Rocío Carrasco ha repasado en el capítulo 7 de la docuserie que protagoniza los últimos días de vida de su madre, desde que le comunican el cáncer hasta su entierro. Un momento en el que también cambió la relación con su hija, Rocío Flores.
La protagonista detalla que durante cuatro meses ella estuvo dedicada a Rocío Jurado. No vio a sus hijos, no dejó que ellos hablaran con su abuela por teléfono ni que la vieran. Deseaba que no tuvieran esa imagen de la cantante.
Platós de televisión
Mientras eso sucedía, Antonio David aprovechaba la situación para que el convenio regulador de custodia compartida se elevara a público, en una maniobra para asegurarse el futuro con la herencia de la más grande. Así lo relata Rociíto, pero apenas cayó en la cuenta en ese momento. Fue más tarde cuando vio lo que sucedió.
En ese tiempo, el padre de sus hijos acudió a los platós. Narra que la madre solo hablaba con sus pequeños cuando estos estaban en el colegio y que ellos la extrañaban.
Entierro y reencuentro
Jurado falleció y fue entonces cuando Carrasco por fin se centró en pasar más tiempo con sus hijos, tras el entierro. Su hijo tenía 7 años; su hija, 9. El primero, nada más verla, la abrazó e hizo que se viniera abajo. “Mamá, no llores”, le decía. En la pequeña algo cambió.
Rocío Flores se acercó a su progenitora y no la abrazó. Le preguntó: “Mamá, ¿ahora qué va a pasar con las casas de Miami?”. Esas palabras acabaron de derrumbarla.
Una semilla
“En ese momento supe que todo había cambiado y que esa semilla del mal que yo siempre supe que [Antonio David] había plantado en ella había germinado”, ha narrado dolida Rociíto.
Recuerda que su hija vino “con una lección aprendida”. “Se me vino un mundo encima", prosigue. "Me di cuenta de que había un antes y un después en esa niña que la había parido yo, pero que parecía que no tenía nada de mí”, ha sentenciado.