Mónica López como protagonista, el intérprete no ha dudado en tirarse a la piscina y apostar por debutar en el thriller. El resultado es todo un éxito, su personaje es un profesor frustrado que encuentra en un crimen el aliciente para salir de su monotonía. No sin problemas y sin sospechas.
Crónica Directo aprovecha el estreno de la serie de Movistar Plus para hablar con él, de sus decisiones y de la situación de la ficción en España, de la que él es un agente destacado.
--Pregunta: ¿Qué le atrajo de 'Rapa' y de su personaje?
--Respuesta: Era mi primer thriller. Tenía muchas ganas de incursionarme en el género. Había visto la preciosa e impresionante Hierro junto a Candela Peña. Lo hablamos, de hecho. Y justo me llamaron para esta historia y me pareció perfecto. Había otros condicionantes. Está una actriz maravillosa con la que siempre he querido trabajar, Mónica López, que como tantas actrices de este país no está tanto como debería estar en las pantallas. A ella le dieron el papel protagonista, junto a mí, y pensé: "Qué bien me lo voy a pasar con esta actriz y qué maravilla cuando la gente la descubra en esta protagonista".
--Es cierto que, pese a que en Cataluña se la conoció mucho durante una época por series de televisión, parece que nunca ha tenido ese gran salto y muchos se preguntaban qué fue de ella.
--¡Ella no se ha ido nunca! Las actrices están allí siempre, esperando a que las llamen. Este es un país de actrices superdotadas. Siempre que van a hacer un casting de actrices hay 15 o 20 y cuando es de actores hay menos oferta. En el fondo es una tontería porque también hay actores maravillosos y es apabullante la calidad de actrices.
--Y al respecto de Tomás, ¿qué se puede decir de él sin entrar en 'spoilers'?
--Es un tipo extraño, huraño. Un profesor atípico porque no le gusta dar clases. Se siente en el lugar equivocado, algo que él diría que es el culo del mundo, en el norte de Galicia, como expatriado de su terreno. Se siente en un lugar que no le corresponde. Pero tiene un "golpe de suerte", por llamarlo así, que es el asesinato de una persona. Primero, él es el principal sospechoso y luego, el único testigo. De allí, su mundo de ficción, de investigación con los libros que ha leído se le convierte en real y le ilusiona. Empieza a jugar, a descubrir quién es el culpable de esta historia. Y allí, el personaje de Mónica López le recuerda que no es una historia, sino un asesinato. Él es muy empático, por eso, y disfruta. Es muy poco empático con los sentimientos de los demás, tiene una falta de conexión con la realidad, con la vida y esto le vuelve a hacer sentir cosas.
--Aun así, Tomás, como los personajes implicados, se retrata como una persona muy normal. ¿Todo el mundo puede ser asesino e investigador dentro?
--Yo creo que sí, como todo el mundo lleva un entrenador de fútbol dentro (bromea). Puede ser, hay algo en el carácter del español que es un poco metomentodo (sonríe), siempre tenemos una opinión muchísimo más acerada que cualquier periodista o persona que haya pasado por algún tipo de trance. Es curioso, como este personaje, con cero pudor quiere investigar y hacerse el guay. El problema es que, curiosamente, va acertando cosas. Y me gusta también la relación con la Guardia Civil porque, al principio, no se soportan, pero empiezan a caer bien. Eso me gusta.
--En este sentido, la serie vuelve a poner el foco en el papel de la justicia y las investigaciones, si se tiene en cuenta o no al ciudadano. ¿Cómo ve ese punto de vista?
--Pepe Coira y Juan Araujo quieren plantear cosas bastante interesantes. Una de ellas es que la justicia no sabe cómo resolver ciertas cosas o se ve carente a la hora de hacer ciertas cosas o de presionar de cierta manera. Plantean dónde está la línea de la justicia y hasta dónde puede llegar. Asimismo, los personajes son muy poliédricos. Hay una acusación social contra una política todopoderosa y cacique. Un hecho que además va en contra del thriller casi, porque hay una multitrama: la política, la social, la personal, la del colegio... Han sido muy ambiciosos en este aspecto. Han regresado a su tierra y querían contarse y contar Galicia entera. Es muy gratificante cuando ves que en un guion han puesto toda la carne en el asador.
--Como bien ha comentado, es su primer 'thriller'. ¿Por qué ha tardado tanto en decidirse por uno?
--No me los habían ofrecido. Nunca me han ofrecido tampoco mucho thriller, acción o terror. Tampoco me ha apasionado, siempre que veía un thriller pensaba que los personajes eran más carentes de entidad o personalidad, que estaban a favor de la trama. Después de ver series como Mare of Easttown y otras que son más concretas en cuanto a la creación de los personajes y la imbricación entre ellos y el entramado social me interesaron. Y en Rapa lo veía. Cómo cambiaba este lugar, la gente... la sociedad se veía involucrada.
--También ha hecho referencia a la falta de motivación de Tomás a la hora de dar clases. Usted no deja de trabajar, así que creemos que no lo vive así, pero ¿qué le motivó a meterse en la interpretación?
--El motor inicial fue bastante brumoso: salir de un pueblo pequeño y ver mundo. Lo primero que pensé fue estudiar arte dramático sin tenerlo muy claro; podrían haber pasado muchas cosas: ser camarero en mi pueblo o agricultor en las fincas de mi padre o, si hubiera aprobado COU, igual habría hecho arqueología, me hubiese ido a estudiar a Zaragoza... Había muchos planes y ser actor era uno de los menos probables, porque era una cosa muy lejana y una vida muy alejada para un chico de pueblo. Pero se convirtió en algo vital y ha sido la forma de ganarme la vida y disfrutar.
--¿Y cuál es o sigue siendo la motivación?
--A la que llegas a una cierta edad te importa mucho menos lo que piensas de ti mismo y si te ofrecen algo igual juegas a ello. Por muchas ideas preconcebidas que tengas, nunca sabes dónde te lo vas a pasar bien, incluso si los proyectos tienen buenos mimbres. Es interesante dejarse llevar, incluso con cosas que no has probado nunca y esa es ahora mi motivación.
--Tanto es así que, de repente, tras tanto cine y televisión lo vemos en el teatro con 'Los farsantes', en el Centro Dramático Nacional.
--Exacto, hacía un montón de años que no hacía teatro y ahora estoy como un niño con zapatos nuevos. Me da una alegría... El teatro es muy complicado porque puede salir bien o mal, te implicas en una gira de cuatro o seis meses sin saber cómo irá y pones toda la carne en el asador para que eso sea positivo y un camino positivo y constructivo.
--¿Cómo se compagina con otros proyectos?
--Eso es lo que pasa con dedicarse a las cosas. Yo no soy multitask, no puedo diversificar mucho. Primero, tengo familia y luego, te has dedicado a tu vida, un poco. Y cuando haces teatro te has dedicado a él en exclusiva, por eso he tardado tanto en venir, porque había muchas películas con sus promociones, que son agotadoras. Yo no puedo hacer dos cosas a la vez o, al menos, ya no tengo esa energía. Ahora, quiero gozarme cada proyecto y darle tiempo suficiente para que, después de acabar la jornada, te tomes una cerveza con los compañeros de la película, te la charles y te prepares con el resto. Eso de salir corriendo porque luego has de llegar a la función del teatro no es para mí, no me da la vida (bromea).
--Da la sensación de que quiere más relax, ¿es porque viene de un periodo de años de mucha vorágine?
--Yo soy un privilegiado absoluto. Llevo trabajando un montón de tiempo, tengo compañeros al lado talentosísimos que no tienen esa suerte. Me ha ido muy bien, trabajo mucho, puedo decir que no a ciertas cosas, sí a otras, puedo permitirme soñar con algún proyecto o a algo. La profesión no va así, igual. Hay gente con mucho talento que no le salen las cosas. Así que me siento un privilegiado. Es cierto que vivimos un momento muy interesante en la ficción española. Salen muchas series, proyectos con éxitos brutales internacionales que nos han dado una carga de mucha autoestima. Pensábamos que esto lo hacíamos para nosotros y vemos que no. Hay gente joven de todas las formas, colores y estilos que participan en proyectos internacionales y ya no son cuatro o cinco que salieron a conquistar el mundo. Y ya no solo actores, directores, técnicos y equipos que demuestran que tenemos una industria para agradecer.
--Usted que hace años que está en la series, ¿cómo ve y vive estos cambios?
--Cuando empecé a trabajar recuerdo que Imanol Arias y Emma Suárez iban a hacer una serie que se llamaba Querido maestro. Eso chocó, porque eran actores de cine que hacían una serie. Eso parece ya el pleistoceno. En mi caso, empecé con Ay, señor, señor y Santiago Segura tuvo que pelear mucho con Andrés Vicente Gómez para convencerlo de que tenía que estar en Torrente, porque Vicente Gómez le decía que este chico era de televisión. No sé si antes era más clasista, pero había diferencias muy claras. También creo que el hecho de que en Estados Unidos el poder haya pasado a manos de los creativos ha influido mucho. Los directores, actores, actrices, guionistas y escritores producen ejecutivamente las series y eso ha sido muy gratificante. Por eso vemos tanta diversidad de temas. Siempre ha habido un talento femenino increíble, pero ahora vemos ese repunte o visibilidad de directoras, directoras de fotografía, producción que cuentan las historias que querían contar desde hace tiempo y es muy regocijante, es maravilloso de ver.
--Su primer trabajo en televisión que lo catapultó fue 'Ay, señor, señor', junto a Andrés Pajares…
--Bueno, yo empecé haciendo teatro, me llamaron para una figuración en Eva y Adán, agencia matrimonial con Antonio Resines y Verónica Forqué y luego Ay, señor, señor, con Pajares, sí.
--Un debut con los grandes que lo llevó a convertirse en uno de ellos. ¿Cómo lo vive?
--¡Ni te imaginas! Empecé con Lina Morgan, Pajares, Juanjo Menéndez... actores que pertenecen a otras generaciones, pero que me significaron. Conocí a esa familia de cómicos que nos explicaron en los 50, 60, 70 y 80 y ahora nos toca a nosotros contar nuestra historia, nuestro país. Somos contadores de este país
--Aunque los cómicos tienen mala fama. No siempre se les reivindica y muchas veces se les machaca.
--Matizo que cuando hablo de cómicos hablo de actores y actrices en general. Somos los que ponemos siempre un punto de vista crítico de las cosas que se hacen bien o mal. Cuando viajas, ves que en otros países estudian la historia del cine para entender el país de uno. Evidentemente, si cogemos las películas de Buñuel, de Berlanga, de Almodóvar y muchas otras y las pones todas juntas se cuenta España. España se puede contar de muchas formas, pero, desde luego, una forma crítica, avezada, interesante, inteligente, visual es la que se cuenta a través del cine, del teatro, del arte, de la cultura. Los artistas cuentan la realidad, nuestro país. Las referencias que tenemos del mundo griego, helénico de Pericles se basan en las esculturas, el arte, el teatro, de la política también, pero fundamentalmente a través del arte. Eso es lo que más perdura. Pese a lo efímero del teatro y del arte, la historia muchas veces se cuenta así. En muchas ocasiones, a los políticos y a la gente bienpensante no les gusta que la historia la cuenten los que son críticos.
--Tiene sentido y a su vez es curioso que, siendo así, no se enseñe cine o teatro en las escuelas y desde la clase política se les reproche tanto su conducta todavía, ¿no?
--¡Pero es que es así! Desde Aristófanes, Sófocles las cosas eran así. En nuestro Siglo de Oro, el conde-duque de Olivares amenazaba a Tirso de Molina con exiliarle y sacarlo del país. Ha sido así siempre, siempre ha molestado. No es nuevo que ahora seamos la punta de lanza, es normal. Hay que decirle a los políticos cuando lo hacen bien y cuando lo hacen mal. No es que vayamos por delante, pero el teatro siempre ha sido crítico con el poder y la comedia mucho más, ni te cuento la farsa. Esto se lleva haciendo desde que un señor que se llamaba Tespis con un grupo de amigos se subieron a un carro, se emborracharon y empezaron a contar las verdades en un espacio, luego se construyeron teatro y desde allí hasta aquí. No nos hemos inventado nada.