María Iborra apenas ha hablado desde la muerte de su madre, Verónica Forqué. Las únicas palabras que ha dicho han sido a través de las redes sociales y este 23 de diciembre una carta dirigida al mundo sobre la gran actriz.

Sus palabras no han pasado desapercibidas. La artista tiene claro que Verónica “no se ha ido, solo está en otra habitación. No tiene cuerpo, pero su energía está más presente que nunca, porque ahora es omnipresente”.

Sobre la muerte

Con estas palabras deja claro qué opina de la muerte y cómo lleva el duelo. “Cuando necesito un abrazo se lo pido”, indica. Ella fue quien le enseñó que “la muerte no existe, que la reencarnación sí; que el cuerpo humano es solo eso, un cuerpo, que transporta lo que realmente somos y viaja infinitamente por el universo. La muerte es un nacimiento a la siguiente fase, no es el fin”.

Para Virgen María, su nombre artístico, “tenemos que cambiar esta manera triste y negativa de ver la muerte en Occidente, porque es irreal y nos hace sufrir”. “El ser humano es muy limitado y tiende a creer solo lo que ve, pero no solo se ve con los ojos. Tenemos discapacidad para ver a de otras maneras, aunque eso no significa que no haya más”, opina.

Salud mental

Así como lamenta lo poco que se habla de la muerte, también critica lo “muy estigmatizado” que está el suicidio y acusa a la Iglesia como una de las responsables de eso. “¿Por qué alguien no puede acabar con su vida, si es suya? Quién mejor que uno mismo para decidir que no quiere seguir más en este juego e irse al siguiente. Tengamos respeto”, subraya.

Tras esto, la joven también ha hablado de uno de los problemas que vivía su madre, su lucha contra la depresión. “Hay que observar es la vergüenza asociada a la salud mental; hay que normalizarla como normalizamos tener un constipado. Si se esconden los problemas mentales no se pueden solucionar. ¡Cómo no vamos a tener problemas mentales en esta sociedad de consumismo, llena de gente arisca y egoísta! Sería antinatural”, exclama.

Controversia

Iborra tiene claro que su madre “vino a dar luz. Ya no se veía capaz de darla como ser humano en la Tierra y decidió irse a un plano más elevado, y no material, para seguir con su misión de llenarnos de luz”. “En cualquier caso, el momento de mi madre había llegado: su misión aquí había terminado, el círculo se había cerrado. La muerte es un nacimiento; sustituye la pena por alegría”, afirma.

Una de las partes más duras de la misiva, por eso, es su final. “¡Qué envidia que ya sepas qué hay después de la muerte terrenal! Te siento, y nos vemos pronto, en la siguiente etapa, porque la vida dura un segundo”, le dice a la Forqué. “Te quiero infinito, mamá”, concluye.