La pasta es uno de los alimentos más populares en todo el mundo, así como uno de los más socorridos, ya que puede arreglar un menú cualquier día en el que el cocinero no está demasiado inspirado.
Obviamente hay cientos de opciones en el mercado para probar elaboraciones de todo tipo. Sin embargo, una buena elección pasa por hacer pasta casera, ya que de ese modo nos aseguramos de que el alimento es de buena calidad y además tenemos la posibilidad de hacerla incluso con colores y sabores.
¿Qué se necesita?
Aunque muchos pueden pensar que con un robot de cocina o con una máquina de pasta todo será más rápido y más sencillo --y no están equivocados--, también es posible elaborarla sin ninguno de esos aparatos. A fin de cuentas, cuando se comenzara a hacer pasta siglos atrás, los robots no estaban aún en la imaginación de los cocineros de la época.
En cuanto a los ingredientes para hacer pasta fresca casera son, esencialmente, dos: harina y huevo. Ni más ni menos. Eso sí, cuando queramos darle color habrá que añadir otros elementos para conseguirlo.
Primeros pasos
Cuando se hace a mano, el proceso que se ha de seguir es el siguiente. En primer lugar se preparan 500 gramos de harina de trigo (para unas cuatro personas) y tres huevos. A continuación se pone la harina en una encimera, en una mesa o en una tabla, formando una especie de montaña o volcán. Después, en ese agujero se le echan los huevos (mejor que estén a temperatura ambiente) y se comienza a amasar.
El proceso de amasar es clave porque se debe realizar con cierta energía para que todo quede bien integrado. De hecho, hay que amasar hasta que no se pegue en las manos. En caso de que quede muy seca, se le podría añadir un poquito de agua para hidratar la masa. Tras lograr esa mezcla, se hace una bola con ella y se la envuelve en papel transparente, también llamado papel film, y se la deja reposar alrededor de una hora.
Es el momento de cortar
Una vez pasado ese tiempo, es el momento de ir creando nuestro tipo de pasta. Para ello, como cabe esperar, es el momento de estirar la bola preparada anteriormente. Así que, una vez quitado el papel, se divide en porciones, se espolvorea un poquito de harina para que sea más sencillo dicho estiramiento y se emplea un rodillo o en su defecto algún objeto similar y se trabaja hasta que quedes muy estirada.
Cuando se consigue tenerla preparada, existen dos opciones. La primera es contar con una máquina con la que cortarla. Y la segunda pasa por no tener dicha máquina y hacerlo con un cuchillo y mucha destreza. Sea como fuere, la clave es ir cortando las láminas de pasta al gusto del cocinero: en forma de tallarines, de pappardelle, de tagliatelle… En ese caso se optará por un grosor u otro. Eso sí, al acabar se tapa todo con un trapo y se deja reposar. Después estará lista para hervirse.
Colores y sabores
No cabe duda de que elaborar la pasta propia es un plus cuando se cocina, pero que además esa pasta sea de colores y sabores, eleva tanto el ego del cocinero como la capacidad de sorprender a los comensales.
En caso de intentarlo, hay que tener muy en cuenta el color que se quiere elegir y si el sabor combina bien con los ingredientes que vayan a acompañar a la pasta. Por ejemplo, si se opta por pasta de color negro y un ligero sabor a calamar, lo mejor será elegir gambas u otros alimentos del mar.
Truco final
Es muy simple, ya que a la elaboración original de harina y huevos se le incorpora un tercer ingrediente en pequeñas cantidades para aportarle el color y el sabor.
Por ejemplo, si se quiere pasta naranja, bastará con una cucharada sopera de salsa de tomate -si es concentrado, se llegará al tono roijizo-, la cual también aportará un elemento nuevo al gusto. En cambio, para lograr un tono amarillo, el elemento diferenciador será el azafrán (con un pequeño sobre será suficiente); para el verde unos gramos de espinacas (unos 75); para el rosa, una cucharada de puré de remolacha; mientras que para el negro será necesaria una cucharada de tinta de calamar.